El guitarrista B. B. King, apodado el rey del blues, una de las mayores leyendas vivas de la música, ha muerto este jueves por la noche en Las Vegas, EE UU, a la edad de 89 años. El fallecimiento fue comunicado por su abogado a la agencia Associated Press.
King, nacido en Misisipí, era el último de una estirpe de bluesman surgida en los años cuarenta y cincuenta. Considerado un virtuoso de la guitarra de blues, paseó su guitarra Gibson, a la que apodaba Lucille, por escenarios de todo el mundo y tocó junto a artistas de todos los estilos, desde U2 a Raimundo Amador. A pesar de sus problemas de salud, se mantuvo en activo dando 300 conciertos al año hasta el pasado octubre, cuando se sintió enfermo durante una actuación. No volvió a actuar.
El pasado 7 de abril fue hospitalizado en Las Vegas por una deshidratación relacionada con su problema de diabetes. En octubre pasado había cancelado los ocho últimos conciertos de su gira, después de interrumpir el recital que estaba llevando a cabo en Chicago debido a la deshidratación y el cansancio. En ese momento, su representante reconoció que la leyenda viva del blues lleva 20 años luchando contra una diabetes de tipo II.
Piedra angular de la música popular del siglo XX, B. B. King fue algo más que un músico. Representó un modo de vida y de creación en EE UU. Era memoria. Nacido en el seno de una familia pobre, en una diminuta cabaña de un pueblo de Misisipí, su primera experiencia musical llegó a los 12 años cuando formó parte de un grupo vocal de gospel y el predicador le enseñó sus primeros acordes con una guitarra. Entonces, recogía algodón en una granja de la ciudad de Lexington. Luego, lo hizo en Indianola.
Tras duras jornadas laborales como conductor de un tractor, dedicaba las noches a tocar blues en las esquinas de la calle principal. Y rápidamente llegó a una conclusión: se ganaba más dinero con la guitarra que con el tractor. Con su famosa Lucille y un puñado de dólares en el bolsillo, se mudó a Memphis, donde a finales de los cuarenta y principios de los cincuenta desarrolló un estilo único: mezclaba el sonido rural del campo con la vitalidad eléctrica de la ciudad. Fue el sonido del blues moderno, que más tarde explotó en Chicago y marcó a toda la generación el rock’n’roll y grandes discípulos blancos como Eric Clapton o Mike Bloomfield. (Fuente: El País)