Viven ejidatarios de Bonfil con temor por extorsiones y “levantones”

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CANCÚN, MX.- Con el miedo por las calles, que cubre y empaña la delegación Alfredo V. Bonfil, familias de ejidatarios se encuentran desesperadas por la cantidad de extorsiones y chantajes de los que han sido víctimas y que siguen realizándose por parte del crimen organizado y en donde “Los Zetas” han asentado sus operaciones delictivas.


Al interior del Ejido se respira miedo, porque no hay modo de frenar la extorsión, que se ha desatado de forma imparable a raíz de la comercialización de terrenos ejidales en miles de pesos, que detectaron como una fuente directa para el chantaje, por el crimen organizado.
Esto es porque la relación de ejidatarios que son unos 210, es la “lista negra” más grande que tienen en su poder “Los Zetas” que exigen cuotas hasta por un millón de pesos de lo contrario son secuestrados (levantados) y amenazados día y noche.
Y lo mismo es extorsionado el ejidatario que ha logrado vender su terreno que aquel que posee varias hectáreas, porque es obligado a vender para pagar la extorsión.
El núcleo ejidal es motivo del creciente interés de la delincuencia organizada porque han lacerado el ambiente de camaradería y de tradiciones que caracteriza a la familia ejidal, con la presencia de miembros de “Los Zetas”.
Pocos salen, todos desconfían y miran con extrañeza y con recelo la presencia de personas de otras partes.
El temor es único, ser la siguiente víctima, porque no hay nada hasta ahora que lo evite.
Los ejidatarios lo saben, el comité directivo ejidal también (máxima autoridad ejidal), y en general la familia ejidal se encuentra convertida en potenciales víctimas. Pero nadie hace y tampoco puede hacer nada, porque ninguna autoridad interviene y quien lo haga se enfrenta a la amenaza mortal y directa.
Las extorsiones y chantajes, vienen de la mano de los secuestros, levantones, amenazas, y toda una variada y sistemática estrategia de presión al ejidatario que es señalado y ubicado como víctima.
La moneda de cambio son los terrenos de alta plusvalía que ahí se encuentran y de la cual son dueños los más de 200 ejidatarios.
En cada operación de compra-venta de terrenos surge la incógnita, de convertirse en una víctima más de “Los Zetas”.
En cada transacción de terrenos ejidales surge el recelo y la desconfianza por evitar ser otro más de la lista de chantaje y la extorsión.
Pero lo son también aquellos ejidatarios que poseen terrenos y aún cuando no realicen o hayan realizado la venta de los mismos. Son chantajeados cuando menos lo esperan.
Eso es porque la relación de ejidatarios que conforman el núcleo ejidal, es una herramienta que han usado en sus operaciones delictivas “Los Zetas” y que en ella ubican con facilidad a sus siguientes víctimas.
Esa relación es la lista de más alta plusvalía que existe en el ejido Alfredo Vladimir Bonfil, porque conocen el valor de las operaciones de compra-venta de los cientos de hectáreas que conforma el Ejido.
Las voces que se han quejado y denunciado son familias de ejidatarios que no se atreven a dar su nombre y mucho menos a enfrentar a sus victimarios. Y eso es porque la amenaza de ser víctima del chantaje y la extorsión está latente en cada calle, en cada rincón del Ejido y a la vuelta de la esquina en donde nadie puede estar a salvo.
El origen de las extorsiones y los chantajes lleva más de dos años, y los meses que han transcurrido en ese lapso se han salpicado por historias que han sacudido hasta lo más profundo del corazón del Ejido.
Los ejidatarios de Alfredo Vladimir Bonfil, son de carácter fuerte y decidido, criados y hechos en el campo, porque muchos de ellos llegaron a Cancún hace más de 35 años procedentes de Tlahualilo, Durango, dispuestos a crecer en el trabajo.
Ellos estaban llamados a convertirse en los proveedores de productos del campo hacia el proyecto turístico que comenzaba a florecer.
Sin embargo, el crecimiento de Cancún fue abarcando más y más espacio y las tierras del Ejido se convirtieron en un atractivo para la inversión.
Lo grave de ello es que junto a la inversión producto de la venta de varias hectáreas, divididas en lotes de terrenos, llegó la ambición.
Y al poco tiempo arribaron miembros de la delincuencia organizada que supieron colocarse e informarse de la capacidad de ingresos que recibían los ejidatarios en cada transacción, sumado al valor de sus tierras y con ello marcaron a los ejidatarios como potenciales víctimas para el pago de millonarias narcocuotas, producto de la cadena de extorsión y chantaje que rodea a la familia de ejidatarios que han visto rota su tranquilidad y la seguridad de sus familias. (Fuente: Por Esto! de Quintana Roo)

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