Apuntes sobre la escena musical 2016
Rodrigo De la Serna

III

VARIANTES DEL NEGOCIO

En nuestros días una gran cantidad de personas tiene disponibles y a la mano, millones de obras musicales (pagadas o no). Es distinto con la música en vivo, a la que se accede casi siempre mediante un pago.
Por lo visto, y a pesar de una tecnología que cambia casi a diario, hay una marcada diferencia entre escuchar obras grabadas y experimentar el efecto de la música en vivo. Inclusive ciertos DJ’s son considerados como música en directo.

Un ejemplo extremo del negocio como música en vivo sucede en esa cultura-botarga llamada “Lo políticamente correcto”, estatuto no escrito cada vez más desquiciante y obtuso. Un caso: en Sinaloa las agrupaciones deben (por una ley reciente: marzo 2016), enviar a la censura oficial la lista de obras que interpretarán públicamente, que debe excluir cualquier “narco-corrido” o canciones sobre millones de personas dedicadas a venderle sus productos a europeos y gringos drogos. Y si llegan a tocarlas… al bote por desobedientes. Otra cláusula es inquietante: todo aquello que cause violencia o desorden en un concierto será responsabilidad de los músicos.

Aquí se enuncia tal ley de forma burda e incompleta, pero eso que cito se aplica, está en vigor. La mezquina guerra de un estado anacrónico contra el poder emergente de la delincuencia global organizada (o economía informal), ahora, y con descaro, también pone a los músicos al filo de la navaja: o estás Conmigo o estás contra Mí… Del otro frente, algún enviado de tal o cual patrón, uno que quiere a X banda en los quince años de su hija, seguramente lo sugiere en otros términos: ¿Qué prefieren: los llenamos de plata o de plomo?

En la escena musical al norte de Quintana Roo supongo que no sucede igual, o no me he enterado; al menos a nosotros no nos ha tocado semejante dilema. Se reconoce que esta región aún no presenta el mismo escenario sangriento que padecen Chihuahua, Tamaulipas, Guerrero y otros estados afectados. El modo de vida regional, ligado unilateralmente al turismo y la cultura del servicio, está entre los tres ingresos principales de la Nación, se fundamenta en atender las necesidades de millones de turistas –en este caso tocarles música propia de vacaciones.

¿Música para vacaciones? Sí… el género fue descrito hace décadas por Derek Walcott: “¿Qué es el paraíso terrenal para nuestros visitantes? Dos semanas sin lluvia, un bronceado color caoba y, a la caída del sol, trovadores con sombreros de paja y camisas de flores que interpretan hasta el agotamiento Yellow Bird y Banana Boat Song.”

Eso en algunas islas; acá lo que nos toca día y noche es El mariachi loco, Guantanamera, La Bamba y La malagueña. Esta y otras facetas del turismo se nutren de cientos de miles de personas que año con año vienen a Quintana Roo, con el sueño de trabajar “porque en Cancún y la Riviera siempre hay trabajo…”

Entre esas multitudes vienen numerosos músicos, algunos muy talentosos, jóvenes o rucos, hombres y mujeres que las más de las veces arrastran un estigma: $200 pesos… cantidad promedio que reciben por tocar una noche o por jornada de labor, en las grandes ciudades de la República y pueblos que les rodean.

El estigma cambia al recibir la tarifa (en promedio $400, $500, $600), acordada entre empresarios locales que emplean servicios musicales; a veces puede ganarse más por propinas. Y la fiesta es a diario… las güerotas… los dolarotes… el after…

El desencanto comienza al comparar los costos de vida entre, digamos, Cuernavaca y lo que se paga en Tulúm solamente de renta. Se vive la otra realidad del paraíso cuando tal condición (tocar tres o cuatro horas pero laborar más de ocho por transportación, instalación y demás requerimientos para interpretación en antro u hotel), así será hasta quién sabe cuándo.

Lo que menos se comprende en esta situación es que todo costo de vida ha subido desde 2003, año que dejé el negocio, pero en 2016 los músicos ganan igual o menos que hace 13 años. Y por lo visto más vale ni siquiera cuestionar semejante circunstancia…

Las cosas cambian no exactamente por virtud o talento en el instrumento. Si un músico en la industria (nacional o turística) mejora al grado de poseer casa y auto propios, cuentas e ingresos de más de cinco ceros, muy difícilmente se deberá a su arte; es más factible que se deba a otra clase de creatividad: producción, sindical, turística, política u otra clase de servicios que el cliente necesite.

Y a quien haya logrado su bienestar a base de tocar y/o de sus creaciones, pues felicidades de buena fe; las mismas que he deseado a conocidos y desconocidos hoy célebres, millonarios y afamados gracias a ese “duende” que, según García Lorca, sólo tienen algun@s.

Playa Sur
abril – mayo 2016

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