Impresiones de un recién llegado | Vicios compartidos | Por Rodrigo De la Serna

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XI

 

Vicios compartidos

 

Desde joven en EUA y Canadá; más tarde en el sur de México y Guatemala; a los 24 dándole la vuelta al país por trabajo, a los 27 el Caribe, Europa, luego el país maya… Ahora, con tanto año a cuestas sé que en toda latitud viven con las miserias humanas. En todas partes supe de envidias, mezquindad, usura, alevosía, rencor. Y sus contrarios.

Cada ángel de esos deja una estela de consecuencias. Hay grandes retratistas asegún la región –Rulfo, Onetti, Rosario Castellanos, Cioran, E. Serna, Camus, Hobsbawm. Otras versiones las plasman periodistas (que mataron apenas ayer), o que ya no existen, como Scherer García. El testimonio más imparcial del crimen holocaustico que padece Palestina lo ejerce una revista que a sus letras llama Libres

Naturalmente, uno pues nada que ver que con semejantes alturas. Esta es sólo una semilla de lenguaje, un croquis incompleto, inconcluso, un agrio pan, el trago amargo.

En principio repito: en San Miguel Allende me han recibido y tratado muy bien, ahora y hace 30 años. En el Caribe Maya Mexicano, en Playa Xamán Há del Carmen sobre todo, pasé la mejor etapa de mi vida: ¡casi tres décadas!

Sin embargo, estos apuntes también incluyen lo amargo, lo jodón, lo denso, lo absurdo de la existencia. Caray… pasan los años y lamentablemente uno mira, percibe todo eso, y uno lo escribe. ¿Y para qué escribes de eso…? Se me ha preguntado desde que tenía 13 años con las siguientes variantes: literaria, política, familiar, musical, empresarial, sexual, histórica, anatómica entre otras.

También se me ha formulado con interés genuino:

¿Para qué pierdes el tiempo en eso? –alguna vez me dijo un cura lasallista.

¿Para qué tocar esas fibras? –en alguna ebriedad me lo inquirió varias veces un señor serio como debe ser un padre de familia.

¿Para qué mezquindades y vilezas siendo que vivimos en el paraíso? ¿Esta me la hizo un candidato o un gerente de hotel? ¿O fue una turista? Es lo de menos.

Sí puse toda mi atención en la preguntita, cuando dos o tres mujeres me la soltaron así: ¿Para quién escribes… Para quién trabajas… Tú crees que a alguien le importa? La primera la oí a los 17; la segunda hace 3 días.

Y toda esta justificación sólo para referir vicios ocultos entre las virtudes públicas, que hoy vivo en San Miguel Allende como las viví en carne propia en 27 años de Caribe.

La necesidad del ruido

En San Miguel hay orquestas, claro, de varios colores y sabores, pero la que reina y domina a lo largo del día es EL RUIDO. En estos apuntes eso es un sonido artificial, urbano, molesto, “un mal necesario” hecho y practicado por niños, jóvenes y viejos, mujeres y hombres por igual, ruido usualmente hecho por sus máquinas, sus aparejos, sus herramientas, sus transportes, sus ideas de vida como ruido –azotar el portón es lo normal.

Alarmas, sirenas, motosierras, trailers y volqueteros, taladros pica-calles, compresoras, cortadoras, clacsons de carro o camión o moto o lo que tenga llantas, motores, martillo y cincel, teléfonos, audio y video a bastante buen volumen público, vehículos anunciándose, alguien que “construye” su casa a las once de la noche, campanas, helicópteros, son algunos integrantes de esa orquesta. Casi igual a la que invadió Playa desde ’95.

Salí del Caribe el año pasado y el repertorio era el mismo escándalo de siempre, cambió sólo la cantidad. De cientos pasó a cientos de miles. Y eso también lo hay en San Miguel día a día. Hay diferencias, claro. En Xamán Há hay más de 600’000 almas, acá unas 160’000… ambas se alteran en temporadas “altas”, gente que no se queda a vivir.

Las obras públicas visibles son la mejor muestra de que un estado “trabaja”, no importa la dimensión de la empresa (multinacional, gubernamental, municipal, clientelar), que haga la obra en turno: en la calle, avenidas, libramientos, glorietas, mejoramiento de colonias, de vialidades, y un etcétera que incluye un hoyo en una vialidad de lujo y por ahí se fue una familia y murió.

Y todo ello no solucionará la problemática de las dos ciudades tema de estos apuntes. Allá y acá son paliativos para la situación urbana en México, donde lo que se hace es transformar el espacio público más no mejorándolo, sino “adecuándolo” a una sobrepoblación en ruedas que no parará hasta que lo decidamos civilmente.

Esa obra tiene su orquesta siempre a la mano, instrumentos y solistas se citaron al principio; a veces irrumpe en dos cuadrillas, a veces son incontables. Uno se acuerda de sitios de Playa y los lustros que pasaron para que pusieran drenaje y alumbrado. Acá es extraño que una remodelación del empedrado de unas calles en la colonia San Antonio, lleve diez meses y no se sabe cuándo terminará. Misteriosos son los caminos de evitar la criminalidad…

El ruido, por tanto, tiene la mayor presencia en esta situación. La industria (construcción, transformación, transporte, etc.), y sus oficios correspondientes (albañiles, herreros, mecánicos, hojalateros, soldadores, etc.), deben sonar, verse, hacerse oír, demostrar que están sus hombres trabajando… y sus herramientas son dueñas del medio ambiente porque así es. Sucede igual con helicópteros, sirenas, camionetas desquiciadas y todo aquello que hace sonar la presencia del Estado.

Así de burdo: que los altos niveles de decibeles impregnen los aires de un puerto o de una ciudad del Bajío, no parece ser asunto del bien común. Peor es nuestra resignación, la indiferencia ante otro estigma de nuestros días: aceptar que la vida es así, la mayoría pervive con el ruido encima para que el silencio exista sólo entre unos cuantos.

A esto último quitémosle el cariz político-económico, leámoslo con ojos de gente común. Si me equivoco, dime en cuál partido crees y te diré quién eres… También oigo a millones cuando dicen que no creen en ninguno, en nada de eso, y menos en el orden según los corporativos.

Callo al saber que ambos (los que ostentan tener ideología y quienes nada saben de eso), son afectos al ruido porque así han vivido: un entorno debe tener ruido como mejor muestra de que algo se hace. ¿Qué importa si el escándalo altera porque es pinche? Por algo los G-X y los millenials vieron en los audífonos una puerta a su propio mundo.

La sirena, maquinarias, altavoces, la constante remodelación urbana y de vías de comunicación con vía libre para alterar la vida pública, es la música que sólo escuchaban John Cage y Stockhaussen hace más de 60 años; al tocarla, al ponerla en escena, el público desesperaba, no soportaban aquello, era insoportable comparado con el jazz, el boogie, Mozart (siempre Wolfgang y Ludwig como referentes del arcón de bella música).

El ritmo que se genera en 2017 no tiene matices: siempre es de alto volumen, sea en frecuencias graves, medias o agudas. El ruido puede convertirse en un factor que deprime, que irrita, que aísla. Hay música que llega a oírse como ruido, el género o ritmo es lo de menos cuando a alguien no le gusta, o no es fan, o no la siente suya o lo que sea… jode si son las tantas de la noche y otros gozan el alto volumen de su cuatrimoto.

 

La Guadalupe SMA

septiembre de 2017

 

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