Quintana Roo ha sido tierra promisoria de caciquismos silvestres y burguesías burocráticas enquistadas como la peste en el poder que les otorgaba hasta las bondades y cualidades que nunca tuvieron; de gobernadores que han durado largos años ejerciendo su pastoreo autoritario en el Caribe (los 15 años del Ramirizmo); de otros “prohombres”, noventeros y a caballo entre dos siglos, que han otorgado en concesión las playas del estado y con esto han asegurado el futuro de cinco generaciones de los suyos; o de unos más que nunca debieron estar ahí e hicieron todo lo necesario para la defenestración completa del Estado, de las libertades mínimas de disenso y discusión, y que tendieron a monopolizar y vampirizar la política mediante la compra incisiva de conciencias a cargo de hipotecas sobre hipotecas al Estado.
Ahora, relamiéndose las heridas, el otrora y en aparente inexpugnable priismo quintanarroense se dice, o intenta, o quiere ser una oposición responsable. Pero el priismo, después del huracán del 5 de junio, no ha aprendido ninguna lección de su debacle. Al final de su desgobierno, contra protestas ciudadanas en redes, en calles y hasta en el congreso mismo, con uno de los legislativos más serviles del país[1] –rompiendo con ello toda teoría constitucional de división de poderes-, creó leyes a modo para tratar de blindar a eso que he denominado el Felixato en Quintana Roo (2005-2016).
Todos los priistas que quedaron después de la ruptura joaquinista, institucionales y correctos en su pasividad, no supieron detener a tiempo las estolideces del Calígula infantil que tuvieron como gobernador, y aunque las lecciones pueden ser muchas, salvo algunas interpretaciones y autocríticas aisladas de líderes priistas que se encuentran “entre la vieja guardia y la nueva generación,”[2] ahora se intenta dejar como presidente de ese partido, a un borgista reacio a la lectura de los hechos, enamorado, como su jefe, de la fatua imagen que proyecta el espejo de sus imbecilidades. O bien, al gran perdedor del priismo, el que pagó los platos rotos de las dos últimas y pésimas administraciones del Felixato.
Después del 5 de junio, y como el joaquinismo tuvo, en la base partidista, al panismo y perredismo, ha surgido en Quintana Roo un activo panismo, el que se ha constreñido a áreas urbanas, y ha dado las más jóvenes figuras de una clase política en el estado que, muy pocos, han visto que se encuentra en proceso de muda generacional. Contrario al perredismo, que no logro ver demasiado quiénes serán los nuevos continuadores políticos de Julián Ricalde Magaña, en el caso del panismo quintanarroense, podemos dar el ejemplo de la aguerrida Perla Tun Pech, la presidenta electa de Cozumel; o Fernando el Chino Zelaya, así como Mayuli Martínez Simón, que no pasan ninguno los 40 años, y que tienen un futuro promisorio para reconstruir lo que la élite política del viejo régimen priista, golpeó y devastó con sus omnímodas formas de mal ejercer el poder.
Esto por parte del panismo quintanarroense. Fuera de esas siglas, y con el mismo rango de edad, las mismas actitudes, similar en cuanto a considerar a la democracia radical (no constreñida, ésta, a la democracia electoral, sino que debiera ser económica, cultural, educativa), los intereses populares y las ganas de servir y estar conectada con los excluidos de un sistema político del viejo régimen que hizo de las tres zonas de Quintana Roo, tres estados en uno solo (uno moderno, otro en vías de modernidad, y otro, pre moderno); se encuentra el nombre de la bacalarense Tania Casa Madrid Alfaro. Tania, en un acto de congruencia, renunció a su partido porque el cacique principal, el detestable Hernán Villatoro Barrios, con el silencio cómplice de sus caciquillos Mauricio Morales Beiza y Rivelino Valdivia, votó a favor del blindaje para el mal gobierno, mientras Tania y esa tremenda lucidez que la caracteriza, tomaba el Congreso y se convertía en la imagen perfecta de la primavera chetumaleña que dio ejemplos de lucidez democrática los días 20 y 21 de junio.
El desconocimiento de varios plumíferos del patio por esta muda generacional que han dejado las pasadas elecciones del 5 de junio, es evidente entre muchos opinadores, periodistas cercanos a figuras crepusculares del Priato, y que solo han tenido relaciones convenencieras y han analizado, descrito, loado y aplaudido hasta la náusea las fiebres autoritarias, algunas pintorescas, otras cómicas y, las más de las veces, narcisistas, de políticos quintanarroenses que han dominado la escena pública en el estado. Hoy, esas figuras crepusculares – Abuxapqui, González Canto, Ruiz Morcillo, Corita-, no necesitan oscurecer con su negra sombra, a ese priísmo de la “nueva generación” que no fue tal cosa: detrás de la imagen inmaculada de una Arlet Molgora, de un Raymundo King o de un Borge Angulo, se encontraba un arsenal de cochupos, tranzas, marrullerías y toda esa alma jurásica inserta en la genética de ese partido, pero muy influenciados por la frivolidad y la inexperiencia de hacer política a ras de suelo.
Si es cierto lo que dice un cacique bacalarense del PRI, y como hasta el mismo Abuxapqui lo señaló en su momento, de que el gobernador electo actual era “el menos priísta de los priístas”, la tónica de este gobierno, como ha apuntado recientemente Julián Ricalde Magaña, tiene que cambiar. El gobernador electo no debiera oír solamente a los joaquinistas con el viejo chip priísta en sus alforjas, ellos no fueron solamente los artífices de la derrota priísta sino que en ella estuvo, insistente, la sociedad civil sin partido que le dio la confianza al gobernador electo. Ricalde Magaña, con un artículo muy sugerente que puede servirnos para entender los nuevos procesos que se están gestando en los procelosos mares y lagunas de la larga espera del cambio de poder, ha sido claro y ha resumido con transparencia lo que se espera de este nuevo gobierno, lo que se espera de un líder que supo interpretar el sentir ciudadano y le dio su confianza el 5 de junio: “El Estado está como una casa de maderas con termitas”, y el reto ahora estriba en romper las estructuras de poder desde la raíz para enderezar el barco, pues si no se hace así, estas podredumbres, que hoy dicen burdamente que todo lo hicieron dominadas por el miedo a su patrón Borge, volverán más pronto que tarde o simplemente no se irán. Julián Ricalde, otro símbolo del antiborgismo, dice, convencido, que “Ni borrón ni cuenta nueva, ni perdón ni olvido. Ni venganzas justicieras ni cambios para que nada cambie”.[3] Quintana Roo necesita eso, y Ricalde, un hombre templado por los años, sabe, perfectamente, quiénes son esas termitas.
Y es que muchos priistas termitas –tenias, diría yo- se jactan y están convencidos de que por ser un ex priista el gobernador electo, no modificará las reglas del juego, no pedirá cuentas a nadie y las cosas seguirán como están, con un gatopardismo solidario, expuesto al perdón y al olvido. Se olvidan, estos priistas desmemoriados por conveniencia, el paralelismo histórico de otra sucesión con el otro Borge. Cuando Mario Villanueva Madrid, sin respaldo de su antecesor, Miguel Borge Martín, obtuvo la candidatura del PRI y llegó al poder en 1993, apenas y se sentaba en la silla de mando en el estado, cuando “comenzó una cacería de brujas mediante la que encarceló a los funcionarios y políticos más cercanos a su antecesor.”[4] No se pide otra cacería de brujas sin ton ni son –los encarcelados de Villanueva, al día siguiente salieron libres-, pero sí el crear los mecanismos necesarios (¿por qué no un Tribunal Ciudadano donde la sociedad civil quintanarroense participe?) para fiscalizar y, en dado caso, incoar procesos penales a tantos y tantos borgistas felixistas que se enriquecieron y lucraron con un omnímodo poder, que envenenaron la cosa pública con el chismorreo político, que crearon leyes para complacer a su jefe, que prostituyeron instituciones como la Universidad de Quintana Roo,[5] y que se mostraron reacios y sordos a la poca crítica que unos cuantos valientes lograron establecer mediante la prensa que Borge Angulo no logró comprar.
Coda: El resurgimiento del panismo quintanarroense
Hoy, algunos periodistas que han naufragado en una polisémica “neutralidad”, señalan supuestos yerros de algunos panistas, que muestran, según estos opinadores de la res pública, “incapacidad para lidiar con el poder” al establecer la desaparición de la Gran Comisión del Congreso. Otros periodistas, como Sergio Caballero, indican que esa Gran Comisión es de la “era de piedra” y debiera desaparecer, siendo Quintana Roo uno de los pocos estados en tenerla.
Respondí y respondo acá de nuevo: hay que decir que, en Quintana Roo, los panistas nunca han lidiado con el poder porque nunca han estado en el poder. Es normal que estas situaciones novedosas se presenten, y si existen errores de apreciación, los asesores cercanos al panismo -no sé si exista en Quintana Roo intelectuales cercanos al panismo- pueden sugerir modificar. Ahora bien, si los panistas presionan para obtener posiciones en el gobierno de la alternancia, es porque los números les dicen que ellos, sin alianzas y como partido, han obtenido más votos que ningún partido en estas elecciones pasadas.
A partir de Joaquín Hendricks Díaz, el Panismo siempre fue un lejano tercer lugar. El Perredismo, en 1999, llegó a 81,571 votos frente a 100,325 de los priístas (si la alianza del PRD y el PAN se hubiera dado en 1999, la alternancia y hasta la democracia en Quintana Roo tendrían 17 años, pues juntando sus votos, llegaban a 120,881. 20,000 más que los priístas). Con González Canto, el PAN siguió siendo tercer lugar (y, lo mismo, la alianza PAN-PRD hubiera derrotado por mayoría numerosa al priísmo), y con Borge, aunque la participación ciudadana se desinfló por situaciones extra electorales (el encarcelamiento de uno de los candidatos), el Priismo apenas pudo salir avante si se hubiera dado una alternancia.
Pero en este 2016, las cosas cambiaron completamente. Si bien el factor joaquinista es razón de ese cambio, los números, la matemática más simple, establece el reforzamiento del Panismo Quintanarroense. Sin alianzas, los partidos punteros de la pasada elección del 5 de junio, quedaron de esta forma:
PAN 186,831
PRI 139,812
MORENA 65,367
PVEM 51,564
PRD 48,517
Pero si el factor joaquinista influyó para los votos mayoritarios, a mi me sorprende que el perredismo, otrora partido fuerte y segundo en el estado, no haya ocupado esa posición de primera fuerza (sin alianzas, recalco), y se fuera hasta más allá de un lejano Morena y un alejado partido Verde.
Con una izquierda desventrada por sus cúpulas, el panismo resurge en Quintana Roo y lo tachan de soberbio al querer tener voz y voto. No es por nada que en Chetumal, el factor primordial de la derrota priísta, y el lugar donde se ha dado la Primavera chetumaleña, los dos diputados triunfantes hayan salido de las filas panistas, y en Cozumel, el bastión del Felixato, una mujer, Perla Tun Pech, panista, lo gobernará.
¿Los tachan de soberbios, de “envalentonados”? No, señores, el panismo en Quintana Roo puede modificar los esquemas políticos a futuro. Frente a los lujos descarados, los aspavientos retóricos de sus loadores, tantas cosas que se ha visto en 40 años de priato, no hay que sorprendernos y levantar, hipócritas, las cejas ante el también triunfo del panismo en Quintana Roo, en las pasadas elecciones. En la práctica se aprende a gobernar. Insisto: no hay que ningunear a esta nueva generación de políticos panistas, y para la democracia en Quintana Roo, urge, y re urge, romper esa imagen de supuesta hegemonía priísta, esos que, según algunos, sí tenían capacidad para lidiar con el poder, tanto, que llevaron, por acción u omisión, a la ruina al estado.
[1] “Ubican al Congreso de QR entre los más serviles”. Noticaribe, 30 de junio de 2016. En http://noticaribe.com.mx/2016/06/30/ubican-al-congreso-de-qr-entre-los-mas-ser-viles-mayoria-de-diputados-locales-aprobaron-sin-chistar-todo-lo-que-les-envio-el-gobernador-borge/
[2] Me refiero a Eduardo Ovando y Agapito Magaña, que recientemente han hecho unas críticas durísimas a la frivolidad del dinero y a los grupos de interés del priísmo de los gerber políticos, de González Canto hasta Borge Angulo. Véase Estos Días. El Semanario de Quintana Roo, número 467, lunes 27 de junio de 2016.
[3] “Un cambio verdadero va a implicar nuevas reglas del juego”. Por Julián Ricalde Magaña. Noticaribe, 30 de junio de 2016. En http://noticaribe.com.mx/2016/06/30/un-cambio-verdadero-va-a-implicar-nuevas-reglas-del-juego-por-julian-ricalde-magana/
[4] “El paralelismo histórico de dos sucesiones en las que dos Borge son protagonistas…” Por José Hugo Trejo. Estos Días, número 467. Lunes 27 de junio de 2016, p. 9.
[5] Mi idea sobre la UQROO es simple: rectorado de transición hacia la autonomía que se encargue de remover las astillas cancerígenas que infectan esa universidad, y que van desde las cotas de poder de las mafias académicas, administrativas y hasta un Colest (Colegio de estudiantes) aherrojado por los intereses partidistas.