RUSIA 2018 | Francia se corona campeona del mundo del balonpié 20 años después derrotando a Croacia 4 a 2

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Mbappé marca el cuarto gol para Francia.

 

Mbappé marca el cuarto gol para Francia.

 

MADRID, ESPAÑA.- Francia gana su segunda estrella. Una generación de talento descomunal se lleva el Mundial que empezó a ganar la tarde en que fulminó a la Argentina de Messi. Se vio entonces que semejante despliegue de facultades no tendría oposición, difundió esta mañana dominical el diario madrileño ABC.

El inicio del partido fue similar al Francia-Argentina y a Francia-Bélgica, así que Croacia agarró la pelota, la iniciativa y el partido. Comenzó atacando por donde lo hacía a Bélgica en la segunda partido: subidas de Strinic (una exigió la defensa de Mbappé en el área) o de Perisic por su banda izquierda. Había algo parecido a una regularidad: Modric iniciaba el juego venciéndose a la derecha, atraía rivales y el balón pasaba a la banda contraria. Definitivamente, Croacia empezaba mejor el partido. Mandzukic estaba muy atento a la presión sobre Matuidi y Kanté, los puntos débiles del primer juego francés, y en la media Pogba no aparecía como contra Argentina. Francia apareció con una jugada de Mbappé en el 17. Un regate a Strinic que le precipitaba en al área. Recordaba a su inicio contra Argentina, pero era solo una jugada y un regate en un espacio más corto.

Francia no iba directamente a por el partido, algo que no ha necesitado en el Mundial. Sin el balón, tenía a Mbappé, que no aparecía como contra Argentina, pero que en el 17 ya dejaba seco a Strinic con un regate en el área, y tenía el plan B, el balón parado, tan útil contra Uruguay o Bélgica. Así, en el minuto 18, Griezmann se inventó una falta al borde del área que Brozovic no cometió. Para unos será un piscinazo, para otros un ardid de genio, según filias y fobias, pero de esa falta cuestionable, sacada por él, llegó el primer gol. La botó Griezmann con clase e intención y Mandzukic la peinó en autogol.

Con 1-0, sin embargo, nada cambiaba demasiado. Francia seguiría en posición de contragolpe y Croacia atacando con más empeño, con las líneas un poco más arriba. Lo de Deschamps era un «Francenaccio», el poderío físico de su macizo central de mediocampistas. Croacia siguió a lo suyo con un fútbol que podría resumirse en la expresión de enajenada pasió de Mandzukic. La cara de un ciclista obsesionado, la cara de un deportista en trance; y en el 28 empató, de nuevo en un balón parado. Un saque de falta con estrategia que buscó el segundo palo a Vrsaljko, el toque de Mandzukic, otro tercer toque hasta Perisic, que recortó y batió a Lloris.

Perisic estaba siendo de nuevo la estrella croata, un jugador potente, frenético, con presión, agresividad, velocidad y gol. El partido tuvo unos minutos curiosos ahí porque Francia dudó. Se quedó a medias entre la presión y la espera, por un momento fuera de sí, y Croacia desplegó un juego aún más vibrante y decidido.El Francenaccio era poco argumento, y Rakitic, Brozovic y Modric se imponían a un destartalado mediocampo francés, con Pogba desaparecido. La pelota era suya en un 60%, y también las mayores ocasiones.

Protestas croatas

El único argumento francés de inquietud eran los balones a Mbappé, bien vigilado por Vida, y, de nuevo, la amenaza del balón parado. En el 34, otro saque de esquina iba a cambiar el partido de nuevo. El balón tocó en Perisic o lo tocó Perisic, esa era la duda, y las protestas croatas encendieron el VAR. Perisic tocaba la pelota en el salto, con un gesto de esconder la mano. La voluntariedad no era clara. Las dudas del árbitro eran evidentes cuando volvía al vídeo a revisar el lance, pero acabó señalando el penalti y Griezmann no lo falló.

El 2-1 tampoco cambió a Croacia. Siguió a lo suyo. Sacó amarillas al rival y acabó la primera parte creando peligro en un par de saques de esquina.

Antes de la segunda parte dos cosas venían a la cabeza: Croacia llevaba tres prórrogas encima, el equivalente a un partido más, y Francia se impuso físicamente a todos sus rivales en las segundas partes. Sin miedo al hundimiento, Croacia salió enrabietada. Llegaba algo forzada, con cambos rápidos del juego de banda a banda. En Francia, Mbappé se soltaba de la marca en el 51. Su impacto en el Mundial ha ido más allá del partido de Argentina. Su impacto ha sido permitir que Francia pueda defender en su campo y con 10 por detrás de la pelota. Con espacio y Mbappé no necesita más.

Hubo en los primeros minutos de la segunda mitad más evidencias del colapso francés en la media. No solo Modric y Rakitic, también Brozovic se imponía. Por eso Deschamps retiró a Kanté por Nzonzi. Parecía un insulto al método, pero es que la pelota le era necesaria a Francia. La pelota le era necesaria aunque fuera para enviársela a las carreras de Mbappé.

Eso ocurrió en el 54, Pogba, por fin liberado, lanzó un pase largo (de los que mandaba contra Argentina) al espacio para Mbappé, el primer rechace fue para Griezmann y el segundo para Pogba, que chutó con la derecha primero y luego con la izquierda para hacer el tercero. Pase, llegada, zurda, diestra, el talento de Pogba se impone al propio Pogba.

La devastación de Mbappé en medio de la agonía valiente de Croacia no acabaría ahí. Poco después, Hernández le dejó un balón al borde del área, que el 10 francés, el 10 del Mundial, justó al palo. El 4-1 era injusto con el partido, pero no con el talento francés.

Error de Lloris

El partido reavivó por un error de Lloris que más que relajado le daba al Mandzukic el 4-2. Era un error peor que un Karius y dejaba solos a Courtois y Pickford como porteros del torneo. Deschamps metió a Tolisso por Matuidi, es decir, más control del balón para unos minutos raros en los que Croacia podía engancharse a la final. Porque bastó ese gol de Mandzukic para que Croacia volviera a darlo todo, ya con Kramaric dentro. En esos minutos, Modric dio un recital extenuado como quien dirige una orquesta que sabe que se hunde. Crocia no dejaba de hacer sonar, cada vez con menos fuerza, la misma melodía arrebatada.

Croacia juega con los ojos fueras de las órbitas, la mirada fija. Pero el partido acabó sin más agitación. El Mundial del VAR, de las prórrogas, de los sustos y las sorpresas, acabó como era de esperar, con el esfuerzo croata convertido en un noble homenaje al talento francés, un talento francés y también africano, de muchos sitios, que convierte a Francia en campeona del mundo 20 años después. Dos títulos, como Uruguay y Argentina. Esos barrios y villas que rodean París, La Isla de Francia, están convirtiendo a Francia en la nueva potencia futbolística.
Las carreras de 60 metros de Mbappé, la zancada indefinible de Pogba, la inteligencia de Griezmann para subordinarse o Kanté, robando como un ingenio de Boston dymanics, encuadrados en un sistema de prudencia italianizada de Deschamps, enlace con aquel equipo del 98 que marcó el cambio de siglo. (ABC)

 

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