Yo pienso que esto de las redes sociales -o redes de contacto, como dicen por ahí- aunque recientemente han demostrado un poder insospechado para modificar sistemas políticos y tropicales cerrados, abriendo boquetes a la verdad oficial y al periodismo de consigna, han “jodido” las relaciones sociales.
George Steiner, Umberto Eco, Vargas Llosa, palabras más, palabras menos, han propalado la especie de que vivimos en el tiempo de la barbarie digital. Hijos mal paridos (muy pocos) de la era gutemberguiana donde el libro era el fetiche y el símbolo del saber y hasta el símbolo del poder, hemos pasado a la digitalización de las costumbres, y pronto seremos una sociedad de autistas que en vez de arrejuntarnos los cachos del corazón, o convocar a la palabra en una cantina o en una plaza pública, comenzaremos a monologar sin sentido.
El otro día, un amigo me sorprendió con algo que “yo dije” sobre un tópico que no me acuerdo. Y cuando le pregunté cuándo lo dije, él me respondió que lo dije en “el muro”. Inquirí: ¿de qué pinche muro me hablas? “Del muro de tu face”. Me quedé un rato en silencio, quise responderle que uno no es un muro, pero dejé la cosa así.
Postdata
Lo que mata, al final de cuentas, no es la tristeza sino el recuerdo del recuerdo de los días felices, del paraíso perdido, de los días clausurados…