Nos llama la atención cómo al doctor José Luis Pech Várguez lo cobija con sus carantoñas David Romero Vara, y lo apapacha el terrorismo mediático de un tristemente célebre pasquín de origen yucateco. A diario aparecen notas del doctor Pech inflándole los chayos del sistema hasta los caídos párpados por tantos años al servicio del priísmo. En el Diario de Quintana Roo, el diario donde supura la mentira y una realidad irreal vista desde la lente del sistema, a Pech se le hacen notas a modo y acomodo, y éstas aparecen constantes al lado de las del candidato del priísmo, el desbalagado Mauricio Góngora. Si alguien de fuera de Quintana Roo leyera ese pasquín del Diario de Quintana Roo y le contaran que es el órgano de prensa del priísmo en Quintana Roo, ese alguien dudaría en decir quién es en verdad el abanderado del priismo: o Pech, o Góngora.
Resulta que a Pech no se le sataniza como al abanderado de la alianza opositora UNE, Carlos Joaquín González, hasta el punto de que el ex gobernador, Villanueva Madrid, salió al quite señalando esto en unas de sus ya célebres notas de su blog personal: a Pech, los chayos de librea no lo atacan porque Pech es parte de la misma “mafia en el poder” (utilizo las palabras favoritas de los pri-etos) que tiene secuestrado a Quintana Roo. De hecho, a ningún otro candidato al gobierno en Quintana Roo, los chayos pagados por el Felixismo-borgismo los critican, ni menos se habla de ellos, como sí de Pech, pero para bien, y de Carlos Joaquín, pero negativamente.
Pero Pech Várguez, ese maquiavélico que conoce a la perfección los entresijos del sistema del cual nunca ha salido y nunca ha dejado de militar, como caballo de Troya de la maestría priísta quintanarroense, se supo colar al barco del morenaje porque en ese partido todos los priístas están redimidos ipso facto apenas y renieguen de su pasado priísta, sin indagarles siquiera si hicieron o no actos de corrupción. En México, no existe un órgano fiscalizador del pasado, hasta ahora las muertes, las corruptelas, los enriquecimientos brutales no han llevado a ninguno solo tras las rejas, y si se los llevan, es más pronto que salgan a que entren.
Pero Pech insiste en decir que es la única oposición y opción de “izquierda” en Quintana Roo. Tal vez sí, porque recordemos que la “izquierda” en Quintana Roo se caracteriza por sus esquiroles vendibles y prostituibles a los cañonazos de 50 mil pesos. Los esquiroles y los caciquillos de aldea macondiana de la izquierda quintanarroense, son incapaces de resistir un cañonazo de 50 mil pesos del Felixismo-borgismo. ¿Quién es verdaderamente la ficha perfecta del Felixismo, señor Pech Várguez, quién resulta, al final de cuentas, lector insalvable y perfecto de la obra de Maquiavelo, quién es, verdaderamente, el mejor “publirrelacionista” de Mauricio Góngora? Y otra pregunta, ¿por qué usted no critica a Góngora con la misma enjundia como critica a Carlos Joaquín?
Hombre del sistema, el doctor Pech, que en la UQROO se caracterizó por su satrapía tropical y por defenestrar el ambicioso proyecto educativo en el Caribe mexicano, se dice como tal, pero los hombres de izquierda, doctor Pech, son incapaces de practicar el ecocidio, o de echar pala y trascabo a un cenote frente a la bahía de Chetumal, en la UQROO. ¿Le dice algo esto?
Ayer comí en El Patio del 30 y del 33, “El mejor lugar para comer en Chetumal”, a escasos pasos de la Héroes, por la Álvaro Obregón. El doctor Pech es un hombre de empresa que tiene un retintín de discurso populista engalanado con apresurados catecismos del padre Ripalda. En El Patio del 30 comen maestros de la UQROO, damas encopetadas y de amplio caderamen, burócratas priístas de clase media que quieren dar el aire de más, y el menú cuenta con cortes finos (straks, rib eye y angus beef certified), pizzas digeribles a mi paladar y cartera popular, y por más que quise, no pude comprarme un vino de 255 pesos, y menos de 520 pesos, o un champagne francés de 1,200 pesos. Una cerveza indio enfrió mi tibio paladar. Un hombre de izquierdas mejor hubiera puesto un negocio apto para todo público, pero el doctor Pech no es de esa madera de personas, y cada quien puede con su dinero lo que quiera, claro, si es dinero bien habido.
Descreo que el doctor Pech conozca el más rudimentario léxico marxista, de ahí de que lo considero lector avanzado del padre Ripalda. Descreo, además, que sepa algo de la historia de luchas de la izquierda mexicana y quintanarroense (pero no de la izquierda partidista esquirol quintanarroense), descreo que su doctorado en administración le dé para comprender una realidad evanescente producida por el neoliberalismo englobante y enajenante. Al doctor Pech más bien lo veo y lo observo, no como el hombre decidido y firme para cambiar la malsana rutina del poder en Quintana Roo, como aseguró recientemente Chávez Ataxca, sino como un hombre entrado en el otoño de su vida que ahora tienen la encomienda más importante de su carrera como soldado del sistema: valeroso caballero ayudado por el valeroso caballero don dinero, el doctor Pech, como una mala calca del Caballero de la Triste Figura, está decidido a ir contra los molinos de viento de la verdadera oposición en Quintana Roo, ayudado, por supuesto, por el sistema que dice estar en contra. Le recuerdo ese pasaje, doctor Pech, del Quijote: don Alonso Quijano, diametralmente distinto a usted, en esa arremetida histórica, cayó al suelo estrepitosamente y casi se rompe el espinazo.
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