En un pueblo de Guerrero, a los antropólogos ya se les conoce bien, se les tiene encasillado como personas peligrosas y nocivas. “Roban el alma”.
Vienen al pueblo y roban las ideas, les quitan el alma, las diseccionan y las hacen “ciencia”. Tanto en la región de Chiapas (véase el texto de Andrés Aubry, “Otro modo de hacer ciencia. Miseria y rebeldía de las ciencias sociales”) como en la región de Tihosuco, a los antropólogos se les conoce a la perfección: gente que, como el buhonero, va por los pueblos “a ratos y al año se marcha para escribir su libre para no regresar”. Carroñeros de ideas, su dolor es la cultura que construyen desde sus horizontes y “aparatos críticos”.
José Poot Cahum, intelectual y artista del pueblo de Tihosuco y amigo mío, me dice que hay que nombrarlos como “ku yokoltiko’ob, los que roban la cultura, o bien, los “ku yokoltiko’ob le pixano’, los que roban el alma, los que museografían, “etnografían” y la ponen en grandes compendios el alma de los pueblos, en lenguajes oscuros que solo ellos y sus pares ridículos del SNI cargados de letras y de soporíferas sapiencias, entienden y saben a la perfección, entre citas abstrusas de Malinowski y “descripciones densas” y ridículamente mal escritas.
Si me preguntan mi opinión, la diré sin tapujos:
No inviten a los antropólogos a sus fiestas ni a sus cotorreos, ¡al diablo con ellos!
Pero habría que seguir con la diatriba para ir contra todos, principalmente, contra los “antropólogos mayistas”, o seudo mayistas de todos los puntos cardinales de la rosa de los vientos.
Los antropólogos mayistas o seudo mayistas, gente exquisita y conocedora de mundo y de mujeres difíciles y de libros y de viajes a Europa para exponer una ponencia, una ridícula ponencia pendeja, o esa clase de extraviados seudo académicos que van únicamente por el relumbrón del coctel party sin gestar o preparar nuevos almácigos para el conocimiento, utilizan a estos “informantes” (en este caso, incluso a gente de comunidades o intelectuales de pueblos), a este pobre pueblo lleno de hambre y de pobreza, la secular e injusta pobreza de nuestros pueblos primeros, aunque, eso sí, como dicen los antropólogos del coyotaje, lingüistas y otras aves carroñeras de paso, dueños de “mucha cultura y lengua”.
Y los utilizan para sus trabajos personales, sin darles crédito alguno, como hace un doctor “maya” de una universidad del oriente de Yucatán, que hace trabajar a sus tamemes y se lleva todos los créditos. Ni migajas les dan pero viven, como todos los indigenistas, a costa de sus “sujetos de estudio”.
Esta es la crítica más directa hacia una academia parasitaria que uno pueda decir (parasitarios han sido todos, incluso usted), únicamente abocada a vampirizar (pooch tuukul) el conocimiento vivo de la gente. Esto no es interculturalidad, señores, no es tampoco una actitud ética frente a la ciencia y para el desarrollo de las comunidades, el no comprometerse completamente con las vivencias-sobrevivencias, las historias y las luchas omitidas de los excluidos.
K’eek’enes que pululan en la academia gringa-francesa-japonesa-alemana-chilanga-meridana y etcétera, y vienen de vez en vez al trópico porque el dólar y el peso y las morenas y la pachanga eterna.
Vivales seudo académicos de por estas albarradas, también, o bien, trúhanes insertos en la academia “mestiza”, y hasta en la academia “indígena”.
Son gente mala, mala gente de entrañas de buitres, kisin máak, que utiliza el saber de las comunidades, gente que nunca está ni estará interesada por personas concretas, pero desde luego que se sienten las grandes vacas sagradas y son los únicos que hablan de la “mayanidad” pero resultan, si le rascas bien, mal lectores y mal citadores de Villa Rojas y otros gabachos, franchutes, germanos y sus padres gringos.
Postdata
No se me mal entienda: no digo que no leamos a los gringos, a los alemanes, a los japoneses y hasta a las vaquitas sagradas regionales: vamos a leerlos en serio, para hacer eso que ha hecho personas como Eddy Dzib: olvidarlos, olvidar a Villa Rojas y a su Tusik etnográfico por obvios, pero igual habría que impensarlos para crear, desde las ruinas de la colonialidad traspuesta, con el fin de decolonizar el paisaje textual e intertextual.
"en lenguajes oscuros que solo ellos y sus pares ridículos del SNI cargados de letras y de soporíferas sapiencias, entienden y saben a la perfección, entre citas abstrusas de Malinowski y “descripciones densas” y ridículamente mal escritas." vs. "habría que impensarlos para crear, desde las ruinas de la colonialidad traspuesta, con el fin de decolonizar el paisaje textual e intertextual."
Coincido con la diatriba, no creas que no. Señalo la contradicción que incluso tan breve texto es capaz de generar para decir: que sea para menos, menos apodíctico el tono (aunque concedo que queda desabrida la diatriba entonces). El monstruo de la colonialidad es el de sus disposiciones encarnadas, las llevamos por socialización primaria, secundaria y deformación profesional, tarea de una vida deshacerse de ellas.
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