Un grupo terrorista ha asaltado este viernes el hotel Radisson Blu, situado en la capital de Malí, Bamako, donde retiene a decenas de rehenes.
Según fuentes del grupo hotelero, alrededor de las 7 de la mañana, hora local, al menos tres individuos (algunos testigos elevan incluso su número a la decena) fuertemente armados se dirigieron al interior del alojamiento, uno de los más lujosos de Bamako, al grito de «Allahu Akbar» y tras superar el perímetro de seguridad en un vehículo con matrícula diplomática. De acuerdo con estas informaciones, los asaltantes habrían retenido a cerca de 170 rehenes (140 huéspedes y 30 miembros del personal) y se habrían producido tres muertes. No obstante, medios locales señalan que, a mediodía, 80 de los rehenes habrían sido liberados por las fuerzas armadas, quienes han iniciado una operación de rescate en el edificio.
Por su parte, miembros de seguridad citados por la agencia Afp, aseguran que los disparos se suceden en el séptimo piso.
El hotel, que cuenta con 190 habitaciones y disponía de un 90% de ocupación en el momento del asedio, sirve de encuentro habitual de expatriados, desde miembros de las embajadas locales, a personal de compañías aéreas.
Pese a que ningún grupo ha reivindicado el ataque, la acción armada se produce apenas días después de que el líder de la milicia islamista Ansar Dine, Iyad Ag Ghaly, hiciera un llamamiento contra Francia y sus intereses en Malí. De igual modo, los rebeldes del Frente de Liberación de Macina (FLM), dirigido por el yihadista Amadou Kouffa, se ha mostrado especialmente activos en los últimos meses en la región.
Ya el pasado agosto, el FLM asumió la autoría del ataque contra el hotel Byblos de la ciudad maliense de Mopti, en el que murieron trece personas.
En este sentido, resultan claves sus alianzas con «Al Murabitún», filial de Al Qaida encabezado por el argelino Mokhtar Belmojtar.
A comienzos de 2013, la operación Serval, liderada por el Ejército francés, fue lanzada en territorio maliense para frenar el avance de los rebeldes tuareg que se levantaron en armas en enero de 2012, con el apoyo del yihadismo regional.
Solo cinco meses después del golpe, en mayo de 2012, los rebeldes laicos del Movimiento Nacional por la Liberación de Azawad (MNLA) y los islamistas de Ansar Dine declaraban un nuevo Estado al norte de Malí. Pese a que ambas facciones siempre evitaron realizar cualquier mención específica sobre la participación (o no) en ese Gobierno de Al Qaida en el Magreb Islámico (AQMI), la biografía afectiva de Iyad Ag Ghaly, líder de Ansar Dine, no dejó entonces ningún lugar a la duda.
Dos meses antes, a finales del marzo de 2012, tras la conquista de la ciudad de Tombuctú, este líder islamista tuareg (apodado «el león del desierto») invitaba a una reunión de alto nivel a tres prominentes caudillos de AQMI -Mokhtar Belmojtar, Abou Zéid, y Yahya Abou Al Hammam- para analizar la configuración ideológica de la administración.
Crecen los conflictos internos
El historial de los implicados no era menor. El primero de ellos -apodado «Belaouar» o «de un solo ojo»-, fue el encargado directo de realizar, ese mismo año, una adquisición de armamento a gran escala procedente del conflicto de Libia, precisamente, para dinamitar el Sahel. Ya por entonces, Belmojtar dirigía uno de los principales batallones de AQMI en la franja de desierto que se extiende entre Argelia, Chad, Níger, Malí y Mauritania.
No obstante, aunque AQMI, continúa operando al norte de Malí, el operativo Serval permitió frenar a los terroristas. Posteriormente, en julio del pasado año, éste sería sustituido por otra misión, de nombre Barkhane. En ella, junto a Francia, toman parte Burkina Faso, Chad, Malí, Mauritania y Niger para asegurar la conflictiva región del Sahel.
Mientras, de forma paralela, las posturas entre los grupos ligados a Al Qaida y los rebeldes laicos tuareg del MNLA parecen haberse ido distanciando. Y su animosidad, en un continuo enroque por el control de la región de Azawad, es creciente. (Fuente: ABC)