Por Hugo Martoccia

CANCÚN, MX.- Primero los números. Acapulco y Mazatlan perdieron hasta un 60 por ciento de los visitantes internacionales por la ola de violencia que ha azotado a esas ciudades. Quintana Roo ya supo del miedo y sus consecuencias: alguna vez perdió 15 por ciento de sus visitantes por la crisis de la influenza.

La violencia y el miedo en general, tienen un impacto directo e inmediato sobre los flujos turísticos de extranjeros en México. Esto ya ha sucedido, y Quintana Roo será la próxima víctima si no puede controlar el caos en que se han convertido sus calles y sus noches.

Por primera vez en su historia el estado comienza a asociarse a la violencia general del país. La matanza del Playa del Carmen el pasado lunes, ocurrida en el corazón de la zona turística; la sucedida a fin de noviembre en el Mandala, en la zona hotelera de Cancun, y el ataque a la Fiscalía General en esta misma ciudad del pasado martes, tuvieron repercusiones pocas veces vistas en los principales mercados turísticos del estado.

Medios de comunicación de todos los mercados importantes del estado pusieron en primeras planas durante varias horas lo sucedido en el Blue Parrot y lo de la Fiscalía, como ya lo habían hecho con el caso del Mandala, en donde hubo dos ejecutados en circunstancias similares a las del lunes.

Desde el New York Times y el Washington Post, en Estados Unidos; pasando por El País, de España; la cadena O Globo, en Brasil; el grupo Clarín, en Argentina, y la cadena Caracol, en Colombia; hasta las cadenas de noticias más importantes del mundo, como Associated Press o Bloomberg, se hicieron eco de los hechos.

Hasta hace unas semanas, Quintana Roo parecía una isla. Se colgaba de la seguridad de sus estados vecinos, Yucatán y Campeche, para vender la imagen de un lugar distinto. El resultado es que los turistas extranjeros crecían año a año.

Sin embargo, el sueño podría acabarse en breve. El impacto internacional de los últimos sucesos comprometen al estado.

El patrón de conducta dice que el turismo internacional responde con mucha rapidez a las amenazas. Y, por supuesto, las esquiva.

En números absolutos, México vivió en los últimos años el impacto turístico de la violencia, cuando llegó a perder hasta un 25 por ciento de sus visitantes internacionales por la guerra contra el narcotráfico.

 

Los números del miedo

 

En el 2005, México recibió por todo concepto más de 103 millones de turistas. La cifra incluía tanto a los viajes de internación, como los excursionistas y los autos y peatones fronterizos.

Luego de que en el 2006 se iniciara la llamada guerra contra el narcotráfico, el descenso de visitantes fue drástico. El primer año se perdieron 5 millones de visitantes, y en el pico de la violencia, en 2011, ingresaron al país 27 millones de turistas menos que cinco años atrás.

Si bien el número de turistas que pernoctan en el país ha crecido (lo que se cuenta internacionalmente como turismo) lo que ha disminuido de manera notable son los cruces fronterizos, en ciudades que durante mucho tiempo fueron una frontera caliente.

Hay casos incluso más dramáticos. Acapulco perdió desde 2011 un 58 por ciento de sus turistas internacionales por la violencia, y Mazatlan perdió entre 2012 y 2016 un 18 por ciento de sus visitantes extranjeros.

El problema de Quintana Roo es aún potencialmente más grave, porque no tiene los flujos de turismo nacional de Acapulco, sino que su principal fuerza es el turismo internacional.

Según la Secretaría de Turismo Federal (Sectur) mientras en Acapulco casi el 95 por ciento del turismo es nacional (su cercanía a la zona más poblada de México es fundamental) en Quintana Roo es exactamente al revés: el 75 por ciento de su turismo viene desde otros países.

El año pasado visitaron Quintana Roo (sin sumar cruceros ni el paso fronterizo de Belice) 10 millones 634 mil personas.

Si el estado ingresa a una espiral de violencia, y le sucede lo mismo que al país, se pone en juego su futuro. Si la influenza le hizo perder un millón de turistas, ¿qué no podría hacer la violencia?

Una catástrofe económica sin precedentes y sin solución, que requiere medidas urgentes para evitarla. (Noticaribe)

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