Tras el triunfo de la ‘alternancia’ se activó una especie de “macartismo caribeño”.
Como se sabe, el ‘macartismo’ es una etapa dentro de la ‘guerra fría’ en la que Estados Unidos ejerció una persecución contra intelectuales, artistas y militares bajo la acusación de simpatizar con el comunismo.
Pero esta percepción era sin pruebas, en franca violación de los derechos humanos y, en muchos casos, el objetivo era aprovechar el río revuelto para tajadas personales.
Este ‘macartismo caribeño’ se ha agudizado conforme se acerca la definición del gabinete de Carlos Joaquín.
Y lo peor que le puede pasar a un político en la actualidad es que lo acusen de ‘felix-betista’.
Precisamente, entre los competidores por un puesto, la moda es acusar de ‘betista’ o ‘felixista’ al adversario a fin de descalificarlo y dejarlo fuera del gabinete.
De esta forma, van y vienen acusaciones como que ‘aquel se reunió con un amigo de ‘Beto’, que filtró documentos, que pasó información, que en la campaña jugó doble”.