Karla Olivia Almeida.

Este fin de semana, fue presentado el libro de “El valor de la conciencia o… me vale madres la política”, escrito por Karla Olivia Almeida.

La anunciación formal de la obra fue en la cafetería ‘El Pabilo’ del centro de la ciudad, ante un público que elogió el contenido de “El Valor de la conciencia…” y el esfuerzo de la autora para que la gente se interese en los asuntos públicos.

Como presentador de la obra estuvo el periodista Sergio Caballero, que advirtió que Quintana Roo padeció con el gobernador saliente, Roberto Borge, una dictadura de caricatura que tuvo como principal objetivo la cancelación de libertades.

El público hizo hincapié en que los ciudadanos busquen conocer y participar, y que los medios de comunicación cumplan con su labor de informar de manera veraz y oportuna.

Con la autorización de la autora, este es el primer capítulo de “El valor de la conciencia…”:

 

El valor de la conciencia o… Me vale madres la política

 

Dios no juega a los dados con el universo,

juega a las escondida.

WOODY ALLEN

I

¿Primeramente Dios?, como si Dios tuviera el tiempo para controlar las emociones, sentimientos y pensamientos de las personas involucradas que nos llevarán a nuestro destino en buenas condiciones; y de los individuos o grupos de personas que están a nuestro alrededor. No es cuestión de Dios; es asunto, compromiso, responsabilidad de las personas que deben hacer su trabajo de una forma consciente. La actitud tal vez sea un ingrediente extra; pero hay que tener presente que la conciencia lo es todo; y la razón su instrumento, medité para mis adentros mientras descendía del avión que me trasladó a mi ciudad de origen, Cancún, después de pasar dos semanas en Nueva York, la metrópoli que ostenta la Estatua de la Libertad; sin embargo, aún tengo mis dudas respecto a si existe tal principio en nuestro mundo.

Por cierto, mi nombre es Alexandra S. Mis amigos me dicen Alex.

Pensar en vez de ser pensados, hablar en vez de ser hablados, actuar, tomar decisiones, emitir juicios críticos propios en estos días, ¿por qué cuesta tanto? ¿Será el entorno familiar, nuestras amistades, los medios de comunicación o quizá la capacidad parcialmente nublada para discernir entre el bien y el mal? ¿Cómo afrontarlo, resolverlo, para que la utopía de la libertad deje de ser misterio o mito y, a partir de ella, se concreten nuevas acciones para transformar y, así, evitar que se perjudique más a este mundo?

Son temas de antaño que en la actualidad siguen por debajo de las expectativas. ¿Realmente estamos evolucionando? ¿El horizonte cada día es más estrecho? No me refiero a la ciencia y a la tecnología, que a cada momento andan superándose a sí mismas, si bien lo hacen según los intereses de la clase dominante del planeta (me doy cuenta mientras descargo la última versión del Whatsapp). Me refiero al nivel de pensamiento, al comportamiento de los humanos en las esferas principales, que repercuten e impactan desde la zona local extendiéndose, por qué no, a cada rincón del planeta.

Las noticias en los periódicos, en la televisión, y ahora hasta en internet no cambian con el pasar de los días; los títulos son muy parecidos, lo único que se modifica es la fecha de impresión. Quizá lo mejor para evitar comprar o consumir este tipo de medios, en su mayoría manipuladores, es palpar realmente la realidad saliendo a las calles, intercambiando ideas y opiniones con la gente que nos rodea.

Una de ellas, por cierto, se asoma mientras observo el cielo nublado. ¿Acaso se avecina una tormenta? Aunque, claro está, es época de lluvias (y recuerdo que hace un año las hubo muy fuertes) y con ellas los memes empezaron a brotar como palomitas calientes, desde que teníamos que salir como buzos para ir a comprar algo a la tienda de la esquina o salir en chinampas para trasladarnos de un lugar a otro, será divertido para nosotros, pero molesto para las personas que habitan en lugares donde el agua alcanzó hasta un metro, maltratando sus bienes; para ellos la realidad fue que el desazolve de los pozos, que tanto pregonaron las autoridades, no les benefició.

 

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