Ni con la campaña en redes ponderando que Quintana Roo es otro con el gobierno del cambio; tampoco con el congelado discurso del gobernador: “el que la hace la paga”, “restituyendo el tejido social”, la democracia, la transparencia; ni el cacareado saneamiento de las finanzas y mejor manejo de la deuda pública, que recita el titular de SEFIPLAN, Juan Vergara, quien anda en campaña por la corona de Cancún; logran dar credibilidad y rumbo a la administración pública.

Quintana Roo está a la deriva, sin cartas de navegación viables para llegar a tierra firme. Se debate entre la inseguridad, la corrupción de algunos de sus funcionarios, y el proselitismo político de otros hacia el 2018. Y es que las mujeres y los hombres del gobernador, de su gabinete legal y ampliado, las facturas políticas de su alianza PAN-PRD, sólo navegan sus rutas del interés económico y político.

Y por si fuera poco, el gobierno federal tiene neutralizado al gobierno aliancista de Carlos Joaquín González, en el entendido que serà uno más que gana una elección pero no logrará gobernar. De la estrategia: recortar y retrasar las partidas etiquetadas del presupuesto; imponerle a los delegados federales; congelar en materia de procuración e impartición de justicia el ajuste de cuentas a los ex funcionarios Borgistas denunciados por corrupción (verbigracia la resolución del TRIFE que impedirá al Congreso del Estado procesar el juicio político contra los magistrados electorales); y por añadidura, facilitar el camino al PRI para su reestructuración y orientación local.

Del azul profundo, como no soy bodega para guardarme nada, sepa usted que los Maretazos vienen desde la Secretaría de Gobernación, donde el Senador Félix González Canto tiene su mejor aliado.       

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