EL PARAÍSO DE LOS LEGIONARIOS
La Legión de Cristo goza de un poder desmedido en Cancún y varias poblaciones de Quintana Roo. La prelatura Cancún-Chetumal, a cargo de los legionarios desde 1970, ha servido a la congregación religiosa para refugiar a sacerdotes acusados de pederastia o para desterrar a algunas voces críticas dentro de su comunidad. También se han apropiado de terrenos públicos y proyectan construir una basílica que podría tener un fuerte impacto ecológico. Todo esto ocurre con la complicidad del Estado y bajo la siniestra presencia de su fundador, el fallecido Marcial Maciel, expone la revista Gatopardo en un reportaje imperdible del que publicamos un fragmento:
TEXTO DE EMILIANO RUIZ PARRA
Los Legionarios de Cristo siempre cuentan dos historias: una versión oficial —cargada de designios divinos— y una verdad disidente. Durante sesenta años la Legión sostuvo, por ejemplo, que Marcial Maciel —su fundador— era un santo en vida. Pero después tuvo que reconocer lo irrefutable: que había sido un pederasta, drogadicto, mitómano y había abusado hasta de sus hijos.
En la prelatura de Cancún-Chetumal, a cargo de los Legionarios de Cristo desde 1970, también se cuentan dos historias.[1] La versión oficial retrata la prelatura de Cancún-Chetumal como la abnegada evangelización del pueblo maya y de los cientos de miles de inmigrantes que poblaron el Caribe mexicano con el auge del turismo. Llegaron cinco sacerdotes legionarios y, 45 años después, se multiplicaron a 75. Encontraron siete parroquias y en menos de cinco décadas construyeron más de cincuenta. Y se adaptaron a uno de los crecimientos demográficos más acelerados del país, pues Quintana Roo pasó de menos de 90 mil habitantes a un millón 600 mil entre 1970 y 2015.
Sin duda, una parte de esa versión es cierta. Los números son reales y los legionarios gozan de influencia en la entidad. Algunos de sus sacerdotes se han entregado con convicción a sus labores religiosas, ya sea en comunidades indígenas o en barrios de trabajadores. Pero esa verdad oficial convive con la versión de los críticos de la Legión de Cristo, algunos de ellos, ex legionarios que conocieron las entrañas de la congregación y se han convertido en sus denunciantes más elocuentes.
Según la versión de los críticos, la prelatura de Cancún-Chetumal ha funcionado como una “Siberia tropical” para relegar a los elementos indeseables, ya fueran sacerdotes acusados de pederastia o elementos críticos con la línea oficial de la Legión de Cristo. Según ellos la prelatura se ha usado como un gran negocio, al ser explotada como un polo de bodas en hoteles de lujo.
En la historia oficial, el Vaticano les pidió a los legionarios encargarse de Quintana Roo en 1970 y “ni el profeta más santo […] se iba a imaginar la explosión demográfica”. Según la versión alternativa, que cuenta el ex legionario Pablo Pérez Guajardo, Maciel cabildeó la prelatura para los legionarios porque poseía información —debido a su cercanía con el secretario de Gobernación, y luego presidente, Luis Echeverría— de que el Estado mexicano invertiría grandes sumas de dinero para desarrollar un gran centro turístico en el Caribe.
La región ha vivido, según la versión oficial, “una frenética cruzada por dotar a la prelatura de templos dignos para el culto”.[2] La versión alternativa acepta este hecho, pero acusa a los legionarios de invadir áreas verdes y apropiarse de espacios públicos para construir iglesias. En su expansión, la prelatura contó con el apoyo de un empresario hotelero, Fernando García Zalvidea, que estuvo preso trece meses por lavado de dinero del Cártel de Juárez, y luego fue absuelto.
Este 21 de noviembre, la prelatura de Cancún-Chetumal cumple 45 años, todos ellos bajo el control de los Legionarios de Cristo, la congregación que fundara Marcial Maciel el 3 de enero de 1941 en un sótano de la colonia Juárez de la Ciudad de México. Los legionarios, ahora, emprenden dos obras monumentales: la construcción de la basílica de Santa María Guadalupe del Mar, un templo de 110 metros de altura que pretenden convertir en el ícono de Cancún, con un costo anunciado de unos doce millones de dólares; y un seminario de 57 millones de pesos con alberca olímpica y canchas de futbol y basquetbol y capacidad para cien seminaristas.
Los pederastas
Cuatro seminaristas se acercaron al sacerdote Juan José Vaca, director espiritual del seminario de Ontaneda, España. Le revelaron que el rector, el padre Jesús Martínez Penilla, se los había llevado a la cama y los había masturbado. Por las confesiones de los niños se deducía que los abusos llevaban ya dos o tres meses. Vaca de inmediato le informó a Marcial Maciel por teléfono… (REPORTAJE COMPLETO EN GATOPARDO)