CIUDAD DE MÉXICO.- Como lo mandara la cita histórica, puntual y sin sucesos fuera de protocolo, a las 23 horas en punto el presidente Enrique Peña Nieto se asomó al balcón presidencial de Palacio Nacional, con la banda sobre el pecho y la insignia nacional arengó:
“Vivan los héroes que nos dieron patria y libertad. Viva Hidalgo. Viva Morelos. Viva Josefa Ortiz de Domínguez. Viva Allende. Viva Aldama. Viva Galeana. Viva Matamoros. Viva Guerrero. Viva la Independencia Nacional”.
El tañir de campana rubricó la tradicional ceremonia, con el Presidente acompañado discretamente por su esposa, Angélica Rivera, con todo y su vestido reciclado que utilizó en la cena con los reyes de España, durante la visita de estado a ese país en 2014, en abono de la austeridad.
En vísperas del inicio de la ceremonia oficial, los gritos de Peña Peña, que corearon las huestes mexiquenses cercanos a Palacio Nacional, trataban de opacar expresiones de rechazo al presidente que se escucharon sobre la plancha del Zócalo.
Sin embargo, al momento de corear los vivas a los héroes nacionales, aunque sin gran entusiasmo, sí unificaron a la masa presente.
Quienes estaban más cerca del balcón central de Palacio Nacional habían sido traídos desde la tierra del presidente -estado de México- y de otras entidades aledañas a la Ciudad de México. Inconfundibles sus filias y acreditada institucionalidad patentizada con calcomanías y brazaletes que les allanaron el acceso al Zócalo (con todo y la zona numerada desde donde verían el grito) sin pasar por las estrictas medidas de seguridad y revisión a quienes decidieron acudir por cuenta propia a la celebración.
Tras varias horas de interminable espera, ya no reaccionaban al estruendoso sonido de la Trakalosa. Las potentes bocinas que elevaban los decibeles de las rolas musicales nada más no estremecían ya a la mayoría de los convocados. Serían las horas de espera o los diversos grupos musicales que fueron menguando el ánimo.
Pese a las grandes pantallas y el escenario inmejorable que ocupaba gran parte de la plancha del Zócalo, el entusiasmo distaba de desbordarse luego de varias horas. Y es que desde temprano, miles de gentes traídas desde el estado de México y otras entidades aledañas, de sectores populares, ingresaron a la Plaza de la Constitución.
Escucharon a Los Ángeles Azules mucho más temprano, quienes lograron prender a la gente y entusiasmarla con sus más sonados éxitos surgidos desde la misma Iztapalapa y para el mundo.
Sobre la plancha del Zócalo es patente la presencia numerosa de los cuerpos policíacos, el discreto deambular entre las áreas previamente designadas, del Estado Mayor Presidencial y Policía federal.
Aunque ya se acercaba la hora en que, cuenta la historia, Miguel Hidalgo dio el grito en Dolores Hidalgo, Guanajuato, las calles aledañas todavía estaban saturadas de quienes pretendían llegar a las 23 horas, como manda la tradición a presenciar el grito.
Días de fiestas patrias en donde no podía estar ausente la inefable selección nacional, que tantas frustraciones le ha prodigado al país en el pasado reciente. Hay quienes para apaciguar la desesperación por la interminable espera para entrar, hacen sesudos análisis del cuadro titular.
Mientras tanto, a Palacio Nacional llegaron aquellos que el protocolo exige: los representantes de los Poderes de la República, el cuerpo diplomático acreditado en México, los miembros del gabinete de Peña Nieto y representantes de las fuerzas armadas de diversos países que este jueves participarán en la parada militar.
En total, 200 invitados especiales, testigos privilegiados de la conmemoración independentista.
Lejos de las fastuosas ceremonias de antaño y como sucediera en 2015, esta vez tampoco hubo cena para los asistentes a Palacio Nacional. Bajo el argumento de la austeridad, se dio por cancelada el ágape tradicional.
Característica del 206 aniversario es la convocatoria que se hizo a otras 650 personas integrantes de “organizaciones no gubernamentales, universidades, artesanos, investigadores, defensores del medio ambiente, emprendedores, productores del campo, becarios, profesores, chefs”, según informó la Presidencia.
A ellos se sumaron seis derechohabientes del IMSS cuyas vidas cambiaron recientemente producto del trasplante de corazón y riñón, así como representantes de comunidades indígenas. Y en esta pequeña convocatoria ampliada, se incluyó a militares “destacados” en el cumplimiento de sus tareas.
Después del estruendo de los juegos pirotécnicos, las arengas presidenciales para evocar a los hombres que nos dieron patria, sólo queda el parsimonioso desalojo de la Plaza de La Constitución, para llegar hasta las decenas y decenas de camiones que en las calles aledañas -imposible no ver la mayoritaria presencia de autobuses foráneos mexiquenses- que los devolverán a sus comunidades de origen.
Incidentes
En cuanto apareció el presidente Enrique Peña Nieto, un pequeño grupo comenzó a rechiflar ya gritar consignas en contra del mandatario.
Por su parte, un joven mostró un cartel haciendo crítica a la administración federal, de inmediato fue rodeado por elementos de la Policía federal y del Estado Mayor Presidencial, incluso uno de ellos se puso delante del manifestante e intentó cubrir con sus brazos el cartel.
Algunas personas demandaban a los uniformados que permitieran al joven expresarse, a lo que éstos respondieron “sólo cumplimos órdenes”.
Los federales mantuvieron rodeado al joven hasta que concluyó el espectáculo de juegos pirotécnicos, lo fotografiaron e hicieron video del joven y al final dos policías dijeron que lo acompañarían hasta la salida. (Fuente: La Jornada)