Unos cien mil millones de neuronas, con unas tres mil conexiones por célula suponen 100 millones de sinapsis en nuestro cerebro. Un número superior al de estrellas en la galaxia, como explica el profesor Samuel Norman, que interpreta el oscarizado Morgan Freeman. Uno de los pocos datos científicos que ofrece «Lucy». El resto son licencias cinematográficas que hacen que los 90 minutos que dura pasen volando, como algunos de sus personajes. La película arrasa en las taquillas y está ya entre las que más beneficios han dejado a Besson.

No sólo ha acaparado la atención de los espectadores, atraídos por «los superpoderes del cerebro», sino también de la prestigiosa revista «Nature Neuroscience», que dedica a su argumento un editorial. «Lucy se basa en la premisa de que habitualmente solo utilizamos el 10% del cerebro y que, si de alguna manera se pudiera aprovechar el 90% restante, se desbloquearían poderes sobrehumanos», resalta. Es un excelente ejemplo, continúa, de cómo «algunas ideas sobre el cerebro, por muy erróneas que sean, gozan de gran longevidad y atractivo popular». Pero «como muchas películas de Hollywood, no pretende basarse en hechos científicos y está destinada a entretener más que a educar».

Ese interés que reflejan las taquillas, y que podría despertar la envidia de muchos científicos que tratan de dar visibilidad a su trabajo, «es una evidencia de la atracción que despierta la neurociencia. Los neurocientíficos no deberían dudar en aprovecharlo para colaborar más con los cineastas y proporcionarles argumentos alternativas que se basen en hechos científicos», indica la revista.

Desmontando a «Lucy»

El mito de que solo utilizamos el 10% de cerebro surgió en los primeros años del siglo pasado. Su popularidad es sólo comparable a la de otro muy extendido, en el que se basaba un divertido anuncio.Tenemos un lado racional y analítico, localizado en el hemisferio izquierdo, y otro más creativo, situado en el hemisferio derecho.

En las dos últimas décadas la neurociencia ha dado pasos de gigante. Gracias a las técnicas de neuroimagen se ha abierto una ventana para la observación del cerebro «en vivo y en directo», que ha desmoronado viejas creencias. «Lo de usar solo un 10% del cerebro es algo impreciso que la neurociencia no considera en el sentido de que haya recursos neurales que no se utilizan. Lo que sí se sabe es que cuando faltan partes del cerebro, por lesiones o malformaciones congénitas, el resultado es un peor funcionamiento. No parece que haya nada que sobre o que no se utilice», señala Francisco Claro Izaguirre, profesor titular de Psicobiología de la UNED.

Es más, en las imágenes obtenidas del cerebro, ninguna zona del cerebro carece de función ni está permanentemente inactiva, ni siquiera mientras dormimos. Incluso durante el sueño el cerebro lleva a cabo tareas tan importantes como consolidar la memoria.


Presión evolutiva

La evolución también parece desmentir ese manido argumento:«El cerebro se estaría utilizando al máximo de su capacidad, de forma óptima dada la historia de la especie. Si no fuera así, la presión evolutiva habría ido hacia una mayor utilización y no al aumento de tamaño de la corteza cerebral, como ha ocurrido, lo que nos ha llevado a los humanos a tener una cabeza muy grande que dificulta el parto. Otra consecuencia es la lateralización de funciones en un solo hemisferio para dejar sitio en el otro a otras funciones», resalta Claro.

Otra razón «de peso»:con su kilo y medio, el cerebro supone el 2% del peso corporal. Pero consume nada menos que el 20% de la energía del el organismo. Mantener el 90% de sus células inactivas sería un coste desmesurado desde el punto de vista evolutivo.

Tampoco es un avance tener un control absoluto de todo, y menos del metabolismo, como en la película, explica:«En el cerebro no todo está conectado con todo. La consciencia y el control voluntario conectan sólo con algunas funciones que, una vez aprendidas, como las destrezas motoras de un músico, se automatizan y se hacen subconscientes, liberando esos recursos para otras funciones, como hacer música. ¿Qué sentido tendría tener el control voluntario de la temperatura corporal, el latido del corazón o del pH de la sangre, salvo quizá ahorrarse el turismo eutanásico a Suiza?», apunta.

Este experto sugiere que los supuestos “superpoderes” de Lucy que vemos en la película no serían más que el delirio que experimenta la protagonista después de que la droga que lleva oculta en su estómago pase accidentalmente a la sangre.

Besson asegura que su argumento es creíble y avalado por algunos científicos. Entre ellos el neurólogo Yves Agis, uno de los fundadores, junto con el propio cineasta, del «Instituto del cerebro y la médula», de París. Sin embargo, Agis reconoce que le tocó «poner el freno a su creatividad con algunos hechos. No fue nada difícil, Luc lo entiende todo con extrema rapidez».

El neurólogo, señala la nota de prensa de la productora, “ayudó a Besson a andar en la cuerda floja que separa la realidad teórica de la imaginación, y empezó a darse cuenta de que la creatividad del cineasta no estaba tan alejada de la verdad científica”. “Es lo que más me gusta de la película, los hechos reales”, resalta Agid. “Por ejemplo, se habla de la cantidad de células en el cerebro, del número de señales que produce una célula cada segundo. Al utilizar estas cifras, Luc imprime una dinámica fascinante a la historia. Desde luego, cuanto más avanza la película, más se ficcionaliza, y así debe ser. Pero es perfectamente creíble porque, en parte, está basada en la realidad”. (Fuente: ABC)

Y AQUÍ UNA PARODIA DE ‘LUCY’, POPULAR EN YOUTUBE

Comentarios en Facebook