CIUDAD DE MÉXICO.- En 2011, al entregar los números de NIP de los teléfonos celulares de Miguel y Omar Treviño Morales –los entonces líderes del cártel de Los Zetas conocidos como El Z40 y El Z42– a integrantes de la Policía Federal (PF) mexicana, la Agencia Antidrogas estadunidense (DEA, por sus siglas en inglés) cometió un grave error.

Un agente mexicano avisó a los criminales que habían sido traicionados por varios de los suyos. Los hermanos Treviño decidieron vengarse. Ello desembocó en la terrible masacre de entre 28 y más de 300 personas en Allende, Coahuila, que Los Zetas perpetraron entre el 18 y el 20 de marzo de 2011. Las cifras varían según las fuentes de información.

Este hecho, que la revista Proceso reveló en abril de 2014, recobró relevancia hoy, en un reportaje que publicó la periodista Ginger Thompson, ganadora del premio Pullitzer, en el portal periodístico Propública.

“Las cosas no debieron pasar así. Teníamos información que nos permitiría capturar a estos tipos (los hermanos Treviño), pero por la manera con la que se manejó, toda la cosa se desenredó. Y se volvió un maldito caos”, dijo uno de los agentes a Thompson.

Durante un año, la periodista entrevistó a exagentes estadunidenses, exintegrantes de Los Zetas, políticos coahuilenses y familiares de víctimas, y gracias a estos valiosos testimonios reconstruyó la historia de la masacre de Allende desde su punto de partida, aparentemente anecdótico: la confiscación de 802 mil dólares empaquetados y escondidos en el tanque de gasolina de una camioneta en Dallas.

Según el reportaje, el chofer confesó a Richard Martínez y Ernest González –entonces agente de la DEA y representante del procurador, respectivamente–, que trabajaba para un personaje apodado El Diablo.

Éste resultó ser José Vásquez Jr., un hombre de 30 años que distribuía grandes cantidades de cocaína en el este de Texas para Los Zetas. Martínez y González estaban a cargo de la operación “Demasiado Legal para Renunciar” y lograron una gran jugada: amenazaron a Vásquez con encarcelar a su esposa y su madre si no entregaba los NIPs de los teléfonos celulares Blackberry de los hermanos Treviño.

En un primer momento, Vásquez se resistió a cooperar, pero al cabo de un tiempo convenció a Héctor Moreno, operador de Los Zetas quien proveía a los líderes del cártel con celulares nuevos cada tres o cuatro semanas, a entregarle la información.

“Pensaba que iban a intervenir sus líneas o algo similar. Nunca pensé que enviarían los números a México. Les había dicho de hacer esto, porque mucha gente iba a morir. Me dijeron que no lo harían”, declaró Vásquez. (Fuente: Proceso)

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