En la memoria de mi amigo Germán García Padilla | Por Primitivo Alonso Alcocer

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Confieso que un sin fin de emociones se agolparon en mi cerebro desde el primer momento en que emprendí la elaboración de esta semblanza.

No fue fácil para el que esto escribe hacer una somera reseña de la vida de uno de los pilares del grupo embrionario que tuvimos la satisfacción histórica de participar como factores coadyuvantes en el levantamiento de las coordenadas políticas que configuraron el naciente Estado de Quintana Roo.

Por eso referirme a mi entrañable amigo Germán García Padilla recientemente acaecido, a riesgo de parecer exagerado, resultó una proeza literaria por todo lo que significó como político, como amigo y como hombre entrañablemente vinculado a su familia y al pueblo de donde se desprendió para hacer una de las más brillantes carreras políticas solo apagada por el soplo de la muerte.

También siento, parafraseando a Hemingway, que el doblar de las campanas no solo tañe por la irreparable desaparición física de tan querido amigo, sino que también por una generación abierta y solidaria que comienza a fenecer después de cumplir su ciclo con la vida para ocupar el lugar que habrá de correspondernos en el Eterno Oriente.

Germán García Padilla, el brioso chetumaleño que siendo un imberbe partió hacia la Isla de las Golondrinas y a fuerza de trabajo, dedicación y sencillez y con la broma siempre disponible a flor de labio logró conquistar el corazón de los cozumeleños y se abrió paso en una sociedad que lo incorporó como uno de los suyos, es un caso digno de loar.

Lo recuerdo como secretario general del gremio de los taxistas y ya después como auxiliar del gobernador David Gustavo, tiempo en que emprendimos una férrea amistad como participantes activos en el génesis del Estado y ya después en las diversas responsabilidades que la vida nos deparó en donde en varias ocasiones emprendimos acciones de carácter institucional, primero cuando fue el primer diputado por la Isla y en las dos ocasiones en que fue presidente municipal.

Y es que German era un político al que no le resultaba difícil confundirse con su pueblo que lo aceptaba sin reparos. Hablaba con su propio lenguaje en forma directa y llana sin adornos ni recovecos; era un gran comunicador que sabía trasmitir lo que la gente esperaba sin ningún artificio demagógico propio de los hombres sin palabra.

Lo que ofrecía es porque sabía que podía cumplirlo y en caso contrario tenía la propiedad de saber explicar sin herir susceptibilidades la imposibilidad de satisfacer un requerimiento. Como dice el dicho, German no tenía pelos en la lengua y sabia defender los intereses populares enfrentándose aun a poderosas personalidades de la vida nacional como fue el caso que presencie en Palacio Nacional cuando refutó al entonces Secretario de Hacienda, José López Portillo, por comportarse en forma incorrecta con los quintanarroenses, reunidos en los Pinos, y espetar que no había recursos para nosotros.

Germán era así de una sola pieza, sabía defender lo que consideraba justo y sabía dar marcha atrás cuando consideraba que las circunstancias no eran propicias para solventar una solicitud. Miembro activo de la masonería siempre supo profesar en la vida profana los lineamientos esenciales de la institución y de ello hablan su honradez acrisolada, la ayuda desinteresada que a veces salía de su propio peculio para socorrer a las víctimas de las adversidades de la vida, además de su estirpe liberal.

Fue amigo por excelencia llevándola al grado de hermandad con su gente cercana y, aun cuando no fueran conocidos sus interlocutores, siempre ofrecía la jovialidad de su trato. Su innata habilidad política lo hacía sortear las querellas internas de los grupos de poder sin pelearse con nadie y conservando la amistad de todos. Fue un político con una agudeza instintiva y con la sensibilidad a flor de piel lo que siempre le sirvió para no tomar el camino equivocado y, si algunas veces los hados no estuvieron de su lado, fue porque en la lid política nadie se escapa de malos momentos producidos por las circunstancias, pero sin que ello le hiciera bajar la guardia.

Germán deja un hondo vacío difícil de llenar. En pocas ocasiones un auténtico representante de las bases políticas se elevó hasta los primeros círculos de la política local y en un ambiente que originalmente no era el suyo y en donde la política se da en la mayoría de los cozumeleños como si fuera una segunda piel.

Ese podría ser el gran mérito histórico de German: conquistar a golpe de entusiasmo y habilidad política a la reacia sociedad cozumeleña siendo un chetumaleño, no obstante la pugna ancestral por motivos baladíes que libraron dos pueblos hermanos que comienza a superarse con el paso del tiempo.

No creo que otro político de estos lares hubiera logrado la hazaña de German: ser el primer diputado por la isla y en dos ocasiones presidente municipal siempre ungido por copiosas votaciones. Así se elevó el joven taxista que hablaba con el lenguaje del pueblo en forma directa y llana sin adornos ni recovecos y dueño de una innata sensibilidad política y quizás de esta manera supo trasmitir, mejor que cualquiera de nosotros, el mensaje que el pueblo esperaba. Una luz se apaga en Cozumel y otra se enciende en el Eterno Oriente.

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1 COMENTARIO

  1. Es un placer compartir concepciones y halagos hacia Germán Garcia Padilla, personaje histórico y muy querido de la isla fundacional de este rincón único del país, en la cual no sólo estuvo inmerso, sino que formó parte de su misma formación y desde las trincheras del trabajo profano. Honor a quien honor merece y Germán García Padilla pasa a su Columna correspondiente con todas las virtudes que les son reconocidas y admiradas por quienes tuvimos la fortuna de conocerle. Vayan mis más sentidas condolencias a sus deudos, familia y cercanos por quienes vibraba y protegía desde sus altos niveles de consciencia. Descanse en paz este ilustre chetumaleño y adoptado Cozumeleño, tan vibrante como el legado que deja en nosotros.

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