Eran días de uno apenas con más de veinte, supongo se entiende qué quiere decir eso. Cuando las dificultades, todas, parecen resolverse fácilmente aun cuando la vida está en una gélida noche metida en un departamentito de estudiante de letras en Copilco… y estás sin cigarros. Cuando en ‘83 son las 2:23 de la madrugada, conseguir tabaco sólo es posible en una farmacia de Insurgentes, o hasta el Vips.

Una hueva; ¿y salir con el frío que pelaba afuera?, menos ganas hasta de abrir la puerta. Todo eso podía solucionarse, excepto lo de las llaves dejadas quién sabe dónde. ¿Cómo es que los objetos gustan de ocultarse así en momentos así? Y no aparecieron tras un rato obsesivo dedicado a su búsqueda. No podría salir. Había que aguantar que el Miguel Veterinario se apareciera a alguna hora, a ver cuándo.

Para entonces, andar como león enjaulado ya era actividad sin secretos, otros funambulismos de cronopio. Sin tabaco e insomne, uno repasaba opciones que a fin de cuentas acababan en la misma inmersión de siempre: un libro. Esa eriza madrugada la ansiedad llevó a Elías Canetti, que con tres estocadas me puso en claro qué debe hacer un artista auténtico en caso de tener 22:

 

Los tres imperativos del escritor verdadero:

1) Vivir entregado a su tiempo, ser su vasallo y esclavo, su siervo más humilde.

2) Tener la serena voluntad de sintetizar su época; una sed de universalidad que no se deje intimidar por ninguna tarea aislada, que no prescinda de nada, no olvide nada, no pase por alto nada ni realice nada sin esfuerzo.

3) Estar contra su época; no simplemente contra esto o aquello: contra la imagen general y unívoca que de ella tiene, contra su olor específico, contra su rostro, contra sus leyes.

 

¿¡Cómo no acceder a tal Destino… y estar sin tabaco!? Uno aunque fuera, para pulsar mejor la revelación. Y no podía salir; no salí, no fumé, me sentí mal y no amanecía, quedaba seguir adonde llevara el insomnio. Más al fondo de ese país, otra conclusión de Canetti sonaba al presagio del día:

 

El que quiera realmente encontrar algo nuevo debe evitar cualquier método de investigación (…)   El proceso originario se distingue por una libertad y una indeterminación absolutas”.

 

Aún ignoro si esa Conciencia de las palabras del anti profeta Elías, es la Verdad. Ahora sólo reubico su presencia a través de esta confesión sobre mi hábito malsano con el tabaco, que tanto me ha gustado y cómo la paso mal si no lo tengo. Vuelvo a leerlas con afecto porque saben bien. Las creo posibles –eso sí fumándome un delicado, con un café de ron, afuera llueve y se agradece: no hace frío. Son como léxicos de una mujer loca y libre, los de Rilke; retratos de Joyce y Dylan como perro adolescente, el desenfreno de Cortázar y García Márquez. Todo en blanco y negro –Paz decía: la realidad así se ve mejor. Indudablemente. Palabra de solterón, que se acuerda de Canetti y fuma como quien oye llover.

Playa Sur

marzo-abril 2013

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