Impresiones de un recién llegado | Por Rodrigo De la Serna

0
15

III

 

De lo inmediato-análogo a lo mexicano-global

 

Desde el año 2000, Playa del Carmen simboliza un modelo del turismo global para millones de consumidores que aún buscan la oferta “sol y playa”. Gradualmente tal imagen ha ido convirtiéndose en noche y fiesta, pues aun cuando el sol sigue ahí, las playas para nada son lo mismo de otro tiempo, como sucedió en Acapulco o Cancún.

San Miguel de Allende hoy tiene un notorio perfil turístico (¿eco-cultural, de aventura, de ocio y recreación, turismo de salud?). Resalta la amplia fusión de actividades como “pueblo mágico” con galerías de artes plásticas, cientos de bodas, banquetes y sus oficiantes especializados, un destino para jubilados del frío en América del Norte, con tendencias gastronómico-orgánicas entre esencias New Age… esto último, y la industria de las bodas, también se practica en la Riviera Maya, Tulúm y Cancún.

Por otra parte pareciera que el San Miguel siglo XXI, casi quisiera dejar de ser lo que antes era, que desde afuera se miraba como un núcleo de artistas y extranjeros dispuestos a convivir con sus habitantes de siempre. A veces uno percibe en “los locales”, sean pudientes o no, aires melancólicos muy parecidos a los de algunos pioneros o fundadores del Quintana Roo reciente. Presencian en vida la implacable transformación de su lugar.

Mientras el turismo en Quintana Roo incluye a Europa, Oriente y América del Sur, en San Miguel Allende prevalece una presencia que comenzó en los años ’30 del siglo pasado, el mercado norteamericano, variante vacaciones familiares y de tercera edad; los esperan organizadores de eventos, practicantes de bienes raíces y artistas, retirados o en activo. En ambos destinos se ha cumplido un fenómeno global: la economía desplazándose al sector de los servicios para el mercado turístico; en las dos regiones ya pesa el turismo nacional.

Una diferencia notoria: en Playa del Carmen y en el litoral del Caribe Maya Mexicano, los sectores secundario y terciario de la producción (pesca, agricultura, artesanía, micro y pequeño comercio), languidecen o agonizan ante el acaparamiento de bienes y servicios por parte de corporativos multinacionales, y monopolios en transporte y comunicaciones.

El modelo trastornó los usos y costumbres de la región desde 1994 (en sólo un año se pasó de 5’000 habitantes a más de 50’000), lo que convirtió al municipio en el más sobrepoblado del hemisferio occidental. Desde 2000 comenzó el arribo masivo del turismo global; lo esperaban las edecanes del Time-Share y el “All-Inclusive” (todo incluido); así cesó la visita constante de viajeros y “mochileros”.

En San Miguel Allende (y en poblaciones aledañas de una manera u otra vinculadas al turismo como Tequisquiapan, Guanajuato y Pozos), no se siente tan fuerte el decaimiento de los sectores secundario y terciario; quizá sea por el arraigo del oficio en sus pueblos originarios, o por el mestizaje y el criollismo como estructuras vigentes desde 1590. En tal sentido, desde el siglo XX existe un sector industrial para agricultura y producción de insumos, lo cual hasta hoy no se ha tenido en Quintana Roo.

Guanajuato es una pieza básica en el entramado del Centro del país; en sus habitantes existe un sentimiento multifacético como identidad: son cuna de la independencia nacional, un símbolo vivo de la cultura por su música, sus tradiciones, su cocina, su estratégica posición en los caminos del Altiplano, el Bajío, el noroeste y el norte de México. También se siente un dolor taciturno por tanta gente que se ha ido “al otro lado” a trabajar; al parecer toda familia en San Miguel Allende tiene al menos un pariente en el poderoso vecino del Norte. Tal sangría no es comparable al fenómeno migratorio en el Caribe Maya Mexicano.

En Quintana Roo la identidad es maya por naturaleza. Fue hasta hace poco tiempo (los años 60), que el mestizaje y la modernidad comenzaron a ensamblarse con los habitantes del centro y norte del estado. Ese proceso se aceleró desde 1974 y a partir de 2000 tomó cauces vertiginosos. Un resultado es que hasta nuestros días hay personas, connacionales o extranjeros, que afirman que Playa del Carmen, Tulúm o Cancún… “no son México”.

Entonces uno preguntaba por qué. Y esas personas no lo sabían con claridad o exactitud, se guiaban por un primer sobresalto –temperamental sobre todo. Sentían que el aire maya caribeño (el calorón, la playa, usar menos ropa, la arena molesta, ¡un alacrán en el baño help!, huracanes asesinos, el habla y modos regionales), eso no forma parte del ser “mexicano”, no lo es como debe ser. ¿Y cuál es ese modelo? –vuelve uno a preguntar.

Y de nuevo la generalidad, o los 144 caracteres suficientes para dar a entender que México ES (o se imagina) “al estilo Jalisco”, o como SE VE hoy al norte del país; a veces la nación SE CREE como es su ciudad capital. Al parecer estas postales son la imagen nacional difundida al resto del mundo desde 1910. La confirman los sombreros que nadie usa más que para hacer el ridículo en estadios y mundiales; y en cualquier antro los turistas poniéndoselos para la foto de sus vacaciones.

Y uno se ha quedado pensando tanto a la orilla del mar Caribe como en la cañada de la virgen. Entonces, para nosotr@s ¿cuál es el concepto de “lo mexicano” en 2017? ¿Cómo es? ¿Qué compartimos? ¿Lo compartimos?

 

Plaza Sn Antonio SMA

junio 2017

Comentarios en Facebook