«Ahora parecen mochos», dice una mexicana de su pareja presidencial. Mocho es mojigato. Pero las peripecias de Enrique Peña Nieto (47) y Angélica Rivera (44) tienen más pegada que el guión de una telenovela. Sospechas de asesinato, de palizas, hijos fuera del matrimonio… Pero todo esto fue antes de llegar a Los Pinos. En el capítulo anterior.
Se casaron el 27 de noviembre de 2010 y Peña Nieto llegó a la Presidencia el 1 de diciembre de 2012 (ahora tiene un 40% de aprobación). La historia de amor comenzó en 2008. Recién separada de su marido, José Alberto Castro, hermano de Verónica Castro y productor de Televisa, la conocida actriz de telenovelas fue contratada como imagen de la campaña «300 compromisos cumplidos», es decir, como imagen de Peña Nieto, que era el gobernador del Estado de México. Como Pantoja y Julián Muñoz. En 2008, acabada la campaña, se les empezó a ver juntos. Él era viudo; ella estaba separada (luego, anulada).
Había estado 16 años con su marido, época de sus famosas telenovelas (de «Destilando amor» se quedó con el apelativo de Gaviota). Sobre el romance, dijo que en la vida nadie le había movido la silla para que se sentara. Peña Nieto, detallista y priísta, la tenía encandilada. Para que luego llegara Laura Zapata, actriz y hermana de Thalía, y soltara que le pegaba. Que le había propinado «una severa golpiza». Zapata era partidaria de la candidata del PAN. Luego se desdijo: «No afirmo nada porque no estuve ahí». Aunque no reculó del todo: «Un hombre que traiciona a su familia y tiene hijos regados por todos lados hace sufrir a la mujer que le ofrendó su cuerpo». Ofrendó. Peña Nieto había reconocido los líos extramatrimoniales y lo de los dos hijos (uno muerto de cáncer).
No solo era viudo. Además había sospechas sobre la muerte de su mujer, Mónica Pretelini. En una entrevista de 2009, Jorge Ramos le preguntó cómo murió su esposa. Parecía Cospedal en diferido: «Mira, pues en su momento se dio la explicación. Fue algo… intempestivamente. Ella llevaba dos años de tener alguna enfermedad… parecida a lo que era… estertores, este… Eh…». Posteriormente resultó más claro, también con Ramos en Univisión: «Fue un lapsus. Mi esposa sufría de ataques de epilepsia y eso había derivado en una insuficiencia cardiaca». Y Ramos: «Me piden en Twitter que le pregunte si usted tuvo algo que ver». Que no, claro. Un documento médico certificaba que su mujer murió de un «paro cardiorrespiratorio tras crisis convulsiva el 11 enero de 2007».
Peña Nieto es coherente porque tiene lapsus con la muerte de su mujer y con los libros que (no) ha leído. Un reportero tuvo, en 2011, la ocurrencia de preguntarle por sus tres libros favoritos: «Pues he leído varios, desde novelas, que me gustaron en lo particular. Difícilmente me acuerdo del título. La Biblia es uno. La Biblia en algún momento de mi vida y algunos pasajes bíblicos… Leería algo que seguramente mi vocación por la política alentaba este espíritu. La silla del águila, de Krauze». Es de Carlos Fuentes.
Sobre las presuntas palizas, en mayo de 2013, Angélica Rivera dio una entrevista a la edición mexicana de «¡Hola!» donde las desmintió achacando las acusaciones a gente que quiere hacer daño. También decía que ropa (obra de Benito Santos) es para que «volteen a ver a México en el extranjero». Pero es más entretenido voltearse con los cuentos pasados. (Fuente: ABC)