La cultura y el turismo joven en Tulum | Por Carlos Meade

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En una entrega anterior expusimos la ausencia de una política pública que alentara el turismo cultural en Tulum. Describimos algunos de los valores culturales que podrían ser aprovechados en este destino y hablamos brevemente de algunos aspectos de la historia y la cultura característicos de este municipio.

Ahora queremos dimensionar el tema del turismo cultural, tan mal comprendido por los tomadores de decisiones en las instituciones de cultura y turismo de nuestro país. Para entender los elementos que deberían considerarse en una apropiada estrategia que enlace nuestra diversidad cultural con el turismo, presentamos algunas referencias y datos.

Francia es el país del mundo que recibe más turismo. Como este país no tiene hermosas playas como las caribeñas ni atractivos naturales espectaculares, su oferta turística está basada en la cultura. La ciudad de París es, desde hace mucho tiempo, considerada la capital cultural del mundo. Sus museos, sus salas de concierto, sus orquestas, sus monumentos, su teatro, su historia, su gastronomía son, entre otros, atractivos inigualables para un turismo que busca manifestaciones culturales. Pero la oferta cultural no es sólo la herencia que se resguarda, protege, promueve y exhibe. También la producción cultural contemporánea se apoya, se promueve y se ofrece al visitante. Por ello, los creadores y las instituciones culturales de todas las disciplinas cuentan con sustanciales recursos que les permiten desarrollarse enriqueciendo, año con año, las manifestaciones de la cultura francesa, lo que incrementa y actualiza la oferta cultural, para beneficio de los ciudadanos franceses y para enriquecimiento de la oferta turística.

En ese país, las instituciones culturales y los creadores no se ven como un estorbo prescindible, como es el caso de México. Allá, los recursos aplicados a la cultura son una inversión que produce mejores ciudadanos y que renueva e incrementa la oferta cultural.

A nivel de la península de Yucatán tenemos un ejemplo de diferentes políticas turísticas. Mientras en Yucatán el turismo es básicamente cultural, en Quintana Roo domina abrumadoramente el turismo de sol y playa.

Reflejado en números del 2015 tenemos que en Yucatán recibieron 1,448,000 visitantes, de los que el 78% es turismo nacional. Casi el 90% de este turismo tuvo como destino principal Mérida, donde el atractivo es, sin duda, la cultura.

En contraste, en las costas de Quintana Roo se recibieron 10,634,000 visitantes, de los cuales el 70% es turismo extranjero. De estos, visitaron la zona arqueológica de Tulum solamente un 1.5 millones. O sea que menos del 15% recibió una ligera embarrada de cultura en un escape de unas cuantas horas. La mayor parte de este turismo vino en un paquete con un hotel todo incluido, quedando cautivo en alguno de los monstruosos resorts de Cancún o la Riviera Maya. Esto explica que México esté en el décimo lugar en captación de turismo, pero en el lugar 22 en captación de divisas. Esto significa que tenemos un turismo masivo con una muy limitada derrama per cápita.

En el caso de Tulum, el segmento de turismo joven ha sido el principal motor del desarrollo turístico. Fue hacia finales de los setentas del siglo pasado que los mochileros empezaron a llegar a Tulum. Se puede decir que ellos abrieron brecha y moldearon el nuevo destino. El turismo joven es un segmento despreciado por la política oficial y por los grandes consorcios hoteleros. En no pocas ocasiones he escuchado decir que es un turismo piojo. Sin embargo, las cifras de la Organización Mundial de Turismo plantean algo diferente. Lo más importante es que el turista joven gasta un promedio 3,500 dólares por viaje mientras el turista medio gasta 1,450 dólares. Esto se debe a los tiempos de estancia, que en el caso del turismo joven promedian las 2 semanas mientras el turismo masivo es de fin de semana. Otro elemento más a favor de la economía del turismo joven es que se aloja y consume en empresas locales, con lo cual su derrama es efectiva y directa para la economía local.

Y algo más que hay que resaltar: el turismo joven es un visitante que desea experimentar otras culturas, vivir experiencias formativas y aprovechar oportunidades de aprendizaje. La combinación de una zona arqueológica, hermosas playas y un pueblo maya tradicional fueron un gran atractivo para este turismo. Ahora, el pueblo tradicional ha sido barrido y en su lugar crece una ciudad híbrida y sin personalidad. A pesar de que se ha declarado como Pueblo Mágico.

¿Dónde están ahora esos atractivos culturales que busca este turismo? Sería interesante preguntarle a quienes tienen la responsabilidad de definir y desarrollar las políticas públicas en este sector. Si realmente la marca Caribe Mexicano busca diversificar sus destinos, es necesario que se rescate la personalidad que un día tuvo Tulum y que se establezca una estrategia para aprovechar el rico patrimonio cultural que ahora los turistas no saben dónde encontrar.

Con el ritmo trepidante y el desorden depredador con el que crece Tulum en la actualidad, estamos atentando contra los factores que configuran la magia que atrae a los visitantes y nos estamos convirtiendo en un Pueblo Trágico.

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