Roberto Borge vive en un mundo de ficción y de simulación. Es casi el absurdo.

Esto no sería importante, cada quien tiene derecho a imaginarse en su mundo ideal, de no ser porque Borge, que transita del patetismo al ridículo, es además Gobernador de Quintana Roo y pretende imponer su irrealidad a sus gobernados.

Y eso debería de preocuparnos a todos porque Borge actúa como un verdadero mitómano: inventa historias y se atribuye una moral que en realidad resultan todo lo contrario de lo que hace y cómo se comporta.

En el mundo irreal del joven mandatario quintanarroense, la crítica periodistica, “para ser válida, necesita ser propositiva, mesurada, honesta, producto de una reflexión objetiva y profunda de los hechos”.

Es decir, si no es “propositiva, mesurada, honesta”, alecciona el Gobernador en un artículo que se publica hoy en El Periódico, “se torna banal, producto de la superficialidad, pero sobre todo en un ejercicio deshonesto, que parcializa los hechos, ajustándolos a los intereses de quien lo realiza, más aún cuando desahoga frustraciones y le imprime la marca de un hígado descompuesto”.

¡Menuda fantochada de Borge!

Borge, que tiene bajo su control a casi total a los medios en Quintana Roo con jugosos convenios de publicidad, se ha convertido en un emisario de la degradación de la política y de los políticos, y también del periodismo.

Si antes el PRI inmortalizó aquella frase de “no pago para que me peguen”, Borge le dio una vuelta más porque él sí paga, no sólo para que no le peguen, sino, además, para difamar.

Borge, el mismo que hoy pretende dictar lecciones de periodismo, es el que ha dictado líneas a medios y periodistas comprados para denostar, vapulear, y en el peor de los casos, calumniar a detractores políticos, a medios independientes y a voces críticas en Quintana Roo… y aún más allá de sus fronteras.

Y siempre hay periódicos y columnistas dispuestos a obedecer. Una pena.

Pero Borge, además, no ha dudado en patrocinar la impresión de líbelos como “La Razón” que se distribuyó de forma prófusa durante las pasadas campañas electorales para atacar y difamar a sus contrincantes

Y en redes sociales, mantiene en nómina a una caterva de achichincles dedicados a crear, de forma sistemática, miles de ‘bots’ (los ‘bebobots’, le llaman algunos) y otros engendros para insultar y atacar a todo aquel, sea periodista, político o simple ciudadano, que se atreva a emitir un comentario o crítica contra este Gobernador con aspiraciones de virrey.

A los periodistas que no puede sobornar, los amenaza o los atemoriza, o los persigue o provoca que los corran de sus trabajos como ha ocurrido, incluso, con corresponsales de medios nacionales.

Y aquí escribimos con la experiencia propia: Borge, practicamente desde el inicio de su administración, no ha dejado de perseguir y fustigar a Noticaribe con todas sus estrategias sucias sin importarle violentar la libre expresión y nuestro derecho a trabajar y a disentir.

Ha sido Roberto Borge quien ha intentado difamarnos e, incluso, desaparecer nuestra página, objeto permanente de ataques de denegación de servicio hasta el punto de obligarnos a abandonar nuestro servidor para refugiarnos en el servicio público de WordPress desde donde hace meses pudimos retomar nuestro trabajo.

Pelearse y amenazar a la periodista Lydia Cacho, quien lo llamó “regordete presuntuoso”, es sólo el último de los desfiguros de Beto Borge.

Como no sea en su discurso, la crítica y la tolerancia no son palabras que signifique algo para este Gobernador.

Pero nadie está más alejado de la realidad que aquel que no quiere verla.

Borge, pese la opinión que tiene de su propia persona, es el principal censurador en Quintana Roo. Y algo peor: aplica la censura con los recursos y las armas del Estado.

Un verdadero “emisario del pasado”, para usar la jerga política de otros años que se creían superados.

Es más, Borge, en realidad, es un difamador compulsivo.

Por eso, no deja de resultar patético que un personaje de esta catadura pretenda dar lecciones de periodismo, en un mensaje, ingenuo pero vil a la vez, contra los periodistas críticos que, ¡ah, infames ellos!, insisten en dar a conocer acciones y hechos que no le son favorables, pese a que por su naturaleza pública, deben estar sujetos al escrutinio ciudadano y a la crítica de los medios.

Y eso lo incluye a él, un Gobernador que debe ser objeto de revisión y crítica permanente porque en las leyes de México no se manda solo sino que le tiene que responder al pueblo, su verdadero jefe.

Y ante este escenario, ya sólo falta que Beto Borge inaugure una oficina para validar cuál crítica “es propositiva, mesurada, honesta” y cuál resulta, según sus parámetros, “asquerosa, destructiva, de hígado, tendenciosa y soez”.

No cabe duda que el mundo de caramelo de Borge es más amargo que la propia hiel.

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