Durante varios días un perturbado mental de origen ruso, alteró la tranquilidad de una zona de Cancún, agrediendo a cualquier nacional que tuviera la mala fortuna de encontrarse con el alevoso sujeto que no escatimaba insultos o agresiones físicas para afrentar a los mexicanos.
En su ofensiva personal no respetaba sexo, edad ni condición social; su objetivo en especial era la gente de piel morena a quienes llamaba “liendres”, haciendo extensivo por la vía de internet su desprecio por los lugareños y su admiración por el nazismo, esgrimiendo la suástica hitleriana a la menor oportunidad.
Sus afrentas fueron escalando hasta niveles insoportable, sin que al parecer las autoridades correspondientes tomaran cartas en el asunto, por motivos desconocidos, toda vez que la presencia policiaca brilló por su ausencia a pesar de las reiteradas denuncias de la población indignada por el maltrato físico y verbal del ruso a todo lo que le oliera a mexicano.
El desprecio de este sujeto a la raza de bronce solo encuentra parangón en el trato humillante y soberbio del presidente Trump al pueblo mexicano.
Las declaraciones de corte racista del presidente norteamericano han sido difundidas a escala internacional teniendo eco especial en las organizaciones fascistas que han manifestado su solidaridad a los planteamientos xenófobos del mandatario estadunidense. No trato de culpar al presidente gringo de los hechos suscitados; sería una irresponsabilidad de mi parte.
Parto de la idea de la probable influencia de su retórica antimexicana en las conciencias débiles o afectadas o en las organizaciones de corte fascista en donde el racismo tiene carta de naturalización.
Trump le ha hecho un daño terrible a México por sus injustas anatemas en contra de nuestro país, al incentivar en ciertos segmentos de la ultraderecha de su país y del orbe su animadversión al color moreno; ellos actúan con mayor decisión y sin cortapisa alguna, al sentirse respaldados “ideológicamente” por el hombre más poderoso del mundo y más aún en el caso que abordamos por el deterioro de las facultades mentales del violento ruso. Por otra parte, son varios los factores que de alguna manera han incidido para lastimar la piel nacional en los últimos tiempos.
Necesariamente tendríamos que citar al ignominioso muro que rebasa cualquier limite normal, lo mismo que las masivas deportaciones de trabajadores de origen mexicano, medidas desastrosas para la propia economía norteamericana que se desprende de fuerza de trabajo que por décadas ha participado, en forma segura y barata, en la dinamización de su estructura vital.
El nuevo tratamiento al TLC es tema pendiente aunque no se auguran buenos resultados para la economía nacional estrechamente ligada a la norteamericana que también resultaría afectada en el corto y largo plazo. Ante este panorama negativo en que se añade la violencia gestada por el crimen organizado y la corrupción en el más alto grado y la falta de oportunidades, pues como que el horno no estaba para bollos; la sensibilidad nacional se encuentra en su punto más elevado, y en este caso podría haber sido el ‘leit motiv’ para que un grupo de enardecidos ciudadanos respondiera en forma colectiva a la conducta anómala de un desquiciado sin conocer que era un caso psiquiátrico que ameritaba asistencia especializada.
Lo cierto es que la respuesta colectiva, aunque no fue la correcta, si provenía de una exaltación de ánimos por las reiteradas provocaciones y agresiones de que fueron víctimas y la sensibilidad a flor de piel que han venido “calentando” las denostaciones provenientes de allende el Río Bravo sin que haya una respuesta contundente por parte del gobierno mexicano que ha mantenido una actitud cautelosa. Se comenta que las autoridades moscovitas ya habían alertado a las nacionales de la presencia de este peligroso sujeto solicitando su deportación en cuatro ocasiones con resultados infructuosos.
Mientras son peras o son manzanas, un grupo enardecido por los insultos al país y a los mexicanos proferidos por un extranjero en tierras nacionales se la cobró al extraño sujeto quien en la refriega acuchilló a un nacional causándole la muerte poco después.
El extranjero fue hospitalizado y al parecer su estado físico, deteriorado por los golpes recibidos, es de gravedad.
Qué pena que sucedan hechos de esta naturaleza en el paraíso caribeño. Que grave que las autoridades no hayan asumido su debida responsabilidad ante un sujeto en extremo violento que subía sus tropelías por internet y mantenía a la sociedad en un estado de alteración nerviosa, molesta sobre todo por los insultos proferidos a todo lo mexicano.
Las consecuencias de orden internacional han sido un airado reclamo de parte de las autoridades rusas supuestamente porque el gobierno nacional no deportó al perturbado no obstante que se efectuó la solicitud en tiempo y forma atendiendo a los lineamientos internacionales para este tipo de eventos.
La exaltación xenófoba, que por lo regular se produce en algún país en donde no quieren a determinado tipo de extranjeros, ha cobrado en tierras nacionales su primera víctima a manos de un foráneo, quien a su vez recibió una tremenda golpiza que hoy lo tiene al borde de la muerte.
Ojalá que este lamentable episodio no escale en lo político o lo diplomático y se tome muy en cuenta el enrarecimiento del ambiente propiciado por factores internos y externos además de la propia locura del manifestante quien no se midió en sus improperios y agresiones, asesinando a un mexicano que fue la gota que derramó el vaso con las funestas consecuencias para su persona en que también interviene el descuido de su propia familia quien lo “escondió” en Cancún por razones no del todo aclaradas sin medir las consecuencias que tendría en lo futuro.
Los mexicanos que hemos admirado la extraordinaria belleza de las mujeres rusas así como también de las ucranianas y la manifiesta resolución de sus pueblos para caminar de acuerdo a su propia voluntad política sin interferencias ajenas, somos los primeros en lamentar este suceso que involucra a sangre mexicana y rusa en aras de la xenofobia que encuentra en la ultraderecha fascista a sus principales pregoneros.