MADRID, MX.- Una de las noticias más sorprendentes de la semana pasada fue que un chico canadiense de 15 años, William Gadoury, había descubierto una ciudad maya en la península de Yucatán, México, sobreponiendo las constelaciones que aparecen en un códice prehispánico que se guarda en Madrid con la aplicación Google Earth, que proporciona imágenes satelitales de cualquier lugar del mundo.
Sin embargo, desde el Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH), la institución que se ocupa de conservar el patrimonio arqueológico mexicano, advierten que ni avalan ni toman en serio esta información. Con un presupuesto anual de casi 4.000 millones de pesos (unos 190 millones de euros), 187 sitios abiertos al público –50 de ellos en la península de Yucatán– y 350.000 yacimientos registrados en todo el país, el problema del INAH no es que sea demasiado caro buscar una supuesta ciudad ignota, como recoge «Le Journal de Montréal» de boca de un geógrafo de la Universidad de Nuevo Brunswick (Canadá), sino que así no funcionan las cosas en el mundo de la arqueología.
Daniel Juárez Cossío, arqueólogo responsable de la sala maya del Museo de Antropología, en la Ciudad de México, pone en duda, para empezar, la hipótesis del joven Gadoury de que los mayas construyeran sus poblaciones siguiendo las constelaciones. «Todos los asentamientos humanos han buscado tierras fértiles, cercanía al agua y vías de comunicación», asevera. Eso es lo primero que considera una expedición que pretenda encontrar nuevos vestigios de alguna civilización. Juárez Cossío explica a grandes rasgos la metodología para ello: «Cuando te interesa una región, buscas la fotografía aérea o satelital, haces un rastreo, ubicas los posibles puntos donde crees que puede haber yacimientos, porque ni siquiera estamos seguros de que ahí estén, y una vez ubicados estos puntos, trazas una estrategia para llegar a ellos».
El proceso, pues, incluye herramientas tecnológicas, no solo fotografía satelital –mucho más precisa, explica Juárez Cossío, que Google Earth–, sino otras más modernas, como el LiDAR (acrónimo del inglés Light Detection and Ranging), un sistema de rayos infrarrojos para hacer levantamientos topográficos. Pero lo más importante es el trabajo de campo, y pone como ejemplo al profesor el doctor esloveno Ivan Sprajc, que en una veintena de años trabajando en la selva yucateca ha descubierto más de 80 sitios mayas.
Ciudades pendientes del cielo
Juárez Cossío hace hincapié en que los mayas tampoco tenían la tecnología para ubicar con esa precisión sus ciudades con las estrellas. Además, es tajante: «Pensar que cualquiera de los tres códices mayas que conocemos, el Madrid, el Dresde o el Tro-Cortesiano, constituye un mapa de las ciudades prehispánicas es no entender lo que es la civilización maya». Concede que «los mayas orientaban sus estructuras hacia puntos concretos del paisaje» y que «hay trabajos muy importantes sobre arqueo-astronomía que así lo indican», pero que «estar pensando que todas las ciudades están en función del cielo, eso no».
En el supuesto remoto de que México tomara en serio la hipótesis de Gadoury, para iniciar la exploración de semejante sitio nuevo, la decisión correspondería al Consejo Nacional de Arqueología, después de estudios y trámites que duran normalmente, explica el INAH, alrededor de un año. Los científicos no se mueven a ritmo de clic de internet. (Agencias)