CHETUMAL, MX.- La narcopista destruida por el Ejército Mexicano el pasado mes de diciembre del 2013, en el ejido Nuevo Tabasco, en las inmediaciones del municipio de Bacalar con el de José María Morelos, representa el más reciente intento realizado por el Cártel de Sinaloa para reactivar la narcoruta del sur de Quintana Roo bajo el comando de Joaquín “El Chapo” Guzmán Loera, quien fue detenido el pasado sábado en Mazatlán, Sinaloa, por elementos de la Armada de México.
El hallazgo de la pista clandestina también mostró la amplia capacidad operativa y logística con que cuenta la organización, puesto que además de realizar el raspado de un mil 500 metros lineales de terreno por 12 metros de ancho, con maquinaria pesada contratada de la misma compañía que rehabilitó caminos sacacosechas en la región con recursos de la SCT, se instaló un campamento bien equipado y avituallado para operar en ese sitio aislado de la selva quintanarroense.
La pista fue destruida el pasado 28 de diciembre de 2013 por elementos del Ejército Mexicano adscritos a la XXXIV Zona Militar, quienes a pico y pala cavaron zanjas de 50 centímetros de profundidad por un metro de ancho atravesando la pista, y además cortaron troncos que tendieron sobre el terreno, para impedir que el espacio sea utilizado para bajar avionetas en la clandestinidad.
La apertura de la narcopista al norponiente del ejido Nuevo Tabasco, municipio de Bacalar, a casi 170 kilómetros de Chetumal, ha sido el caso más llamativo de reactivación de la narcoruta del sur de Quintana Roo realizado por el Cártel de Sinaloa, luego del intento fracasado en el 2007 en la aeropista de Kohunlich, y, tras la detención del capo ocurrida el pasado sábado 22 de febrero, se convierte también en el más reciente intento realizado bajo el liderazgo directo de Joaquín “El Chapo” Guzmán Loera.
Además, junto con el intento efectuado en Kohunlich, esta narcopista queda como testimonio del alcance que llegaban a tener las operaciones del Cártel de Sinaloa bajo el mando de “El Chapo”.
No hay que olvidar que en el caso de Kohunlich, ocurrido en agosto de 2007, los narcotraficantes del Cártel de Sinaloa tuvieron la osadía de pretender bajar una narcoavioneta en la pista que es propiedad del gobierno del estado, que se encuentra ubicada a un costado de la zona arqueológica, y que sólo fue la oportuna intervención del Ejército Mexicano la que impidió que lograran su cometido.
Además de quedar frustrado el narcoaterrizaje, se logró la detención de una célula completa del Cártel del Sinaloa, integrada por Ricardo Gallardo Elizalde, Jorge Arturo Alvarado Palacios, Jorge Salinas Garza, Noé Gerardo Alanís Escalante, Juan Ramírez Tijerina, Sergio Daniel Sánchez Gil, Daniel Sánchez Martínez, Guillermo Sánchez Martínez y Francisco Javier Salas Villegas; que tenían cuatro camionetas, entre ellas dos Ram, una Toyota y una Windstar; nueve armas largas de uso exclusivo del Ejército Mexicano; 365 cartuchos de diferentes calibres, tres cargadores, placas de los estados de Quintana Roo y Oklahoma, así como seis equipos de radiocomunicación.
Antes de eso, en el 2005 se había tenido otro intento fracasado, también frustrado por la intervención del Ejército, en esta ocasión a través de la Fuerza Aérea, pues la persecución emprendida llevó a una narcoavioneta a intentar un aterrizaje forzoso en las inmediaciones del ejido El Gallito, ubicado en el actual territorio del municipio de Bacalar, maniobra que terminó en la muerte de los tres tripulantes y el decomiso de un cargamento de casi tonelada y media de cocaína.
Capacidad logística
Hasta diciembre del año pasado, esas eran las más recientes evidencias de las operaciones de trasiego de drogas realizadas por el Cártel de Sinaloa, bajo el comando de Joaquín “El Chapo” Guzmán Loera en el sur de Quintana Roo, pero la apertura de la narcopista que fue destruida por el Ejército Mexicano se tuvo otra muestra de las capacidades con que se mueve esta organización criminal en la entidad.
La pista clandestina de un mil 500 metros de longitud y 12 metros de ancho fue abierta en una zona selvática aislada y prácticamente despoblada, cerca del centro de la Península de Yucatán, en los límites entre el municipio de Bacalar, el municipio de José María Morelos y el estado de Campeche.
Para eso, Irineo Pérez Hernández, dueño del rancho “El Jarocho”, en cuyo interior se abrió la pista clandestina, y cuyo paradero se desconoce hasta el momento, contrató para esa tarea los servicios de la misma maquinaria que efectuaba una obra pública con recursos federales en el ejido Nuevo Tabasco, municipio de Bacalar, que consistía en la rehabilitación de un camino sacacosechas de 8 kilómetros, financiado por la Secretaría de Comunicaciones y Transportes (SCT).
Con esa maquinaria se abrió la brecha de 24 kilómetros que lleva de Nuevo Tabasco a la pista clandestina, se devastaron 10 hectáreas de selva y se rasparon y emparejaron un mil 500 metros lineales de terrenos por 12 metros de ancho, compactando 764 metros lineales del tramo para dejarlo listo para aterrizajes, en una zona selvática aislada y prácticamente despoblada, cerca del centro de la Península de Yucatán, en los límites entre el municipio de Bacalar, el municipio de José María Morelos y el estado de Campeche.
Hasta allí se llevaron también materiales y equipo para habilitar un campamento para los encargados de recibir las narcoavionetas que pretendían bajar, puesto que el Ejército Mexicano, al descubrir la pista en la víspera de la Navidad, encontró allí 25 bidones y 11 tambos en los que se contuvieron cerca de 2 mil litros de turbosina; llantas de refacción para aeronaves; cartuchos de calibres 9, .380 y 7.62 milímetros, estas últimas para armas AK-47, de las conocidas Cuernos de Chivo; e infinidad de herramientas y materiales de apoyo de los narcotraficantes.
Al extremo norte de la pista, entre los árboles, los delincuentes ya estaban construyendo cabañas rústicas, ya que se localizaron estructuras armadas con varas de los árboles de la zona, a las cuales al parecer les pondrían techos de lámina de cartón y paredes de madera, y que presuntamente serían usadas como bodegas para almacenamiento de turbosina, refacciones y herramientas varias, pues precisamente se encuentra en la parte donde se encontraron los 25 bidones y 11 tambos con capacidad para contener cerca de 2 mil litros de turbosina, la mayoría vacíos, aunque algunos todavía tenían combustible en su interior.
Además, encontraron aproximadamente una docena de envases con agua purificada, comida seca, huevos, ropa, diversas maletas con artículos personales de los delincuentes, casi media docena de hamacas y pabellones.
También había tiras de tela camuflaje para evitar que las cabañas fueran detectadas en sobrevuelos de las autoridades militares; dos docenas de lámparas de mano de color azul, una docena de pares de pilas para las lámparas, un acumulador, carretes de hilo de mecate, platos, casas de campaña , sleeping bag, sillas portátiles, cables, conectores.
Otros equipos hallados son radios walking talking, con sus respectivos cargadores, torretas color rojo y naranja, un par de motosierras, rastrillos, martillos, machetes, barretas, neveras, un par de botas, dos culatas para armas, y decenas de cartuchos 9, .380 y 7.62 milímetros; películas de PVC para envolver paquetes con droga y cinta adhesiva.
Prácticamente estaban por concluir lo que sería su centro de operaciones para el trasiego de cocaína por aire, cuando el sitio fue descubierto por el Ejército Mexicano, debido a una alerta que se dio sobre el presunto desplome de una avioneta; y al parecer, el día que los militares arribaron a esa pista, en la víspera de la Navidad pasada, al menos una docena de hombres armados fueron sorprendidos y huyeron por el monte, pero sólo se llevaron sus armas, pues dejaron abandonadas todas sus pertenencias, incluso los cartuchos calibres 9, .380 y 7.62 milímetros, dos culatas, una fija y otra retráctil, entre ya mencionadas, así como las llantas de refacción para aeronaves.
Fue al mediodía del sábado 28 de diciembre del año pasado, cuando agentes y peritos de la Procuraduría General de la República (PGR) ya habían recabado las evidencias de que ese lugar sería utilizado como centro de operaciones aéreas del narcotráfico por el Cártel de Sinaloa, cuando el Ejército Mexicano procedió a la destrucción de la pista y de esta manera evitar que sea usada posteriormente como tal, además de que quedó custodiada por efectivos militares.
Debido al pésimo estado en el que se encuentra el camino de acceso, no se pudo ingresar maquinaria pesada, pues es la única brecha que existe para llegar a la narcopista; por ello, elementos del Séptimo Regimiento de Caballería Motorizada, adscritos a la XXXIV Zona Militar, se dieron a la tarea de inutilizar la pista a pico y pala.
Para eso, excavaron enormes zanjas de aproximadamente 50 centímetros de profundidad por un metro de ancho en toda la narcopista, además de cortar troncos y cruzarlos a lo largo y ancho de la extensión, a fin de que no fuera utilizada para aterrizar narcoavionetas.
Conforme a la última información obtenida de la XXXIV Zona Militar, a cerca de cumplirse dos meses de su destrucción, en esas condiciones se encuentra la narcopista de Nuevo Tabasco, la que queda como testimonio del más reciente intento de reabrir la narcoruta área del sur del estado realizado por el Cártel de Sinaloa todavía bajo el mando de Joaquín “El Chapo” Guzmán Loera. (Fuente: Por Esto! de Quintana Roo)