Si la creación de la Fiscalía era la forma en que mejoraría la persecución de delitos y la aplicación de justicia, Quintana Roo está ante uno de los mayores fracasos.
Y es que entre un Fiscal que se iba, se iba y no se terminaba de ir, como Carlos Arturo Álvarez Escalara, y un nuevo, Miguel Ángel Pech Cen, que encontró un auténtico tiradero, Quintana Roo está ante un problema mayúsculo.
Frente a la crisis derivada de los casos del ‘Blue Parrot’ y de la VIcefiscalía, la solución fue traer más policías federales. Ya hay como 500, que se suman a los casi mil municipales y un centenar de estatales.
Pero el problema es la impunidad. La Fiscalía no ha logrado detener a los responsables del ‘Blue Parrot’, ni a los de la Vicefscalía, ni a los responsable de la casi docena de ‘ejecuciones’ en lo que va de 2018.
Esta ‘improductividad’ de la Policía Ministerial para dar con los culpables es una abierta invitación a los delincuentes a que sigan cometiendo más delitos y crímenes, pues nadie los va a detener.
Los ciudadanos están atrapados en el círculo vicioso de la Fiscalía, que no puede o no sabe atrapar a los delincuentes.
Parecería que Pech Cen ratificará a Quintana Roo como el primer estado en impunidad del país.
Este personaje, por mejores intenciones que tenga, la realidad es que ya está grande y, aunque no lo parezca, no da el ancho para la Fiscalía. Esta institución tiene un problema mayúsculo de corrupción, opacidad y exceso de cargas laborales producto del dejo oficial que por años se dedicaron a proteger y reforzar la impunidad. La tarea no es de un solo hombre ni de un solo día. Hace falta mucho esfuerzo, dedicación, constancia y voluntad para regularizar el funcionamiento de la procuración de justicia, asignatura pendiente que representa una de las grandes columnas de la administración pública.
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