CANCÚN, MX.- Una alerta por el avistamiento de un tiburón despejó por un lapso de diez minutos las aguas en playa Gaviota Azul y alrededor de 300 bañistas salieron despavoridos, aunque todo quedó en un susto y posteriormente los usuarios que retozaban entre las olas pudieron continuar disfrutando del mar el Domingo de Resurrección, día en que familias de cancunenses y turismo doméstico se volcó en los arenales de la zona hotelera.
Poco después de la una de la tarde, uno de los guardavidas que se encontraba al pendiente en Gaviota Azul se percató de la aleta de un tiburón cerca de la escollera, motivo por el cual, como medida preventiva, dio la voz de alarma y junto a sus compañeros conminaron a los bañistas a salir del agua.
Afortunadamente el animal se retiró tan rápidamente como apareció, motivo por el cual tras unos diez minutos de tensa espera, con cientos de bañistas observando las aguas a la expectativa, todo volvió a la normalidad y pasó muy poco tiempo para que los usuarios se olvidasen de la presencia del escualo.
En el resto de los balnearios públicos la jornada transcurrió con total normalidad y aunque a primeras horas la presencia de bañistas no era por demás representativa pese a que balnearios como Las Perlas reflejaban una buena afluencia de usuarios, pasado el mediodía el ambiente empezó a cambiar hasta el punto de que algunos arenales lucieron prácticamente hasta el tope.
El final de la Semana Mayor podía hacer pensar que la gran mayoría de los turistas nacionales que llegaron a Cancún con la intención de pasar estos días hayan retornado o estén a punto de retornar a sus lugares de origen, pese a lo cual las playas más populares entre la ciudadanía reflejaron una excelente presencia de bañistas, en tanto que otras frecuentadas por el turismo se vieron con una menor afluencia, como en el caso de Delfines y Marlin.
Playas tranquilas como Las Perlas, Langosta, Pez Volador y Tortugas, con sus aguas poco profundas, recibieron una mayor afluencia de infantes, puesto que los padres consideran que son mucho más seguras para sus hijos.
Y pasadas las tres de la tarde prácticamente no cabía un alfiler en los balnearios más populares.
Lo que provocó que un día más los automovilistas sufrieran lo indecible para poder dejar sus carros, en virtud de que los estacionamientos públicos se encontraban repletos, hasta el punto de que muchos usuarios optaron por colocarse sobre la ciclopista, en el pasto o en el primer sitio que encontrasen, hasta en doble fila, ocasionando molestias entre algunos usuarios que pretendían salir y se llevaban la sorpresa de que su unidad estaba bloqueada.
Situación similar se vivió en Tortugas donde, al igual que ha sucedido desde el pasado Jueves Santo, muchos vehículos quedaron estacionados a lo largo del camellón central, ante la notable falta de espacio.
Castillos y otras figuras elaboradas con la húmeda arena se encontraban por doquier a la orilla de la costa en los balnearios públicos más populares; los más pequeños chapoteaban con apoyo de salvavidas de todos tamaños, formas y colores, en tanto que otros más trajeron sus juguetes y muñecas favoritos, con los que disfrutaban plenamente inventando improvisados juegos.
Fueron muchas las familias que, por haber llegado más tarde a los balnearios donde existe este servicio, encontraron ocupadas todas las palapas rústicas que se ofrecen sin costo alguno a los visitantes, razón por la que buscaron acomodarse bajo árboles y arbustos, donde los hay, al igual que a la sombra de edificios y construcciones colindantes con la arena.
Algunos grupos trajeron sus propias hamacas, que al igual que durante toda la Semana Mayor, colgaron entre los árboles e incluso bajo las torres de los guardavidas, puntos donde se detecta un mayor espacio de sombra y la brisa no deja de soplar.
Familias enteras descendían de los camiones de ruta sin importarles el artero incremento aplicado por las concesionarias Autocar y Turicun llevando consigo “hasta el perico”, mientras que otras, cuyo presupuesto probablemente era mayor, solamente cargaban las tradicionales bolsas de playa con todos los artículos necesarios para pasar un día frente al mar, sin olvidar el bloqueador y las toallas.
Pasadas las dos de la tarde, cuando muchas familias que llegaron temprano optaron por regresar a sus hogares, los paraderos del transporte urbano estaban saturados de usuarios que esperaban sus respectivos camiones e incluso muchos de ellos tuvieron que viajar parados y hacinados en los pasillos.
En Tortugas, ante la complacencia del personal que atiende los restaurantes, todas las mesas, camastros y sombrillas se encontraban ocupados por familias enteras, parejas y grupos de amigos, tanto locales como nacionales e incluso turismo extranjero.
Sobre las mesas, además de los alimentos y bebidas que se sirven en los restaurantes, muchas personas dispusieron fiambreras y otros trastes llenos de comida de todo tipo que prepararon en sus hogares, a fin de ahorrar un poco, puesto que les resulta más económico pagar por una mesa que adquirir lo que van a consumir en las palapas con servicio de cocina.
También se observó una gran presencia de bañistas entre las rocas que se encuentran al final de la playa, mientras que las sombras que proyectan los árboles y muros eran aprovechadas por las familias que llegaron primero y tuvieron la oportunidad de elegir dónde acomodarse. (Fuente: Por Esto! de Quintana Roo)
Poco después de la una de la tarde, uno de los guardavidas que se encontraba al pendiente en Gaviota Azul se percató de la aleta de un tiburón cerca de la escollera, motivo por el cual, como medida preventiva, dio la voz de alarma y junto a sus compañeros conminaron a los bañistas a salir del agua.
Afortunadamente el animal se retiró tan rápidamente como apareció, motivo por el cual tras unos diez minutos de tensa espera, con cientos de bañistas observando las aguas a la expectativa, todo volvió a la normalidad y pasó muy poco tiempo para que los usuarios se olvidasen de la presencia del escualo.
En el resto de los balnearios públicos la jornada transcurrió con total normalidad y aunque a primeras horas la presencia de bañistas no era por demás representativa pese a que balnearios como Las Perlas reflejaban una buena afluencia de usuarios, pasado el mediodía el ambiente empezó a cambiar hasta el punto de que algunos arenales lucieron prácticamente hasta el tope.
El final de la Semana Mayor podía hacer pensar que la gran mayoría de los turistas nacionales que llegaron a Cancún con la intención de pasar estos días hayan retornado o estén a punto de retornar a sus lugares de origen, pese a lo cual las playas más populares entre la ciudadanía reflejaron una excelente presencia de bañistas, en tanto que otras frecuentadas por el turismo se vieron con una menor afluencia, como en el caso de Delfines y Marlin.
Playas tranquilas como Las Perlas, Langosta, Pez Volador y Tortugas, con sus aguas poco profundas, recibieron una mayor afluencia de infantes, puesto que los padres consideran que son mucho más seguras para sus hijos.
Y pasadas las tres de la tarde prácticamente no cabía un alfiler en los balnearios más populares.
Lo que provocó que un día más los automovilistas sufrieran lo indecible para poder dejar sus carros, en virtud de que los estacionamientos públicos se encontraban repletos, hasta el punto de que muchos usuarios optaron por colocarse sobre la ciclopista, en el pasto o en el primer sitio que encontrasen, hasta en doble fila, ocasionando molestias entre algunos usuarios que pretendían salir y se llevaban la sorpresa de que su unidad estaba bloqueada.
Situación similar se vivió en Tortugas donde, al igual que ha sucedido desde el pasado Jueves Santo, muchos vehículos quedaron estacionados a lo largo del camellón central, ante la notable falta de espacio.
Castillos y otras figuras elaboradas con la húmeda arena se encontraban por doquier a la orilla de la costa en los balnearios públicos más populares; los más pequeños chapoteaban con apoyo de salvavidas de todos tamaños, formas y colores, en tanto que otros más trajeron sus juguetes y muñecas favoritos, con los que disfrutaban plenamente inventando improvisados juegos.
Fueron muchas las familias que, por haber llegado más tarde a los balnearios donde existe este servicio, encontraron ocupadas todas las palapas rústicas que se ofrecen sin costo alguno a los visitantes, razón por la que buscaron acomodarse bajo árboles y arbustos, donde los hay, al igual que a la sombra de edificios y construcciones colindantes con la arena.
Algunos grupos trajeron sus propias hamacas, que al igual que durante toda la Semana Mayor, colgaron entre los árboles e incluso bajo las torres de los guardavidas, puntos donde se detecta un mayor espacio de sombra y la brisa no deja de soplar.
Familias enteras descendían de los camiones de ruta sin importarles el artero incremento aplicado por las concesionarias Autocar y Turicun llevando consigo “hasta el perico”, mientras que otras, cuyo presupuesto probablemente era mayor, solamente cargaban las tradicionales bolsas de playa con todos los artículos necesarios para pasar un día frente al mar, sin olvidar el bloqueador y las toallas.
Pasadas las dos de la tarde, cuando muchas familias que llegaron temprano optaron por regresar a sus hogares, los paraderos del transporte urbano estaban saturados de usuarios que esperaban sus respectivos camiones e incluso muchos de ellos tuvieron que viajar parados y hacinados en los pasillos.
En Tortugas, ante la complacencia del personal que atiende los restaurantes, todas las mesas, camastros y sombrillas se encontraban ocupados por familias enteras, parejas y grupos de amigos, tanto locales como nacionales e incluso turismo extranjero.
Sobre las mesas, además de los alimentos y bebidas que se sirven en los restaurantes, muchas personas dispusieron fiambreras y otros trastes llenos de comida de todo tipo que prepararon en sus hogares, a fin de ahorrar un poco, puesto que les resulta más económico pagar por una mesa que adquirir lo que van a consumir en las palapas con servicio de cocina.
También se observó una gran presencia de bañistas entre las rocas que se encuentran al final de la playa, mientras que las sombras que proyectan los árboles y muros eran aprovechadas por las familias que llegaron primero y tuvieron la oportunidad de elegir dónde acomodarse. (Fuente: Por Esto! de Quintana Roo)
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