Las tortugas de Akumal, negocio de millones de dólares | Por Carlos Meade

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Desde que apareció un grupo permanente de tortugas en la bahía de Akumal, hace aproximadamente 5 años, no han cesado los problemas entre los grupos que se disputan su explotación. Anteriormente a esto, la visita de las tortugas en la bahía era de hembras adultas que venían a ovar, como aún lo hacen.

Este nuevo grupo de tortugas corresponde a individuos juveniles que todavía no están en la capacidad de lanzarse solos al océano y que buscan áreas de aguas tranquilas donde puedan encontrar pasto marino, su alimento básico en esta etapa de su vida.

Algunas personas piensan que esta población permanente de tortugas, que nunca existió en Akumal, al menos en los últimos 50 años, es producto del programa de protección de las tortugas marinas. Los expertos, sin embrago, aseguran que es la destrucción del hábitat de las tortugas juveniles a lo largo de toda la costa del estado, lo que ha obligado a las tortugas a concentrarse en los escasos nichos de sobrevivencia, como es el caso de la Bahía de Akumal.

Es fácil entender la causa de la destrucción de hábitat de los quelonios: el agresivo desarrollo turístico, con su infraestructura invasiva que destruye la duna costera y el manglar y contribuye al deterioro del arrecife.

Seguramente las tortugas nunca se imaginaron que en su nicho de refugio iban a tener otro tipo de perturbaciones, como cientos de personas tratando de acercarse a ellas todos los días. Tampoco se imaginaron que el pasto marino iba a contener contaminantes venenosos que las enfermarían. Ahora, esta es su realidad: estrés, tumores cancerígenos y ninguna alternativa para reubicarse lejos de esas condiciones letales.

Haciendo unos números rápidos podemos ver de qué tamaño es el botín en disputa. Actualmente el plan de manejo de la Bahía de Akumal, hoy convertida en el Área de Refugio para la Protección de Especies Marinas, reconoce a 31 empresas tour operadoras. Son 31 permisionarios que, de acuerdo a la capacidad de carga estimada, tienen derecho a vender 12 nados con tortugas por día. Esto da un total de 372 personas diarias esnorqueleando en la bahía. Suponiendo que se tenga un verdadero control de este número de visitantes, esta actividad representa una derrama de más de 4 millones de dólares anuales, cifra que se obtiene al multiplicar el número de nados al año por un promedio de 30 dólares el nado.

Ahora que se ha establecido un nuevo acceso a la bahía, quedando el antiguo sellado con cercas, púas, contenedores, bloques de cemento y amenazantes letreros, los cinco dólares que el Centro Ecológico Akumal (CEA) ha establecido como cuota a los visitantes nacionales (exceptuando los quintanarroenses) y extranjeros, ha despertado el descontento de algunos de los permisionarios.

Ha surgido entonces un empresario “altruista” que se ha prestado a abrir el paso por una propiedad que ni siquiera es suya. Se trata del Sr. Carlos Cole, en pleito con el hotel Las Casitas por una cuchilla de tierra que está en litigio desde hace 25 años.

El área de operaciones de los operadores de tours, en esta nueva locación, debería contar con una licencia de funcionamiento, pero ¿cómo se puede otorgar un permiso de funcionamiento en un predio que está en litigio? No lo sé, pero es lo que pretende el Sr. Cole y su representante Julián Bernal, el “amigo de la comunidad”, quien vino acompañado de la prensa, representantes de Ayuntamiento de Tulum y un grupo de inconformes con la tarifa impuesta por el CEA, a abrir una reja que está en el predio en disputa. Fue una jugada política sucia, utilizando a los inconformes, para arrebatar a Las Casitas, en los hechos, ese terreno en disputa.

Son varias las interrogantes que surgen a partir de este nuevo punto de acceso a la bahía, empezando por que implica complicaciones para el control de accesos a los nados y tiene problemas logísticos porque el acceso a la costa es en un lugar pedregoso y sin playa desde donde los visitantes tienen que caminar a la bahía.

Llama la atención que el discurso del Sr. Bernal fue su supuesta preocupación por la privatización de la playa y su interés por el hambre de la gente de Akumal.

Parece ridículo que alguien que vive en el bunker de Puerto Aventuras nos venga a hablar de privatización de las playas. También es ridículo decir que “primero está el hambre de la gente y luego las tortugas”. Primero, porque en Akumal no hay nadie que se muera de hambre. Aquí no estamos en Oaxaca, Chiapas o Guerrero. En Quintana Roo hay gran inequidad y marginación social que afecta a comunidades rurales y asentamientos irregulares suburbanos, pero no hay hambre y menos en Akumal.

Por otra parte, es una visión antropocentrista insostenible eso de que la especie humana debe estar por encima de todas las demás.

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