De la resaca del 47 aniversario de Cancún, no solo queda una ciudad ‘patas arriba’ por las intensas lluvias que retratan de cuerpo entero lustros y lustros de indolencia en temas como la planeación urbana y el drenaje pluvial de la ciudad.
Como bien dice Carlos Cardín con su ‘colmillo’ largo y retorcido, la ciudad y el destino turístico deben reinventarse, lo que también debe aplicarse a los festejos de los ‘cumples’ de Cancún que, en su formato actual, ya están peor que la película de ‘Ben Hur’ en Semana Santa. Siempre lo mismo.
Exaltación a los pioneros, que el discurso del éxito turístico, que el alcalde en turno como estrella del evento y que todos deberíamos estar felices y dichosos de ser ‘cancunenses adoptivos’.
Nada de autocrítica y menos de presentar algunas soluciones a los pendientes retorcidos de casi medio siglo en el que la prioridad ha sido la ganancia rápida que genera el turismo, por encima de la sustentabilidad social y ambiental de una ciudad que desde hace muchos años se le escapó de las manos a cada uno de sus gobernantes.
Que el 48 ya no sea del ‘todo está muy bien’.
