Roma consagra a Novak Djokovic, definitivamente renacido a solo dos semanas del inicio de Roland Garros, mucho más que una victoria en el Foro Itálico porque le impulsa con vistas a París y porque de paso le da un doloroso golpe a Rafael Nadal. En una final de angustias y vaivenes, Djokovic remonta y se impone por 4-6, 6-3 y 6-3 para coronarse en el Masters 1.000 italiano.

Tanta noticia hay en la victoria de Djokovic como en la derrota de Nadal, a quien le atormenta la estadística porque vuelve a recordarle que su bestia negra ha vuelto. El español lleva ya cuatro tardes seguidas sin superar a su enemigo íntimo y lo peor es que esta vez sucede en tierra, en su tierra. Después de Pekín, la Copa de Maestros de Londres e Indian Wells, tropezón en Roma con consecuencias desconocidas.

Duele porque Nadal necesitaba de forma imperiosa el título para desquitarse de una vez por todas. Ganó hace una semana en el Mutua Madrid Open, pero lo hizo de forma extraña (lesión de Nishikori en la final) y no ratificó como quería su evolución. Y en Roma sucede tres cuartos de lo mismo. Después de una semana agónica, salvando duelos sobre el alambre contra Gilles Simon, Mikhail Youzhny o Andy Murray, se liberó en semifinales contra Grigor Dimitrov y le faltó rematar la faena en el momento decisivo.

Le frenó en seco Djokovic, eterno competidor que jamás se da por vencido. El número dos del mundo, que suma 820 puntos (Nadal pierde 400), se creció después de un primer set en el que estuvo desconectado, un enorme listado de muecas y golpes con la raqueta en el banquillo porque no soporta que el marcador le dé la espalda.

En el capítulo 41 de una saga interminable, el pulso más repetido de la historia del tenis, Nadal se desquitó con un inicio prometedor. El zurdo recordaba sus tres últimos enfrentamientos con Djokovic y en menos de media hora ya había hecho más que en esos precedentes. Firme desde el fondo de la pista, se puso con 4-1 y saque, dos breaks de ventaja para poner tierra de por medio.

Para entonces, ya tenía a Djokovic superado, llamativamente fallón en tres cuartos de hora de imprecisiones. Y eso que rompió el saque de Nadal en el sexto juego y casi vuelve a hacerlo en el octavo en un arreón. Pero con 0-40, el español se defendió y jugó a la perfección para apuntarse después el primer parcial. [Narración y estadísticas]

Fue sensacional la reacción del serbio, una exhibición de golpes y gritos jaleados por su enérgico palco en el que ahora se sienta Boris Becker. Cuando Djokovic se desmadra, es prácticamente imposible frenarle y se apuntó 12 de los 14 primeros puntos para escaparse hasta el 3-0.

Por mucho que Nadal se reactivara y recuperará el saque perdido, lo entregó de mala manera otra vez en el sexto juego con una doble falta y quedó todo a expensas de un tercer set vibrante, desenlace previsible al que Djokovic llegó con más impulso y confianza después de enlazar 18 ganadores por sólo tres de su rival.

No hay nada que reprochar a Nadal, impecable su entrega cuando estaba prácticamente sentenciado. Salvó como pudo el 3-0 y luego estalló cuando niveló la pelea hasta el 3-3 en un impagable ejercicio de amor propio, soberbio tenista al que jamás se le puede dar por muerto. Pero después de hacer lo más difícil, resbaló de forma irreparable en el séptimo juego. (Fuente: ABC.ES)

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