Escenarios | Porqué nos va mal | Por Roberto Andrade

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El pasado fin de semana un amigo me platicó que acudió a una reunión con Carlos Joaquín, uno de los aspirantes a la gubernatura. Lo que me describió con emoción es que a todos los asistentes los anima la necesidad de cambio.

Yo escéptico, no creo en la providencia de que un hombre o un grupo garanticen que a la gente de Quintana Roo le vaya bien.

Y menos aún cuando a ninguno de los aspirantes se les ocurre ir planteando qué harán para resolver los problemas relativos al crecimiento y desarrollo del estado, a la seguridad, salud y bienestar de cada uno de los habitantes del paraíso enajenado.

Sirva, para llamar a la valoración, que desde el sexenio de Joaquín Hendricks Díaz la zona continental de Isla Mujeres, Tulum y el centro y sur del estado están a la espera de que se construya la necesaria y suficiente infraestructura que les permita crecer y desarrollarse.

Es decir, tres sexenios al hilo sin inversión en esta materia, y bueno, quizá baste recordar que desde Mario Villanueva Madrid no se hace nada de infraestructura de envergadura para que Quintana Roo cuente con nuevos ejes de desarrollo.

En tanto el deterioro de las finanzas públicas se profundizó, al grado de que el 90 por ciento de las participaciones federales están comprometidas y ya se verá que los ingresos propios aun más, por las obligaciones que dejarán con empresas constructoras y proveedoras de bienes y servicios.

Hasta aquí el único consuelo que nos queda es que el dinámico comportamiento de la economía estatal se da al margen de la rapiña y sin importar quién gobierne en cualesquiera de los órdenes de gobierno.

Dicho en otros términos la elevada rentabilidad de las zonas turísticas garantiza a inversionistas tasas altas de ganancia que sobreviven a la extorsión institucional y gansteril.

El asunto, que si debe ser considerado, es que los problemas son acumulativos, ciudades como Cancún y Playa del Carmen reproducen cada vez más patrones que dieron origen a la caída de centros turísticos como el de Acapulco, crecimiento desmedido, áreas urbanas marginales, deterioro del medio ambiente y acentuación de la violencia.

Obvio la zona hotelera de Cancún, sus costas y la laguna Nichupté sometidas a una mayor presión por la construcción imparable de condominios y desde luego aun a salvo la exitosa Riviera Maya, a pesar de la depredación medio ambiental y la contaminación acumulativa de aguas residuales.

Y entre más se hurga en la complejidad de la realidad socioeconómica más urge que quién aspire a gobernar tenga al menos una clara idea de qué hacer por Quintana Roo, véanse por ejemplo los raquíticos salarios de trabajadores que deben cumplir jornadas laborales de cuando menos 13 horas y por si fuera poco sujetos a discriminación racial.

También todos los ingredientes relacionados con el denominado sistema de “todo incluido” que en la práctica nos revela la ficción de nuestra economía, porque el dinero de la venta de paquetes turísticos se queda en las matrices de las empresas hoteleras y de servicio ubicadas en el extranjero, con la consecuente evasión fiscal y nulo impacto en el mercado interno.

El mejor de los mundos para los depredadores internacionales, destacadamente los insulares que una vez que destruyeron su coto principal en España migraron a Quintana Roo.

El restablecimiento de relaciones entre Estados Unidos y Cuba añade a la ecuación un elemento de mayor complejidad, Cuba absorberá en el mediano plazo las inversiones más importantes del sector y sin duda concentrará el mayor número de turistas estadounidenses y canadienses, es decir será un competidor real sino se toma la providencia de reorientar Cancún a un segmento de casinos o parques del tipo de Sea World o Disneylandia para atraer turistas latinos.

En fin, está de pensarse y ojalá los políticos y la sociedad civil valoren la posibilidad de elegir a alguien con conocimientos o con experiencias, el ideal tendría que contar con ambos pero en esta nación de tontos eso es desear en demasía.

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