HORA 14 | Debe prevalecer el Estado de Derecho – Por Mauricio Conde Olivares

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Por Mauricio Conde Olivares

Ante la crisis de gobernabilidad, falta de credibilidad en partidos políticos y vínculos del sistema de seguridad pública en varias partes del país con el crimen organizado, la gota que derramó el vaso de la impunidad fue el caso Ayotzinapa, cuyos estudiantes realizan una campaña nacional para proponer la creación de asambleas populares encaminadas hacia una figura de autogobierno con la desaparición de poderes, sea por la vía pacífica o la vía armada, pero ¿en verdad los mexicanos quieren otra revolución?

Yo en verdad creo que no, por mí experiencia al cubrir informativamente el alzamiento del Ejército Zapatista de Liberación Nacional en Chiapas, después que el subcomandante Marcos y los rebeldes tomaron San Cristóbal de la Casas y la cabecera municipal de Ocosingo, el primero de enero de 1994, viví personalmente la desaparición de los poderes, pero también la desaparición del tejido social, de lo que todos conocemos como la “normalidad”.

Esto viene a colación luego que este fin de semana estuvieron en Cancún tres de los estudiantes de la normal de Ayotzinapa, quienes sobrevivieron a la masacre de Iguala, Víctor González Bello, Juan José Vázquez Miranda y José Adolfo de la Cruz Velázquez, donde el primero optó por la vía armada para el cambio social, pero primeramente debemos responder si sabemos que significa esto, porque una guerra civil en principio es la desaparición de todo convencionalismo, de todo, es la tierra de nadie donde el más fuerte gana, que no necesariamente es el grueso de la población, la mayoría.

Recuerdo que luego que los zapatistas leyeran su manifiesto contra el gobierno y dejaron San Cristóbal para continuar las escaramuzas contra elementos del Ejército Mexicano en sus inmediaciones, residentes y visitantes comenzaron a retomar actividades en busca de “normalidad”, algunos comercios abrieron para ser atendidos por sus propietarios como eran restaurantes, puestos de venta de ropa, farmacias y tiendas de abarrotes porque los empleados no podían llegar a la ciudad desde los poblados cercanos ya que no había servicio de transporte público de pasajeros.

Como los enfrentamientos siguieron, primero las tiendas detallistas elevaron precios de sus mercancías para una carestía ficticia y al pasar los días sin que se restablecieran las carreteras optaron por acaparamiento de los productos, después surgió el mercado negro.

Nació así el trueque, intercambio de mercancías, pues con el paso del tiempo en un San Cristóbal de las Casas dejó de valer el dinero. En las primeras escaramuzas de rebeldes con el ejército la gente dispuso del dinero que pudo a través de los cajeros automáticos pero no contaron con que pasaría enero y febrero sin que las empresas transportadoras de valores pudieran reabastecerlos.

Dejaron de circular los vehículos de todo tipo porque no había reabastecimiento de combustibles, la ciudad lucía abandonada, solo veíamos sitios de taxi sin taxis, paraderos sin pasajeros ni autobuses, mercados vacíos, lo que en su conjunto vino a derrumbar de plano a la economía y producciones locales, pero clandestinamente vendían gasolina que sacaban a cubetadas de depósitos en gasolineras, de la misma terminal de autobuses o de los carros abandonados, etcétera.

Así, algunos taxistas hicieron su agosto con el traslado fortuito de reporteros a los sitios de batalla de este enfrentamiento armado, cobraban entre 600 y mil pesos, consideraba la ida y vuelta, solo que siempre tenía que quedarse uno de los comunicadores con el chofer porque la mayoría de las veces, cuando escuchan las detonaciones, se regresaban dejándonos abandonados.

Fue una época en que en punto de las 06:00 horas, cuando militares abrían el paso carretero a la Selva Lacandona, salíamos en taxis o los cada vez más escasos carros rentados en busca de la noticia con la advertencia de que a las 18:00 horas se cerraba el acceso a San Cristóbal, después nadie entraba a la ciudad. Una vez, en una estampa surrealista surgida a las 03:00 horas dialogue con el entonces enviado por la Paz, Manuel Camacho Solís, quien caminaba solo y fumando por las vacías calles de San Cristóbal, sin compañía de un solo guardia de seguridad.

Me tocó también apoyar a Ricardo Alemán, por ejemplo, quien en algunas ocasiones no podía salir de San Cristóbal pues en los retenes zapatistas impedían el paso de empleados de Televisa (estos viajaban en convoy militares) y él como reportero de Ovaciones, empresa recién comprada por la televisora, no podía lógicamente mostrar su credencial que traía el logotipo de Televisa. Por su seguridad solo le llevamos su grabadora y de regreso le dábamos detalles de lo ocurrido.

De esta forma, encontramos pueblos completos donde no había un solo hombre, todos huyeron al monte o se alzaron contra el gobierno. Por ejemplo en Ocosingo, el pueblo se quedó sin pan porque durante los enfrentamientos armados se enfrío el único horno productor de pan de la localidad, se quebró y quedó inutilizable y cuando llegó la Cruz Roja a dar despensas, había colas de cientos de mujeres de la tercera edad con niños en sus manos, pero ni un solo varón.

Solo que después de esta revuelta armada, en donde prevaleció la nada, la total ausencia de orden público, debemos hacer una valoración de qué fue lo que pasó; quedaron algunas poblaciones con autogobierno en Chiapas, asesinaron a Luis Donaldo Colosio, a Francisco Ruiz Massieu y a la fecha se desconoce cuántos mexicanos más murieron en el alzamiento.

La pregunta es ¿mejoraron o empeoraron las condiciones indígenas en la región?, usted lector tiene la respuesta, para mí la respuesta no es la rebelión armada porque en esa todos perdemos todo, el camino pasa por erradicar la partidocracia de nuestra Constitución Política y regresar a manos del pueblo la elección de sus gobernantes vía candidaturas independientes de los partidos políticos y persistir en la lucha contra la impunidad, pero esto será motivo de análisis en otra entrega en punto de la Hora [email protected]

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