El exgobernador de Quintana Roo, Mario Villanueva Madrid, se declaró culpable ayer de uno de los 14 cargos que se le imputaban en los Estados Unidos y que implicaban su presunta participación en actividades de lavado de dinero, mismas que habría realizado en acuerdo con otros cómplices.
La noticia ha causado sorpresa en el medio político nacional e internacional, sobre todo porque se trató de una declaración de culpabilidad por parte del exmandatario mexicano, extraditado al vecino país en 2010.
El que Villanueva Madrid se hubiera declarado culpable implicó poner fin al juicio que se le seguiría pero además, según se supo después, que se retiraran 13 de los 14 cargos en su contra.
Tal hecho permite especular respecto del trato que el ex Gobernador habría realizado con la fiscalía neoyorkina y que bien podría implicar la revelación de los nombres de quienes participaron en la “conspiración” para lavar dinero proveniente de actividades ilícitas.
Se sabrá, desde luego, con el tiempo, pero bien podría ocurrir que Villanueva Madrid hubiera decidido cooperar con las autoridades estadounidenses —a cambio de una sentencia benigna—, señalando a quienes participaron con él en esta operación de la cual se ha declarado culpable.
Más allá de eso, la declaración de Villanueva tiene implicaciones profundas para la política mexicana, pues constituye el primer caso en el cual se tiene certeza plena de que un político mexicano utiliza su cargo para actividades ilegales que le redituarían ganancias personales.
La pregunta es obligada: ¿es el de Mario Villanueva un caso aislado o constituye solamente el botón de muestra de una conducta que es regla en la vida pública de México?
La sociedad mexicana ha sospechado siempre de sus políticos y funcionarios. La prosperidad económica que acompaña a quienes pasan por el servicio público ha sido vista desde siempre como un signo de que nuestros personajes públicos no cuentan la honestidad entre sus virtudes.
Villanueva podría ser, en este sentido, un caso extremo, pues decidió ir mucho más allá de lo que tradicionalmente —suponemos— hacen nuestros políticos. Pero eso es sólo una especulación. De lo que no hay duda es de que la corrupción en México llega hasta los más altos niveles y eso lo demuestra el caso de este exmandatario.
Difícil resulta pensar que Villanueva Madrid se corrompió una vez que accedió al poder. Se antoja más bien pensar que buscó el poder justamente para poder realizar las actividades ilícitas que hoy lo hacen pasar a la historia como el primer mandatario estatal ligado al crimen organizado.
¿Cuántos individuos más como Villanueva se encuentran hoy en una oficina pública aprovechando las ventajas de su posición pública para delinquir en lugar de cumplir una función a favor de la sociedad?
De lo que no hay duda es de que la corrupción en México llega hasta los más altos niveles y eso lo demuestra el caso de este exmandatario. (Fuente: Vanguardia)