No hace mucho tiempo, el ex presidente de la poderosa Asociación de Hoteles de Quintana Roo, Abelardo Vara Rivera declaró a la agencia Reuters que “en Quintana Roo del tamaño de la obra a construir es el portafolio con dinero que había que darle a los políticos para poder llevarla a cabo” sic.
Sí, la corrupción es el pan de todos los días, aquí y allá, la avaricia, la mala planificación, la desmedida ambición es el motor con el que mueven intereses y mecanismos de inversión para desarrollar destinos turísticos.
Los problemas más evidentes de estos males están a la vista. Yucatán no es la excepción.
Comparto la idea de que Yucatán necesita competir con otros destinos turísticos de igual a igual, porque cuenta con maravillas arqueológicas, vestigios arquitectónicos en sus haciendas y fincas, en sus pintorescos poblados con sus costumbres y tradiciones, con sus parques ecológicos, museos, gastronomía y folklores únicos y afamados y una capacidad humana probada a lo largo de un siglo como prestadores de servicios.
La calidad y calidez de los yucatecos es siempre elogiada y merecida en su quehacer turístico, el buen nombre de Yucatán es ampliamente reconocido dentro del sector de la industria sin chimeneas.
Pero, todo ello envuelto en seda solo queda en una estampa si no de cuidan los detalles mínimos de protección al turista, si los prestadores de servicios no tienen la posibilidad de capacitarse, mejorar y atraer una mayor oferta económica y se atienden a políticas públicas que mantengan las proporciones de una experiencia memorable para un viajero, pero una experiencia única para el servidor turístico.
Los problemas se han multiplicado y si en entregas anteriores hemos señalado el problema gravísimo del turismo sexual infantil en la zona peninsular, también son notorios muchos otros problemas que se van magnificando fundamentalmente por que la autoridad no cumple debidamente con un seguimiento y acciones directas a resolver estos problemas.
El trabajo infantil es uno de esos tantos lunares que se aprecian con mayor impacto entre el quehacer de los servicios turísticos y son notorios estos problemas en el centro histórico de la ciudad de Mérida, en las avenidas principales, en las zonas de vida nocturna, en las plazas comerciales, en los paradores turísticos, es las zonas de transporte, parques públicos y hoteles.
La legislación estatal de Yucatán ha establecido mecanismos para que la autoridad actúe ante estos problemas, pero no pasa nada, miles de menores de edad son explotados muchas veces por parientes, otras veces por la necesidad de un recurso para subsistir y las autoridades brillan por su ausencia.
Cifras del Inegi estiman que unos 55 mil niños, niñas y jóvenes trabajan en Yucatán, el problema se magnifica cuando estos menores de edad no tienen supervisión, cuando deambulan por la ciudad en horas de la madrugada vendiendo productos, cuando tienen que sujetarse a horarios y sitios inseguros, cuando tienen que ser sujetos de actos donde pueden ocurrir accidentes y no tienen medidas preventivas de seguridad.
Y volvemos a preguntar ¿Por qué se mantienen estos problemas? ¿Qué autoridad o autoridades son las responsables de establecer mecanismos de protección, seguridad y cuidado del sector infancia? ¿Por qué seguimos viendo decenas de menores vendiendo flores, chicles, cigarros, artesanías, bisutería en las calles de Mérida? ¿Por qué empresarios y responsables gubernamentales del sector turístico no hacen algo al respecto? ¿Es que será agradable, folklórico o pintoresco ver a estos infantes trotar por las calles intentando ganarse unos pesos?
Todos los días se escuchan y cacaraquean noticias y fotos donde se anuncian programas para atención de infancia, pero la realidad es que no se cumplen o no se generan las respuestas completas porque los problemas continúan y porque cada vez es más notorio el problema de niños explotados.
La respuesta debe de darse de ambos sectores, tanto la iniciativa privada, como el sector gubernamental, estatal y municipal debe actuar o tendrían que haberlo hecho desde hace mucho tiempo, para terminar con estos malos ejemplos de explotación infantil, pero sobre todo de alto impacto a la imagen turística del estado de Yucatán.