Como el Bronco en Nuevo León ¿tocará el nuevo gobierno la fortuna inmensa de Borge Angulo y González Canto?[1] ¿Veremos a Borge en una celda húmeda de Quintana Roo? ¿Pagará cada uno de sus múltiples atropellos valido de un poder sin contrapesos, de un poder que fue ejercido con tintes fascistoides? Y los diputados que avalaron la deuda levantando el dedo, ¿qué con ellos? Se ve difícil pero no imposible el escenario para mover la maquinaria de la justicia. El nuevo congreso tendrá mayoría priista, y esto fuerza al ejecutivo llegar a consensos.
Los que hablan de no revanchismos y no cacerías de brujas, tal vez lo que desean externar es que todo quede como esté actualmente: un gatopardismo siniestro, cambiar todo para que las cosas sigan iguales, no tocar, no discutir, no hacer el recuento y la historia negra, la tenebra del borgismo, no fiscalizar la deuda, los innumerables desvíos y los aires feudales del Por Esto!, las canalladas del poder borgista y los que medraron con ese omnímodo poder que no tuvo contrapesos y se constituyó en una cuasi dictadura tropical. Un perdón no resuelve las cosas, y un mea culpa de los sedicentes seudo-periodistas no aclara y explica por qué jugaron el juego sucio de la dictadura: “Yo no lo escribía, así me lo mandaban, y pues yo solo las firmaba por instrucciones del jefe”, diría cualquiera de estos trúhanes que entraron en la nómina del borgismo.
Ahora, estos mercenarios de la mala prosa periodiquera y los dueños de los periódicos en que escriben, andan desesperados siguiendo la pista a la tan ansiada “alienación” con el nuevo régimen que comienza: ¡No!, el joaquinismo no es un cambio intrascendente, debería ser un cambio de la nueva forma de gobierno (más humano, más tolerante, tendente a la democracia y la rendición de cuentas), no solo de régimen, eso es lo que no entienden las plumas fáciles del sistema priísta, que tantas veces dijeron mueras al antiguo rey, y vivas al nuevo; y como los funcionarios que siguieron al pie de la letra las arbitrariedades y dijeron amén al rosario de delitos borgistas, desean el simple “borrón y cuenta nueva” para buscar, tan siquiera, una media chambita en el presupuesto y que no se les pretenda investigar sus relaciones completas con el poder corruptor.
Pero el joaquinismo tiene y está obligado más a investigar a los funcionarios públicos cercanos al borgismo –no a los simples burócratas, no a los hombres de pie y a los que hicieron su trabajo con profesionalismo a pesar de la barbarie-, a los que tuvieron en sus manos el presupuesto para la compra de conciencias, a un sistema corrupto y corruptor que hizo de la ley en el estado, la ley del más fuerte, y puso en las cloacas los derechos humanos y despreció las garantías básicas y el mínimo derecho se hizo polvo.
Por ética, por moral pública y por compromiso ciudadano pactado en las urnas donde más de la mitad del padrón se volcó a salir a votar el 5 de junio pasado, el joaquinismo se encuentra completamente obligado a sanear, restañar heridas, perseguir a los corruptos, a las aves de paso y a otros borgistas cercanos al enervante poder histérico de los últimos cinco años (hay una lista de los nombres del primer círculo borgista que circula en las redes sociales). Esto, considero, no se trata de revanchismo sino de remover todo el cáncer de funcionarios públicos de alto nivel que gobernaron pisoteando al pueblo. Es imposible seguir así, sin que nada cambie más que los gobernantes y la clase dirigente. El peor escenario para la nueva democracia, o para el camino hacia la democracia en Quintana Roo, sería que el joaquinismo sólo toque de forma quirúrgica a un cuerpo político –el borgismo y los borgistas- altamente gangrenado. Sería un gravísimo error, pues recurriendo a la historia, el Maderismo, al subir al poder, no modificó la estructura porfiriana, vino el golpe de Estado con Huerta, y esto fue su perdición.
La molestia de los institucionales
Ahora, los institucionales que hace apenas una semana callaban las estolideces del borgismo, le exigen, de forma histérica y apresurada, cuentas al actual gobernador electo. Ingenuos, creen que las ruinas que el felixiato borgista dejó al estado, serán convertidas, de la noche a la mañana, en pocos días apenas, en castillos reluciendo en el trópico sofocante.
Y como descreo que una persona tenga la varita mágica para empezar a cambiar las cosas, el nuevo gobierno tendría que estar escorado a trabajar con la sociedad, que los intereses colectivos de los quintanarroenses sean primero: democratización de la alternancia para llegar a la plena democracia, un nuevo pacto social, político, económico, periodístico, ambiental, turístico, educativo y hasta académico (nuestras universidades necesitan una completa democratización interna y una autonomía trabajada); rigidez y disciplina administrativa; tolerancia y respeto a la libertad de expresión que no así al terrorismo periodístico; funcionarios con méritos para estar en el gobierno y, sobre todo, cercanía con la gente, pues ésta fue la que lo puso ahí. Además, hay que decir que habría que cerrar el paso a los borgistas que ayudaron, con sus acciones y omisiones, a la pesadilla que se acaba.
El joaquinismo, si estamos de acuerdo con la hipótesis de que el borgismo fue sacado a patadas por una ciudadanía molesta con los atropellos y caprichos del tiranuelo, debe su triunfo a las mayorías que hablaron en las urnas: 55 por ciento a nivel estatal, y en Chetumal, el factor del triunfo joaquinista, este porcentaje pasó la barrera del 60 por ciento del índice de participación ciudadana. Llegó a 64. Histórico es una palabra exacta que define el milagro que sucedió en Chetumal.
El triunfo del joaquinismo despertó por redes sociales y por radio bemba, un completo maremágnum de burlas, de “memes”, de comentarios hirientes y afilados, de chascarrillos y formulaciones gramaticales que tienden a hacer mofa de los ortodoxos y virginales priístas, caídos de culo y asombrados por el triunfo arrollador del joaquinismo. Ahora, estos institucionales que nunca hablaron cuando el borgismo campeaba, dicen que resulta de “mal gusto” las actitudes “triunfalistas” de los joaquinistas, hasta el punto de llegar a la procacidad en sus diatribas contra los perdedores. Un conocido literato priísta de Chetumal, que en su nombre está las siglas de su partido, en su Facebook escribió sobre esto:
“Sin embargo, el enemigo número uno del triunfo es el triunfalismo que se traduce en actos voluntarios e involuntarios de ver a los “perdedores” con un desdén innecesario y hasta con grosería; es falta de madurez cívica, política y cultural que no se admite en las sociedades desarrolladas en donde el hecho de ganar imprime una satisfacción personal por el hecho de alcanzar un logro largamente acariciado personal o colectivo, pero no la satisfacción enferma de burlarse del adversario y hasta de insultarlo por el “inconveniente” que su candidato o candidata no se alzó con el triunfo”. (Nota de Primitivo Alonso Alcocer, 8 de junio de 2016).
Este literato de la ciudad de los Curvatos, escribió, en esa nota facebooquera, que el triunfo de los joaquinistas en Chetumal se puede entender como el “tercer despertar chetumaleño”. El primer despertar se dio en 1931 con el Comité Pro-Territorio defendiendo la integridad territorial de Quintana Roo “y en 1958 con la alianza Chetumal-Felipe Carrillo Puerto que fue factor decisivo para deponer al sátrapa gobernador Margarito Ramírez”. Y hablando de Margarito Ramírez, este ominoso periodo ramirista (1944-1959) podría ser el ejemplo más perfecto del felixismo-borgismo para los chetumaleños: ambos fueron gobiernos sataprezcos. Sin embargo, yo no creo que este tercer despertar chetumaleño se asemeje a los otros dos. Los primeros fueron hechos por las elites locales, por la “aristocracia de la hamaca”, diríamos, y este último lo realizaron, exactamente, todas las clases de Chetumal: burócratas cesados por la tristemente célebre reingeniería, las clases populares sin trabajo (hasta las jefas de colonia no votaron por el PRI), taxistas molestos con las aberraciones borgistas y sus líderes que degradaron su sindicato, incluso hasta los propias priistas que no perdonaron al mandamás cozumeleño.
Y cuestionando las apreciaciones del literato entrado en el otoño de su vida, diré que yo no veo nada de malo que los joaquinistas celebren como quieran un triunfo ganado a la buena y haciéndole frente a una elección de estado.
Yo me pregunto y les pregunto, a esos que nunca dijeron nada pues vivieron en un sistema cerrado al cambio desde que nacieron, ¿qué hubiera pasado si el triunfador del 5 de junio no hubiera sido Carlos Joaquín sino Góngora?, ¿creen ustedes que los priistas, es decir, los borgistas, Borge y su clan y su círculo cercano, se hubieran limitado a solo festejar de forma triunfalista y agarrar de puerquitos a los joaquinistas? Desde luego que no, tal vez ahora muchos escritores y blogueros cercanos al joaquinismo como la abogada Layla FLores, no estaría en Chetumal, y uno no caminaría tranquilo por las ciudades de este estado, y a muchos los matarían civilmente, validos los borgistas de sus prostitutos y mercenarios de la pluma.
El caso es que no existe comparación alguna entre el gobernador electo, y las fiebres autoritarias de los anteriores gobernantes de Quintana Roo. El gobernador electo es una persona sensata, madura y prudente, no un niñato de 31 años que llegó al omnímodo poder y comenzó su Macondo autoritario.
[1] Véase el artículo “LOS NEGOCIOS TRANSEXENALES DE BORGE Y FÉLIX: Hunden a QR en profunda crisis financiera, pero sus familias navegan viento en popa con Barcos Caribe”. Noticaribe, 19 de mayo de 2016, en http://noticaribe.com.mx/2016/05/19/los-negocios-transexenales-de-borge-y-felix-hunden-a-qr-en-profunda-crisis-financiera-pero-sus-familias-navegan-viento-en-popa-con-barcos-caribe/