Por fin ha llegado el día en el que Hillary Clinton ha dado el paso definitivo y ha anunciado su intención de convertirse en la candidata del partido demócrata para conquistar la Casa Blanca en 2016. Atrás quedan años de especulaciones, de análisis de cada uno de sus gestos, de declaraciones sobre las que leer entre líneas y de polémicas que han hecho pensar que este día no llegaría.

Finalmente, y pese a lo que se esperaba, Clinton no ha anunciado su candidatura a través de las redes sociales, sino que ha sido su jefe de camapaña, John Podesta, quien ha hecho oficial su candidatura mediante un mail. «Es oficial: Hillary se presenta a presidenta». El mensaje revela además que comenzará la campaña en Iowa, «para hablar directamente con los votantes» en un evento previsto para el mes que viene que servirá de acto inaugural de la campaña. Minutos más tarde ha llegado el tan esperado vídeo de Hillary, que ha difundido, esta vez sí, a través de las redes sociales. En él anuncia que se postula como la «campeona» que necesitan los «americanos de a pie». «Voy a presentarme a presidenta. Los americanos de a pie necesitan una campeona y yo quiero ser esa campeona», ha afirmado en el mensaje de presentación del vídeo.

El siguiente paso ha sido la confirmación en su cuenta de Twitter, que ha cambiado de imagen por completo. En él repite ese mismo mensaje e incluye un link a su web oficial, que cuenta con una versión en español, un guiño evidente a los hispanos, cuyo voto suele ser determinante. El «tuit» contaba con más de 7.000 «retuits» en tres minutos:

Clinton se ha convertido así en la primera en hacer oficial su aspiración a la candidatura para las elecciones presidenciales de Estados Unidos en 2016 en el seno del partido demócrata, mientras que en el bando republicano ya lo han hecho Ted Cruz y Rand Paul. Además, se da por hecho que el exgobernador de Florida Jeb Bush se sumará próximamente a los aspirantes a la candidatura presidencial republicana, lo que, en el caso de que fuera elegidos, haría que el mundo volviera a ser testigo de un enfrentamiento Bush-Clinton.

De este modo, la que fuera primera dama (1993-2001) de Estados Unidos y más tarde secretaria de Estado de la mano de Barack Obama (2009-2013), ha dado ya el paso definitivo aunque realmente no haya sorprendido a nadie. De hecho, hasta se sabe dónde instalará el que será el cuartel general para su campaña presidencial: en el distrito neoyorquino de Brooklyn, según ha adelantado ya el diario «Político». Concretamente, el equipo de Clinton ha alquilado las oficinas en el edificio 1 Pierrepont Plaza, en el barrio de Brooklyn Heights, y ocupará dos pisos de esta torre. Es una de las áreas mejor conectadas de Brooklyn y cuenta entre sus inquilinos con la firma de inversiones Morgan Stanley y la Fiscalía Federal del Distrito Este de Nueva York.


Superar las polémicas

El momento en el que Clinton ha anunciado sus intenciones de cara a las presidenciales de 2016 puede decirse que es agridulce. Por un lado, la esposa del expresidente Bill Clinton es la clara favorita para ganar la nominación demócrata, ya que ninguna otra figura del partido se ha decidido a desafiarla —aunque el exgobernador de Maryland Martin O’Malley ha realizado acciones que apuntan a una posible candidatura— y la mayoría de los sondeos de los últimos meses muestran que cuenta con una importante ventaja sobre sus posibles rivales republicanos.

Sin embargo, por otro lado, en los últimos meses Clinton y sus gestiones durante su etapa como secretaria de Estado de EE.UU. se han visto, una vez más, cuestionadas. El pasado mes de marzo se vio inmersa en una polémica tras ser acusada de usar su e-mail privado, en lugar del correo electrónico del Gobierno, durante los cuatro años que estuvo en el cargo. Además, su equipo no entregó toda la correspondencia al Departamento como marca la ley. Estas acciones indicaron que podría haber violado los requisitos federales establecidos en relación al modo en el que los funcionarios deben hacer uso de su correspondencia. Para salir del paso, Clinton se sirvió de Twitter para anunciar que había pedido al departamento que publicara todos los correos electrónicos de esos cuatro años y, aunque admitió que se había equivocado, lo justificó alegando que lo hizo por «razones prácticas».

No es la primera vez en la que se ha visto obligada a justificar su papel. Su imagen se vio deteriorada por su gestión del ataque en setiembre de 2012 contra el consulado estadounidense en Bengasi, Libia, que acabó con la vida del embajador de EE.UU., Christopher Stevens. Entonces logró sobreponerse y su popularidad siguió en aumento. También lo hizo cuando pasó a ser la esposa ultrajada del presidente, quien la engañó con una becaria, demostrando que, tras el perdón, para ella era posible seguir haciéndose con un hueco en la historia política del país, más allá de lo sucedido en su vida personal.

Coqueteo con los republicanos

Su compromiso con el mundo de la política viene de lejos. Nacida en Chicago (Illinois) el 26 de octubre de 1947, en el seno de una familia de religión metodista, en sus tiempos de estudiante simpatizó con los republicanos. De hecho, llegó a ser presidenta de las Juventudes Republicanas del Wellesley College, donde en 1969 se graduó en ciencia política. Fue su compromiso con la lucha por los derechos civiles de la población afroamericana lo que hizo que abandonara las filas republicanas en el año 1968 para ingresar en el Partido Demócrata.

Tras graduarse en derecho en Yale, comenzó a trabajar como abogada. En 1974 se mudó a Arkansas, donde un año después se casó con Bill Clinton. Con él se convirtió en 1992, gracias a su elección como presidente de Estados Unidos, en la primera dama de la nación. Durante esa etapa comenzó a destacar como artífice de una ambiciosa iniciativa destinada a universalizar el acceso al sistema sanitario del país. Este plan sanitario fue frenado en 1994 por el Congreso, pero puso de manifiesto que tenía un proyecto y un plan para Estados Unidos. Eso mismo es lo que ha vuelto a hacer ahora. (Fuente: ABC)

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