En la mañana de este día, leyendo los periódicos en línea y siguiendo las notas y los comentarios sobre asuntos de política en el estado de Quintana Roo, di con una imagen que el periodista Lorenzo Pacheco subió a su muro de Facebook: en primer plano, la figura del opaco candidato priísta a la gubernatura, Mauricio Góngora, se presentaba a escasos metros de la lente del fotógrafo que le seguía los pasos. Góngora, un yucateco que no rebasa el 1.60 de estatura, se veía más alto de lo habitual mirando al horizonte de un cielo que minutos antes había dejado de llover. Los zapatos puntiagudos y cafés de Góngora, así como el planchado perfecto de su pantalón azul oscuro, hacían parecer que no caminaba en un charco de agua.
Metros atrás, a sana distancia del ungido por un felixismo-borgismo con miedo cerval de que su gallo, el menos gallo, no de la pelea a un fenómeno político, el joaquinismo, alimentado por el hartazgo ciudadano a lo que representa el felixismo-borgismo; se encontraban sus seguidores, mujeres en su mayoría que, al parecer, por lo que denotaban sus facciones aburridas, no estaban tan convencidas de seguir al impoluto Góngora. Algunos globos rojos, y una lona con las siglas del partido otrora arrollador del priato quintanarroense, dejaba leer la leyenda siguiente: “Juntos hacemos más”.
Entre el gentío de las damas –vetustas lideresas de colonia, tal vez- y el macilento gallo del felixismo-borgismo, un hombre, pasando y no frisando la cincuentena de edad, y este sí, salpicado de agua en sus pantalones caqui y sudando más de lo debido; con un altoparlante seguía al líder de los desmemoriados, de los indignos: iba profiriendo algo, se desgañitaba a grito herido, no forcemos la imaginación para saber qué es lo que de su bocaza salía. Resulta que este hombre, que funge actualmente como algo peor que burdo patiño, mono de circo, claqué rabioso, aplaudidor por indignos denarios, botafumeiro universal, paniaguado de la casa, lacayo de levita, matraquero empinadísimo, o en términos de la política yucateca (y esto lo digo porque Góngora es yucateco), convertido en el famoso y célebre maestro de ceremonias, el indigesto “Papaxcá” (de aplausos); se trata, nada más y nada menos, que de Juan Ignacio García Zalvidea, el Chacho.
Al ver esta imagen, al mirar y remirar esta imagen, recordé que Quintana Roo es un estado donde la “dictadura perfecta”, como se refirió Vargas Llosa del sistema político autoritario que desgobierna y sigue desgobernando al país, nunca se fue, como sí a nivel nacional. Recordé que la democracia en Quintana Roo es una niña a la que hay que cuidar por medio de la crítica constante de todo acto irracional del poder político.
Yo siempre traigo a colación una imagen para definir el estado de cerrazón política y de visos fascistas que el felixismo-borgismo instauró en más de una década de desgobierno: la compra, la cárcel o la seducción a las supuestas pero casquivanas figuras políticas de la oposición en el estado: “el Greg” fue completamente domeñado con la política del palo y la zanahoria, prefirió más zanahorias y más canonjías a cambio de que se le olvide sus asuntos peliagudos a este impresentable pastor-cantante, o cantante pastor.
El Chacho, ese esperpento simiesco, que en las elecciones de 2005 –él fue candidato al gobierno, quedando en segundo lugar por escaso margen de Félix González Canto, el patrón de Góngora- recorrió todo Quintana Roo con los lacerantes estribillos ripiosos del “Jefe de jefes” de los Tigres del Norte para defender el voto, al final fue encarcelado ese 2005, acusado del desvío de 97 millones de pesos. Esto hizo que de la noche a la mañana, el “Jefe de Jefes”, como “tigre de papel” se prosternara ante los pies de su anterior opositor, González Canto, a cambio de que le perdonaran todo, dejara de ser grillo vociferante y berreante, y se pusiera al servicio del Priismo estatal, “en el patético papel de matraquero” o Papaxquero oficial. La misma receta penal sirvió para que Greg Sánchez se retractara de sus afanes opositores. “Otros, más afortunados –cuenta Sergio Caballero-, fueron doblados a ‘cañonazos’. Expediente (denuncia) o Portafolio (de dinero) ha sido el lenguaje del dúo Félix-Beto frente a la oposición”.
En lo que cabe, esta imagen del tristemente célebre ex “jefe de jefes” de papel, Juan Ignacio García Zalvidea, convertido, por sus propias corrupciones, en un inerte monigote del Felixismo-Borgismo, es un resumen completo de lo que han significado los falsos líderes políticos en Quintana Roo, comprados o mordidos en sus irregularidades por la hidra felixista borgista. Greg y el Chacho, patéticas comparsas del sistema. Igual esta imagen es una prueba contundente de la pudridera autoritaria y antidemocrática que representa el felixismo-borgismo: detestan a la disidencia y a la oposición política (cuando en una democracia debe haber lo contrario), su lenguaje es de dos o tres décadas atrás y para nada moderno. Su odio a la oposición resulta más burdo en la compra indiscriminada de boletineros, paniaguados y prostitutos de la pluma; a cambio, encierran o tratan de intimidar a sus críticos.
La verdadera oposición, de igual modo, no hay que buscarla en los partidos monigotes y hampones como Morena Quintana Roo de Pech Várguez, cuyos objetivos es restarle votos a la alianza opositora del PAN y el PRD en el estado para hacer el favor a la esmirriada caballada priísta estatal y sus cartuchos quemados o mellados por tanto desgobierno felixista-borgista. Y al contrario de los falsos líderes políticos de una supuesta oposición –la tríada Chacho-Greg-Pech Várguez-, los boletineros oficiales del felixismo-borgismo pueden decir misa sobre Julián Ricalde, pero a él nunca le levantaron proceso ni lo callaron o destruyeron su imagen. Al contrario, hoy va para la presidencia de Cancún, y las pinzas para la defenestración del felixismo-borgismo se están cerrando tanto en los municipios como en un liderazgo incuestionable para la gubernatura. Es cuestión de horas para ver los resultados.