La Procuraduría General de la República (PGR) parece haber dado el puntapié inicial a la debacle política de Roberto Borge. Esa circunstancia debería servir para que el gobierno de Carlos Joaquín retome, o encuentre, el rumbo definitivo de la gestión, que no ha pasado últimamente sus mejores momentos. Borge podría darle al gobernador el respiro de corto plazo. La marca de fondo que dejará su gobierno, sin embargo, tiene más problemas que el futuro legal y político del ex gobernador.
Primero lo urgente. El aseguramiento de 25 propiedades vendidas por el ex gobernador a precios de remate es la primera de una larga serie de cuestiones legales que deberán afrontar varios funcionarios de la pasada administración.
Los términos de la información que brindó la PGR al dar a conocer el aseguramiento de esos lotes, muy duros y concisos, hacen pensar que son inminentes algunas órdenes de aprehensión. Terrenos vendidos al 6 por ciento de su valor comercial, que es de más de cinco mil millones de pesos, y el dinero que se utilizó fue de procedencia ilícita, dijo la PGR. Poco para agregar.
En el gobierno estatal conocían esa noticia desde días atrás, y el propio gobernador la esperaba con ansias, como ya se había dado a conocer en este mismo espacio. No había ayer, sin embargo, algarabía en los funcionarios. A muchos desconcertó que el gobierno conociera esta información desde hace tiempo, pero una orden estricta emanada desde lo más alto prohibiera tajantemente que se le diera publicidad.
“Era el momento más esperado de los últimos meses y lo dejamos pasar”, reflexionaba un aliado del gobierno. Esa frase engloba quizá el sino del gobierno de Carlos Joaquin: hasta las buenas noticias se empañan en un devenir de órdenes y contraórdenes, de vacíos políticos y silencios, que nadie termina de interpretar.
La actuación de la PGR llega quizá en el momento más oportuno para una administración que no termina de instalar su agenda. Pero todos saben que se trata de un respiro de corto plazo. Ahora, habrá que apurar las investigaciones locales para reforzar la idea de una lucha a fondo contra la corrupción, y para, al menos, contrarrestar en algo el vendaval diario de ejecuciones y asesinatos, que dan la idea de un estado fuera de control.
Hasta ahí lo de corto plazo. El tema de largo plazo parece aún más espinoso. El gabinete estatal, que alguna vez fue disperso y heterogéneo, hoy es directamente histérico e indisciplinado. Los sueños de algunos funcionarios son ya disparatados: piensan incluso en ser gobernadores en 2022.
El principal problema es que las cabezas que alimentan esos sueños son de algunos de los hombres a los que más confianza tiene Carlos Joaquín. El resultado de ese combo es nefasto: un pequeño grupo de funcionarios ha hecho de la función pública su casa de campaña. Para un gobierno con cinco meses en el poder, se trata nada más ni nada menos que de un suicidio político.
Diversos aliados del gobernador coinciden en algo: Carlos Joaquín tiene claro lo que quiere de su gobierno y una forma para conseguirlo. Se puede disentir de la visión y los modos. Pero éstas existen. El problema empieza cuando hay que ejecutar esa visión. Los grupos de poder que lo secundan, dispersos e irreconciliables, no logran coordinar una línea de acción, ni mucho menos generar la idea de un gobierno cohesionado y sólido.
“Escuchen a la gente en la calle, no se dejen llevar por el círculo rojo”, repite el gobernador entre sus colaboradores. Quizá la agenda urgente es la justicia contra la corrupción, dice, pero de largo plazo es la igualdad de oportunidades. También les exige a sus funcionarios que hablen con la sociedad, que bajen la soberbia, que escuchen, que gestionen con transparencia.
“Nadie lo hace”, dice uno de sus principales aliados, “la mayoría de sus funcionarios opera como los peores priistas”.
Uno de los principales asesores del gobernador dijo tiempo atrás que entre el quinto y sexto mes de gobierno, Carlos Joaquín haría el primer análisis a fondo de su administración. Ese momento ha llegado. Es la hora de presentar y poner en marcha los grandes proyectos e ideas que pretendan ser el sello del sexenio.
Es la hora, también, de acomodar algunas piezas, de corregir algún rumbo; de cortar de cuajo lo que haya que cortar. El tiempo corre, y la política suele ser muy cruel con las distracciones y las demoras.