Hace unos días, a los 82 años, falleció el gran divulgador de la ciencia nacido en el bello puerto de Progreso, Juan José Morales Barbosa, “El maestro”. No conozco su currículo académico , pero aseguro que fue, como tantos genios, un convencido de las bondades del autodidactismo.

Geógrafo aficionado, dueño de una mente inquisitiva, premiado a nivel nacional e internacional  por sus contribuciones a la divulgación de la ciencia  -fue Premio Nacional a la Producción de la Ciencia y Premio Latinoamericano a la Popularización de la Ciencia-, Morales Barbosa ha sido uno de los que con más enjundia ha estudiado a Quintana Roo, a la flora, a la fauna, a la biósfera hechizada de la Península de Yucatán. El hombre que bautizó a los manglares, tan puestos en peligro por el avorazamiento capitalista del turismo en la zona, como los riñones del planeta. ¿Cómo no citar su libro sobre los huracanes en la península, cómo no seguirle sus notas en la prensa y, más reciente, en el muro de Facebook, del maestro Morales Barbosa?

Este hijo de Yucatán merece un reconocimiento completo, Morales Barbosa dejó muy en alto nuestra tradición científica y humanística yucateca, iniciada desde la primera mitad del siglo XIX con el grupo encabezado por Sierra O’Reilly, los que escribieron el Museo y el Registro Yucateco. Radicado en Cancún desde 1975, Morales Barbosa, cuya pluma se caracterizó por ser dueña de un estilete crítico, de un revisionismo completo de nuestras mentalidades neolíticas,[1] así como escribió sobre temas científicos, también tocó temas de política y trató temas sociales desde el alminar de su columna periodística. Fue considerado como “una de las inteligencias más relucientes de la península Yucateca, ameno conversador, generoso, culto y combativo”, su nombre, desde diciembre del año pasado, fue elegido para bautizar el auditorio de la Universidad del Sur en Cancún.[2]

Cuando estaba fresco el ecocidio de Tajamar, Morales Barbosa se posicionó para decir que el Malecón Tajamar era la continuación de desarrollo en Quintana Roo que consiste en “arrasar la naturaleza para construir desarrollos turísticos” (y esto, desde periodos no tan lejanos en el decurso histórico, cuando la selva oriental de la Península era barrida para extraer chicle, caobas y cedrales para acrecentar el capitalismo depredador desde fines del siglo XIX). El arrasamiento de la naturaleza inició con el Proyecto Cancún, anexionó toda la zona norte del Estado, y es el mismo que pone en jaque a los pescadores de Holbox y se corona en Mahanual y el que ha privatizado toda la laguna de Bacalar. “Es un modelo muy dañino, cuyas consecuencias las estamos viendo y se siguen repitiendo los mismos errores…Hace falta un plan de contingencia para detener el serio problema ambiental. El deterioro ambiental es evidente y no se puede seguir manejando el medio ambiente a partir de criterios de especulación inmobiliaria”.[3] Estas son palabras del mayor divulgador de la ciencia en la Península, y uno de los primeros defensores ambientalistas de la península.

Con escasos incentivos editoriales (toda la producción de Morales Barbosa se realizó por amigos de Sian Ka’an o por secretaría de cultura de Yucatán o de Mérida) salidos desde las oficialidades chetumaleñas, Morales Barbosa estuvo por encima de las mentes mediocres que dirigen la “cultura” en este estado oriental de la península. Su producción de periodista e investigador de la ciencia es amplísima, y buena parte de ella se encuentra en sus columnas periodísticas. Apunto algunos libros del maestro que he leído:

  1. Extrañas criaturas del mar (1987)
  2. Selva, mares y huracanes (2011)
  3. La nave del profeta Itzimná (2000)
  4. La península que surgió del mar (2009)
  5. La gran selva maya (1995)
  6. Los huracanes en la península de Yucatán (1993)

Viajero incansable, en Argentina dio a la estampa un libro llamado “Ciencia, realidad o imaginación”, que no he podido conseguir, así como otros libros que se de su existencia pero que la difusión no ha sido la adecuada o se ha restringido a muy escasos círculos. Geógrafo y “oceanógrafo” aficionado, Morales Barbosa fue el escritor de los huracanes, de las selvas, de la extraña península que surgió del mar, y tal vez siendo lector de Melville (arguyo esta hipótesis por su lugar de nacimiento, en la Nantucket-Progreso de la década de 1930), indagó a las “extrañas criaturas marinas”.

Además de sus libros dados a la estampa, existe una producción ingente de Morales Barbosa que se puede rescatar mediante la revisión de fuentes hemerográficas. Lo triste para un estado filisteo en términos culturales como Quintana Roo, es que no existe, actualmente, un archivo tanto bibliográfico como hemerográfico (y ya no hablemos de los escasos documentos, atrapados en la incuria y el candente tropicalismo) que pueda servir de consulta. El Archivo General que se encuentra en la avenida Veracruz de Chetumal, es causa de penas y tristezas entre los historiadores y otros investigadores que lo visitan, soportando el cerco del azufre y las lenguas de fuego de 35 grados a la sombra en lugares de consulta cuasi cuartelarios. Y para una recopilación sistemática de la producción periodística de Morales Barbosa, ineluctable es la visita a los archivos de Mérida: la Biblioteca Yucatanense es la única opción.

Coda

No me sorprende la ignorancia de muchos periodistas de Quintana Roo -y de sus “intelectuales”, ni se diga- y del mundillo seudo académico de esos lares, al tomar como si nada la muerte del gran divulgador de la ciencia radicado en Cancún, Juan José Morales Barbosa. Tal vez porque Morales Barbosa, el gran maestro, el espíritu humanista, el hombre que hacía claro y fácil lo difícil, está por encima de estas mentes mediocres y chabacanas, o simplemente porque el maestro Morales había nacido, para orgullo de Yucatán, en el bello puerto de Progreso.

[1] Cfr. Véase sus “Seis recetas antitestigos”, en http://marcianitosverdes.haaan.com/2008/09/seis-recetas-antitestigos/

[2] “Fallece Juan José Morales, pionero del periodismo crítico”. El Universal, 17 de febrero de 2017.

[3] “Quintana Roo: proyectos depredadores”. Por Sergio Caballero. Proceso, 29 de enero de 2016.

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