Que Graciela Saldaña se ha vuelto insoportable.
La diputada federal electa siente que nadie la merece, tras su sorpresivo triunfo del 1 de julio.
Parece que camina entre las nubes y castiga con el látigo de su desprecio a los que alguna vez osaron cuestionar su nominación.
Y para nada reconoce, ni el efecto Andrés Manuel López Obrador ni su manager Julián Ricalde.
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