Exploradores, viajeros y los árboles que se perdieron | Por Gilberto Avilez Tax

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invasores-viajeros_careagaEste año que finaliza se dio a la estampa en Yucatán, en forma de libro, la tesis doctoral de Lorena Careaga, defendida a principios de 2015. Esta tesis, de voluminoso grosor, la leí al final de la redacción afanosa que hacía, corrigiendo un trabajo microhistórico de la Península que me serviría igual para doctorarme. Enamorado de la historia de la ciencia, y siguiendo las tesis básicas de Mary Louise Pratt para la literatura de viajeros en América, discrepé de la forma como la autora manejaba el material a su alcance que, hay que decir, buena parte de ellos se encuentran en los repositorios meridanos, aunque la autora ha tenido toda una vida para consultar otros repositorios.

Hoy, en la mañana, tomando mi café, me topo con un articulito puesto en su muro de facebeook, del único divulgador de la ciencia en la península, el maestro Juan José Morales Barbosa. Como me parece de suma importancia las ideas del maestro Morales Barbosa, las transcribo aquí, para acto seguido dar mis pareceres (rápidos, al vuelo), de la labora historiográfica de Careaga en Quintana Roo (y aquí adelanto, a mi único lector, que ando escribiendo un ensayo historiográfico de lo que hasta ahora se ha escrito en Quintana Roo, no desconociendo, desde luego, la labor pionera del Dr. Carlos Macías Richard en este aspecto, con su trabajo El Caribe Mexicano: historia e historiografía contemporánea.

Van pues, los dos comentarios, dispares, al mismo texto.

LOS EXPLORADORES Y VIAJEROS DE LORENA

Por Juan José Morales Barbosa, 22 de diciembre de 2016

Texto recogido en el muro de Facebook del maestro Morales.

Portada del más reciente libro de Lorena Careaga. Uno de sus grandes méritos es su nutrida bibliografía y el minucioso detalle con que —a la par con esa información— presenta los itinerarios de los viajeros que menciona. Futuros investigadores tienen así una magnífica base de partida que facilitará su trabajo y les permitirá seguir profundizando en este período de la historia regional. Sobre él publiqué lo siguiente el pasado martes 20 de diciembre en mi columna Escrutinio:

El título es largo —Invasores, exploradores y viajeros: la vida cotidiana en Yucatán desde la óptica del otro, 1834-1906— y la obra extensa: dos tomos con un total de 798 páginas, en 266 de las cuales se ofrecen la copiosa bibliografía consultada y los itinerarios de los viajeros mencionados. Pero es uno de esos libros que atrapan la atención y se leen con gran interés, porque tiene la rara cualidad de que, siendo un riguroso trabajo académico —de hecho se trata de la tesis con la que Lorena Careaga Villesid, investigadora de larga y fructífera trayectoria, obtuvo recientemente el grado de doctora en historia por la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM— está escrito en un lenguaje lo bastante claro, sencillo, ameno y directo para que, sin mengua del gran valor que tiene para los especialistas, ofrezca al lector común y corriente un interesante panorama del turbulento período que vivió la península de Yucatán en la época de la Guerra de Castas y en los años inmediatamente anteriores a ella.

Sin duda, fue un gran acierto de la Secretaría de Cultura de Yucatán haber prohijado la edición de esta obra, que constituye una gran aportación al conocimiento de la historia regional. Sobre todo porque la presenta desde el punto de vista que podría considerarse imparcial —dado que no estaba sesgado por el hecho de ser parte de los grupos políticos locales en perpetua pugna— de aquellos extranjeros de distintas nacionalidades que por diversos lapsos, desde breves estancias hasta décadas, estuvieron en la península durante el período señalado.

Desde luego, imparcial no es sinónimo de objetivo. En no pocos casos esos observadores extranjeros manifiestan en sus escritos prejuicios, incomprensión de la cultura y las costumbres locales, o simplemente una visión influida por su propia cultura. Pero, de todos modos, la información que aportan permite ampliar el enfoque sobre aspectos de la vida cotidiana en aquellos tiempos de inestabilidad política y de guerra que la historiografía de la época no aborda en absoluto o sólo de manera parcial o marginal.

Son en total 33 los extranjeros de diversas nacionalidades y ocupaciones —desde precursores de la arqueología hasta mercenarios norteamericanos combatientes en la Guerra de Castas—, algunos bien conocidos y constantemente citados y otros prácticamente rescatados del olvido por Lorena, cuyos testimonios recogió en este minucioso trabajo de investigación. Su búsqueda en todo tipo de archivos le permitió sacar a la luz documentos poco o nada conocidos y brindarnos una visión realmente objetiva y desapasionada de lo que en aquel entonces ocurría en tierras peninsulares. Nos remite lo mismo a los mezquinos intereses económicos de quienes lucraban con la guerra, que a la vida de los mayas, a quienes los historiadores de la época no se referían más que como una masa anónima de dóciles peones, una horda de fieros y peligrosos salvajes si eran rebeldes, o —en el caso de los llamados sublevados pacíficos— seres primitivos voluntariamente apartados de la civilización.

En otras ocasiones abordaremos diversos aspectos de esta excelente obra. Por lo pronto, la recomendamos enfáticamente a nuestros lectores.

EL NUEVO TEXTO DE LORENA CAREAGA. ¡POBRES ÁRBOLES QUE SE PERDIERON POR NADA!

Por Gilberto Avilez Tax

Lo leí antes como tesis doctoral. Discrepo de las aseveraciones del maestro Juan Jose Morales Barbosa, el trabajo último de Careaga, escrito en el otoño de su vida, no es tan brillante como aparenta ni se enfoca en la vida cotidiana y pública del Yucatán del XIX: considero que todavía tiene ese sesgo en la observación historiográfica de  muchacha de la Ibero, esa mirada de cultura elitista, ¡y como no, si trata de exploradores y viajeros europeos codeados no con los Xiu de Maní ni con los Chan de Xaya, sino, casi siempre, con los Peón de Mérida!

Es voluminoso, es cierto, dos tomos, per Careaga peca de no saber hacer la crítica de fuentes y no ceñirse a lo sustancial. Es un libro que, seré franco y directo, no me dice nada de la historia de la ciencia en la Península.

Fárragos que hacen dormir al más despierto, escrito con prosa adormilada, su arquitectura está enmarcado en un eurocentrismo indigesto donde la vida cotidiana de la Península están restringida a un ámbito específico: de las élites y cómo estas le cuentan al viajero como en verdad es el pueblo yucateco de ese tiempo.

La señora es positivista, qué le vamos a a hacer, y diré algo más: me gusta más como antologadora pionera, pero no como guerracastóloga ni como analista de la historia de la ciencia en la Península ni cronista de cronistas viajeros ni sintetizadora de la historia de Quintana Roo.

Sus “Invasores, exploradores y viajeros”, hay que decir que se trata de una escritura sinuosa obcecada en mirar al otro desde los andamios y anteojeras dejadas por viajeros.

En sí, no es un libro de historia de la ciencia ni de la vida cotidiana de la Península.

Y, francamente, no sé qué es.

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