El Carlos… | Por Rodrigo De la Serna

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Carlos Hurtado. Foto: dnewsmagazineinternacional

Carlos Hurtado. Foto: dnewsmagazineinternacional
Carlos Hurtado. Foto: dnewsmagazineinternacional
Sé que al referirte así no te causo molestia. Vivir sin la solemnidad ADN del mundillo literario y pueblos que le rodean, era de tus mejores virtudes. A lo mejor, editor mío, con eso te distraigo de lo tarde que llego para entregarte este “…decíamos ayer”. Sé que a ti te arranca una sonrisilla; otr@s ladran: ¿Ustedes? ¡Ustedes ni la sombra de fray Luis… y menos la de Unamuno! Sí, sí, salud.

¿Sería 1990 cuando hablamos por vez primera? Tal vez. Habrá sido en el Cat’s… ¿o en los pasillos del primer Por Esto!? Estarás de acuerdo que todo era otra onda: Cancún, tanta mujer y calorones, la noche tan joven. Días en que pagaban por escribir. ¿O nos conocimos en el aventón que me dieron tú y el Chak una vez en Santa Fe Tulúm?… ¿dónde habrá quedado esa película que hiciste?

De lo que no abrigo duda alguna fue de estar en tu revista, esa Suma de los primeros noventas; seguías sorprendiendo al aprendiz: “Esta lanita valedor va por su artículo, salud”. También es cierto que muchas veces, ¿demasiadas?, brindábamos por mujeres que pasaban, por el Nobel a Walcott, la arquitectura, roncito cubano recién desempacado, tus Populares, tus puros, los proyectos en avance. Te digo: otra onda, lana y tiempo pa’ todo. Salud en La Canija Lagartija, en la Casa Rasta, en Playa. Y a trabajar…

Imaginarse a todos como una asociación, publicar todo aquello que fluía de tu tocayo Torres, Ramón Iván, la Gloria, la Lydia, el Víctor Hugo, Meza y Haydé, el Ismael loquito, la Lety… hasta uno ahí de metiche. Me imagino que concuerdas que al crecer, o querer hacerlo, intentarlo pues, lleva a otras sendas; para uno fueron vueltas a La ciudad y enterrar mi tuuch en Playa. Para esa vuelta a Babilonia usted, maese editor, echó la mano adelantándole al viajero unos centavos por textos aún no escritos.

Y tú publicándole a medio mundo. Un día en tu casa de la Tumben Kuuxtal, ¿o en los mariscos del Cejas?, y uno animándose a preguntar cómo estaba eso, qué había qué hacer para publicar. Pos nomás tener el material listo –pronta respuesta que dejó taciturno al aprendiz. ¿Tendría tanto poema como para tener un hijo, que diga, un libro?

Y cómo te reíste hace veinte años, justo 20, cuando además de estar listo con los poemas avisé de otro hijo en camino, más bien dos: Emiliano y Resurrección. Ya habíamos sembrado árboles de endenantes. Y que se me cumple el sueño Caribe del libro merced a tu gentileza de compadre; esa plaquette (de cuyo nombre tienes que acordarte por favor, uno ya no da ni para eso), ese ejemplar de tus Cuadernos de Cancún acabó por convencer a uno que andaba que sí, que no, no sé, a lo mejor. Y tú: A la chingada, usted a escribir –efectiva tesis que dejó al aprendiz bien loco.

Y ahí estábamos entonces, ¿dónde? Pues ni más ni menos que en 1995: la Casa de la Cultura para recrear los poemas y mucha gente metida en el rollo. Oye Carlos, ¿dónde andará esa gente que se metía de corazón a las artes y al pensamiento mexicaribeño?… el José Luis, los citados en las Crónicas Urbanas del croniquero Hurtado, empresarios de iniciativas humanas. Esa noche como performance veraniego que quería ser Dadá y fue surreal, ¿de dónde juntaste tanta audiencia para presentar un librillo de un escritor costeño? Sabe… dijeron que venían de Playa, de Morelos, unos de la Long Beach y hasta los que no fueron a trabajar al antro X por estar en el relajo.

Uno aclaró que No, no, relajo para nada, seamos serios. Y todos riéndose, tú el primero y haciéndome señas lúcidas: Ya no la hagas de pedo y síguele –planteamiento que a uno lo puso entre la espada y el micrófono. Y allá el pintor catalán en plena faena, allá las de danza, teatreros y músicos listos para arrancarse, y en la mesa uno en lectura de su obra recién publicada. Gran regalo Carlos. Buena ventura para unos versos silenciados al fin tomados en serio.

Los negocios también mellan para eso de visitarse y cotorrearla más seguido. Lo cual no obstaba para caerte en La Crónica y de ahí a otro lado. Ya no pagaban por texto, chin… Nos veíamos menos cuando salió tu novela… oye, ya afloja: ¿qué te dijo el Gabo de Cancún Todo Incluido? Ahí está el génesis de lo que hoy nos toca tolerar en Quintana Roo. Carajo, ahora me acuerdo que el de Macondo también ya se fue de viaje. ¿No que la soledad dura nomás 100 años? Quién entiende.

Otro día años después encontrarse en tu Cancún, otra cosa ese 2004 y tú de nuevo echándole la mano al camarada, que retomaba el rumbo, a empezar de nuevo tras caerse de la nube en que andaba como a 20’000 metros de altura. Y tú: dios aprieta pero no ahorca. Bueno. Hablar de otras perspectivas otro día en Playa y el caballero como empresario de accesorios de piel moda 2007-2008; uno a escuchar, admirar, a celebrar, más aún tras ver esa confianza de siempre, el Carlos emprendedor sonriente.

El preciso en el lenguaje. El editor responsable que daba asilo al aprendiz abandonado, Carlos voz independiente y autónoma, el funcionario dispuesto a escuchar y hacer, Carlos Hurtado escritor, que nunca dejó de creer y trabajar por una sociedad más justa y no esta mierda que padecemos.

Este afecto llega tarde, luego te cuento por qué. Y este… este… tenía que escribírtelo por aquello que se me fuera a olvidar. Qué joda esto del deterioro y que se te mueran los buenos. Será algo difícil sentirse Caribe sin tu presencia.

Pero caballero óyeme tú: nos vemos en el calderón.

Playa Sur
31 enero 2015

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