“Conocer lo peor no es siempre quedar libre de sus consecuencias; de todos modos es preferible a la ignorancia”. Isaiah Berlin
Utilizo para este artículo el mismo título que dio el Instituto Mexicano de la Competitividad (IMCO) a su más reciente análisis sobre la competitividad estatal en 2012, que lleva el sugestivo subtítulo “Del federalismo de la recriminación al federalismo de la eficacia”. Recordemos que al IMCO le interesa saber cuál es la capacidad de una entidad federativa para atraer y retener el talento y la inversión, y para ello ha construido un índice con 88 indicadores divididos en 10 factores de competitividad que miden desde aspectos jurídicos y de derecho, medio ambiente y finanzas públicas, hasta la vinculación con el mundo y la innovación de los sectores económicos. Veamos primero el contexto nacional.
Otro importante análisis sobre la competitividad nacional lo hallamos en la revista The Economist, cuyo último número trae toda una sección dedicada a México (noviembre 24), donde se señala que el desempeño económico de nuestro país ha sido altamente satisfactorio en los últimos años, pues México se ha convertido en el primer exportador mundial de televisores de pantalla plana, de Blackberrys, y ha aumentado su producción de autos y productos aeroespaciales, entre otros, con un crecimiento económico global que ha superado a Brasil y que de seguir la presente tendencia, hacia el 2018 seremos el país número uno en las compras que hace Estados Unidos al exterior, superando incluso a China. O sea que el escenario macroeconómico no es nada pesimista para México según la fuente especializada en estos temas aunque, claro, desde la óptica liberal de la revista, si queremos alcanzar las tasas de crecimiento del 6% se requiere superar la baja productividad que representan tanto los monopolios estatales (energía) como los privados (telecomunicaciones, televisión, cemento y alimentos y bebidas). Casi nada: tocar el corazón de los poderes del Estado (Pemex, CFE) y los fácticos (Telmex, Televisa, Cemex, Bimbo).
Resulta pues interesante ubicar el análisis del IMCO, que se refiere al desempeño de las 32 entidades federativas, en este panorama nacional donde destacan mayoritariamente aquéllos Estados que cuentan con industrias exportadoras basadas en modernas tecnologías y manufacturas de innovación. Son tres las entidades líderes en el concierto nacional: el Distrito Federal, Nuevo León y Baja California Sur, y lo hacen porque el 35% de su población económicamente activa cuenta con estudios universitarios (el promedio nacional es de 25%), porque su Producto Interno Bruto (PIB) per cápita es superior a 135 mil pesos (promedio nacional es de 83 mil pesos) y porque la inversión por trabajador asciende a más de 100 mil pesos (en tanto el promedio nacional es de 51 mil pesos). Nótese que Baja California Sur, que al unísono con Quintana Roo dejó la categoría de Territorio Federal, nos está superando en competitividad.
La mala noticia para nosotros es que Quintana Roo está ubicado con el mayor retroceso, pues pasamos de una posición del número 10 en 2008 al número 16 en 2010, un retroceso de seis posiciones, la mayor de las 32 entidades federativas. ¿Qué fue lo que pasó? O, para decirlo en los mismos términos del IMCO, ¿dónde quedó la bolita? Lo que pasó fue que el saldo de la deuda se incrementó de 2 a 6% del Producto Interno Bruto y nuestra tasa de crecimiento anual de ese mismo indicador, el PIB, pasó de 5% a 0%. ¡Dejamos de crecer económicamente! El indicador más delicado para nosotros es el que se refiere a la economía y las finanzas públicas, donde la deuda como porcentaje de transferencias federales pasó de 52% en 2008 a 176% en 2010. Otro indicador que nos mereció castigo fue el relativo al porcentaje de participación en elecciones en el factor de “Sistema Político Estable y Funcional”, que pasó de 52% en 2008 a 40% en 2010, lo que significa que hubo un retraimiento en la participación política en las pasadas elecciones para Gobernador del Estado.
Pero sin lugar a dudas lo más delicado del estudio que presenta el IMCO es el relativo a la deuda, que nos ubica junto con Coahuila como los Estados más endeudados del país con obligaciones financieras como porcentaje de transferencias federales muy por encima del promedio nacional (en Quintana Roo es mayor al 200% para el primer trimestre 2012 contra 59% del promedio nacional). Adicionalmente a ello, el IMCO enfatiza la opacidad en el manejo, pues de siete criterios para evaluar la transparencia de la deuda, nos ponen tache en cinco (no hay desglose en el saldo, en el pago de principal e intereses ni por crédito e institución bancaria, y tampoco hay información sobre las tasas y los plazos de contratación). Por último, me preocupa personalmente el tema de las brechas de eficiencia en educación, pues mientras en Jalisco y Puebla más de 70% de los estudiantes que entran a los estudios de preparatoria logran concluirla, en Quintana Roo dicho porcentaje es menor a 50%. Con la obligatoriedad de la educación media superior a nivel constitucional, este panorama representa sin lugar a dudas un gran reto para nuestras autoridades y para la sociedad en general, pues a final de cuentas es el futuro de los jóvenes el que está en juego.
Si nos centramos en el asunto de la competitividad entendida como la capacidad que tiene una entidad federativa para retener el talento y atraer la inversión, definitivamente debemos preocuparnos por este informe, y entonces tratar de hallar las claves para recuperar la posición de competitividad que logramos en años anteriores. En el breve resumen que revisé del IMCO, solamente aparece un dato alentador para Quintana Roo y se refiere a que pasamos de 1.4 médicos por mil habitantes en 2008 a 2.4 en 2010, casi el doble, lo que influye favorablemente en el subíndice de una sociedad incluyente, preparada y sana.
Los estudios independientes como este que elabora el IMCO cada dos años, son útiles para confrontar avances y evaluar las propias políticas públicas con las mediciones que aporta. En los escenarios previstos de una recuperación y un alentador crecimiento económico nacional, en nuestra región debemos poner atención en las variables que pueden ser de mayor impacto sobre el talento y la inversión, como la generación de patentes (que deben ser producto de los esfuerzos del sistema estatal de ciencia y tecnología), el grado promedio de escolaridad, la facilidad para abrir una empresa y el porcentaje de hogares con internet, entre otras. La inversión se atrae con talento, pero también con transparencia y con mejor educación. Allí es donde hay que esforzarnos.
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