Me preguntan cómo veo yo a a la Universidad de Quintana Roo

de aquí a quince años.

¿Cómo la puede ver uno que al hablar de la Uqroo le gana el sentimiento y el coraje a dos bandas?

Quince años es un plazo perfecto para caminar y espigar.

¿En realidad quieren que diga algo, no cualquier cosa o cualquier cosa,  cómo la veo, cómo la imagino, cómo la deseo fructificando su razón y trascendiendo esa cultura, cuál cultura, la del Caribe o la de tierras adentro de la península?

Con sus molestias, lo diré.

Para empezar, nunca me gustó la frase de su logo “fructificar la razón, trascender nuestra cultura”, así como detesto a su tucán, se me hace tan eunuca y tan falaz, como todos sus rectores.

A la cultura no se la trasciende, no se la pone en la trastienda, se la lleva consigo a todas partes, y desde este nicho del Caribe y la Península unidas, fructificamos, sí, la razón, sin olvidarnos de la cultura que nutre nuestras tardes, madrugadas y duermevelas.

La veo radiante si en su horizonte está la autonomía y no las aguas calmosas de la servidumbre de los bellacos infames, similar esta servidumbre a las aguas mansas y calmosas de la Bahía y sus cachazas.

La veo con la libertad de cátedra y de pensamiento sobre todo, no con liliputienses que frecuentan los pantanos, las sabanas y los tugurios de la nada.

Con el espíritu científico y humanista crecido y sobrepuesto antes que al espíritu mercenario,

poligrillero y mediocre que cunde actualmente entre sus pasillos húmedos y calurosos.

La veo produciendo nuevos conocimientos en el Caribe mexicano, la veo mástil y mastelero, faro de todas las Alejandrías, y hierba y musgo marino de mis días,

la veo patriota pero no patriotera ni mistagoga nativista,

lista para las batallas de dilucidar y analizar y mecanografiar el todo

y lo de siempre y lo otro y lo nuevo y esas simplicidades matemáticas

y ese terror por la teoría

y esos jóvenes caimanes

y esos nuevos caimancitos del Hondo.

La veo lista para desbravar sus teorías,

enamorada y violenta,

mi alma máter,

mi universidad, mi vieja.

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