Si la legendaria banda Emerson, Lake & Palmer tuvieran que reunirse de nuevo en un concierto especial, en el cartel sólo pondría Palmer. No es una broma macabra. Es la desgraciada constatación de que en 2016 -año funesto de por sí para el rock en general- nos han dejado dos de los tres miembros de un grupo que llevó el rock progresivo a sus máximas cotas de complejidad. Si Keith Emerson falleció el pasado marzo; este 7 de diciembre, Greg Lake, quien fue la voz también de los primeros King Crimson, ha muerto a los 69 años de edad a causa de un cáncer.
La noticia la ha dado su mánager Stewart Young a través de la página de Facebook del músico británico. “Ayer, 7 de diciembre, perdí a mi mejor amigo en una larga y dura batalla contra el cáncer. Greg Lake permanecerá en mi corazón para siempre, como siempre lo ha estado. Su familia estaría agradecida por la privacidad durante este tiempo de su dolor”.
Con la muerte de Lake se va otra leyenda del rock. Quizás menos conocida que algunas de las grandes estrellas que han fallecido este año pero leyenda al fin y al cabo. Guitarrista y bajista, será recordado especialmente por su voz potente e intensa, con la que cantó grandes himnos del progresivo de entre finales de los años 60 y principios de los 70.
Nacido en Poole, Dorset, fue músico precoz e inició su andadura en The Gods, una pequeña banda en la que no llegó a grabar ningún disco. Fue entonces cuando se reencontró con Robert Fripp, un antiguo compañero de colegio, junto al que fundó King Crimson, considerada la banda pionera del rock progresivo. Debutaron con un álbum, In the Court of the Crimson King (1969), que muchos consideraron fundacional del nuevo estilo. Su voz -y también su bajo- impregnó las grandes canciones de aquel disco, que fue un gran éxito. Pero el hechizo duró poco y Lake, por diferencias con la dominante personalidad de Fripp, decidió abandonar la banda apenas un año después
Todavía grabó las voces en el siguiente disco de los Crimson, pero ya con un nuevo proyecto en marcha. Lake sumo sus fuerzas ese 1970 con el teclista Keith Emerson y el baterista Carl Palmer para fundar Emerson, Lake and Palmer, quizás el supergrupo más longevo e influyente de todos los tiempos. El álbum debut ELP (1970) supuso un gran éxito, en el que el Lake contribuyó decisivamente con la quizás canción más recordada de él mismo, Lucky Man, que compuso cuando todavía estaba en el colegio. Sus siguientes discos, Tarkus (1971), Trilogy (1972) o Brain Salad Surgery (1973), entre otros, mantuvieron un listón alto de complejidad, una de las marcas de la casa del ambicioso proyecto, cada vez más alejado de los estándares comerciales y con constates flirteos con la música culta. Personalmente, fue su edad de oro. Se convirtió en una de las voces más reconocibles de los temas épicos de la banda. Still You Turn Me On o From the Beginning, entre otras, llevan su sello inconfundible.
Aunque ya había dado sus primeros pasos en solitario con un celebrado single navideño I Believe in Father Christmas; se centró en su propia carrera en los años 80 con The Greg Lake Band, una vez ya desarticulado ELP y tras un breve paso por la banda Asia. No tuvo tanta suerte en este periodo en el que el progresivo ya había entrado en una lenta decadencia iniciada en la era del punk, y el trío histórico no volvió a reunirse hasta los años noventa. Sin embargo, su relación con Emerson acabó como el rosario de la aurora y con el nuevo milenio, la banda se disolvió definitivamente. Los intentos en 2009 de una nueva reunión resultaron finalmente infructuosos.
En 2005, vivió una suerte de segunda juventud volviendo a grandes giras y estrenando una voz más profunda y densa. Sus grandes éxitos de los sesenta y setenta volvieron a recorrer medio mundo. Pero fueron pocos años y su voz se fue apagando de las grandes giras y conciertos, ya alejado del firmamento mediático. (Fuente: La Vanguardia)