No son los partidos políticos por sí mismos, los que en determinadas circunstancias han fallado a la confianza que el pueblo les depositó, como se decía en mis tiempos. Sería un contrasentido ético y político que las formaciones políticas acreditadas en el mapa electoral estuvieran confeccionadas con documentos básicos negativos que no ofertaran al núcleo social múltiples salidas para mejorar o erradicar la vasta problemática que es común en cualquier sociedad organizada.
Si su meta esencial es acceder al poder para modificar la realidad de acuerdo a su ideario y a sus propósitos comunes, es de lógica elemental que sus documentos fundamentales estén imbuidos de nutrientes ofertas de acuerdo a su divisa o al color de su camiseta, lo que sustentaría la policromía política que es el ingrediente sustancial para definir a una sociedad plural. No son los partidos en esencia los que fallan, son algunos militantes empoderados además de las circunstancias que gravitan, económicas y políticas, hasta el entorno en que se desenvuelven y sobre todo su alejamiento de las capas populares.
Aunque parezca romántico expresarlo en los actuales tiempos, el pueblo debe tener a su alcance las variadas ofertas que dimanan de las estructuras políticas organizadas, de tal manera que en momento de adherirse o votar por determinado partido, el votante lo hiciera con la convicción que esa entidad política está en consonancia con su manera de pensar y con su óptica particular para mejorar las condiciones de su entorno social y, que de ganar las elecciones, tendría la satisfacción de saber que los objetivos que persiguió, su partido en el gobierno trataría de cristalizarlos de acuerdo a las prioridades señaladas en su oferta de campaña en consonancia con la situación económica prevaleciente..
La difusión debe ser colectiva y debe haber empeño en cumplir con el compromiso. Habría que subrayar que el trajín político partidista sufrió un cambio diametral con el advenimiento de los tecnócratas quienes abonaron el pragmatismo y cancelaron las ideas con un proyecto que privilegiaba el economicismo y la dictadura de las cifras y las estadísticas, buscando el signo utilitario y menoscabando la arteria social. Por otra parte, no se pueden soslayar en estos tiempos de la “real politik”, que muchos de los actores políticos comienzan a padecer el llamado daltonismo político y, al no “distinguir” bien los colores, lo mismo les da estar con verde que con anaranjado que con moreno de acuerdo a las condiciones particulares de la atmósferas política que prevalece.
La inter migración a otras estructuras políticas hace pensar que no hay una verdadera catequización política o que la falta de oportunidades produce este nomadismo así como también el secuestro de los partidos por los grupos políticos dominantes o cambios fundamentales en la política nacional. También sobresale el oportunismo político de elementos sin mística partidista, faltos de ética y de compromiso, aunque debemos subrayar que hay cuadros valiosos a los que se les vuelven la espalda por los detentadores circunstanciales del poder, por no encajar en su esfera política o por simples malquerencias de carácter personal como fue el caso del gobernador Carlos Joaquín, que se vio orillado a buscar otras opciones políticas que estuvieran de acuerdo con su proyecto al ser vetado no por la militancia sino por los altos capitanes del partido en que militaba; lo mismo ha sucedido con otras figuras relevantes, tanto en el plano local como el nacional.
Otra cosa serían los trapecistas políticos, oportunistas que recorren toda la geometría política, ayunos de doctrina y que desconoce el valor de la lealtad y que nada más sirven a sus intereses particulares manipulando a la sociedad. En realidad carecen de vocación de servicio y son un contrasentido para el proceso democrático.
Con el advenimiento del neoliberalismo se inició la involución de los partidos al privilegiarse el pragmatismo a ultranza que se sustenta en el simplismo de aprovechar cualquier coyuntura práctica que sea de utilidad aunque estuviera distanciada de la visión que siempre acompañó al organismo político; las ideas y las propuestas pasaron a segundo término, y algunos partidos políticos a meras agencias de colocación o como un instrumento para competir por el poder sin la argamasa ideológica que le daba sustento a su vida institucional.
Pareciera un contrasentido pero con algunas reformas política el caudal de dinero aprobado para las instituciones políticas fortaleció una burocracia adinerada que olvidó el contacto permanente con las mayorías convirtiéndose en entidades electoreras.
La vuelta al pueblo por parte de los organismos políticos es un imperativo de primer orden. El gobernador Carlos Joaquín abre esa compuerta con las audiencias populares y su trato directo con la gente, por lo que nadie debe quedar a la retaguardia. Por otra parte, los partidos de ser los instrumentos para canalizar la energía social y encauzar sus objetivos, se convirtieron, algunos, en membresías al servicio de grupos de izquierda o de derecha que los utilizan de acuerdo a su conveniencia política y económica con un sentido patrimonialista.
Los documentos básicos elaborados con las ideas y el programa de acción para acceder al poder se convirtieron en catálogos de buenas intenciones y se perdió la identidad al no secundar las ideas que les dieron origen ni el trabajo de campo que es sudar la camiseta cerca del pueblo para conocer sus justas demandas y sus anhelos de reivindicación; los errores mayúsculos que han sellado la suerte de algunos organismos políticos, también son atribuibles a políticos empoderados, cerrados para las ideas y sin ningún rastro de lealtad.
Son los que enarbolan la corrupción como bandera, que no responden a la suprema responsabilidad de velar por los intereses supremos de la nación y de sus entornos sociales, los que utilizan a los partidos nada más como una membresía desechable toda vez que se conquista el poder y se accede a los privilegios y a la riqueza y que tratan de prolongarse en el poder a través de incondicionales improvisados que no responsen a la inquietud ciudadana; por lo tanto, no se puede significar en forma simplista a una entidad política como la causante de los desatinos o de la corrupción localizados en determinada geografía, cuando hay culpables señalados y máxime si se conservan valores vigentes y hay hombres y mujeres que mantienen limpia la camiseta a pesar de la mugre que haya surgido a lo largo de su tránsito institucional. “Hay plumajes que cruzan el pantano y no se manchan”, decía el ilustre bardo veracruzano, Salvador Díaz Mirón.
Los partidos deben entrar en una etapa de recomposición; son entidades que guardan ideas para modificar la realidad, que fueron estructurados con diferentes visiones al servicio de una sociedad plural cada día más atenta y demandante. Sus militantes están en la obligación de coadyuvar para fortalecer el proceso democrático, sin que esto quiera decir el concebir un panorama idílico cuando la política es fruto del ser humano y por ello anida en su seno las pasiones, pero también las luces necesarias para la construcción de una sociedad más justa y equitativa en donde los marginados, incluyendo algunos segmentos depauperados de la clase media, tengan un nicho decorosos de subsistencia y no un páramo sombrío por la carencia de oportunidades.
Me pregunto también: ¿cuantos militantes empoderados de nuestro universo plural, conocen sus documentos básicos? También debemos subrayar que el alud de información producto de los nuevos avances tecnológicos, mantienen a una sociedad despierta y bien informada a quien no la adormece los discursos de los jilgueros ni las promesas oportunistas desvinculadas de la realidad y que solo existen en la mente de los corifeos.
Los partidos por lo consiguiente, deben de hablar con la verdad, porque corren el riesgo de perder toda credibilidad si utilizan la mentira como artificio demagógico. A manera de colofón diría, que en estos tiempos difíciles para la Gran Patria Mexicana, es necesario serenar el ambiente y no enrarecerlo con actitudes egoístas en donde se privilegie la lucha por el poder para servir al conglomerado social y a los intereses superiores de la nación, más que el poder para servir a insanos apetitos personales o de grupo ajenos a nuestro proyecto como nación.
Saldremos adelante, en lo interno y en lo externo, si caminamos en la ruta de la unidad por encima de los vende patrias teniendo como divisa común la solidaridad con dignidad para salvaguardar la soberanía nacional de las acechanzas rupestres del neo fascismo cavernícola que ruge altanero allende el río Bravo. ¡México vive, México vivirá!