Mario Villanueva es el atribulado protagonista de un melodrama casi interminable, sostenido en la nostalgia fantástica de un colectivo que se aferra a un pasado que para nada ha sido el mejor para Quintana Roo.
Muchos quizá no se acuerden o no sepan del gobierno de Mario Villanueva, de 1993 a 1999.
Por cierto, fue gobernador con la venia de Raúl Salinas de Gortari, cercano a Hugo Andrés Araujo, entonces líder de la CNC, ‘sector’ al que pertenecía Mario Villanueva, en aquel PRI corporativo, del ‘dedazo’ y los compadres.
Para los que no vivieron, mejor dicho, padecieron el sexenio de Villanueva, su gobierno fue algo así como el de Roberto Borge, pero en beneficio del cozumeleño es que cuando fue gobernador tenía unos 30 años y el chetumaleño casi 45.
El sexenio de Villanueva está saturado de oscuros, más que de claros.
Es difícil compilar los excesos del ex Gobernador en un espacio reducido. Pero van algunas referencias.
-¿Cómo es posible que una persona que solo trabajó en el sector público, logró tener amplias propiedades en la preciada costa quintanarroense, incluidos en la Riviera Maya e Isla Blanca?
-Mario Villanueva intervino tres periódicos: el Por Esto!, Diario de Quintana Roo y la (desaparecida) Crónica de Cancún, por su intolerancia a los disensos y la libertad.
-Un activista social, Ricardo Arias, murió en la cárcel, tras ser detenido por osar ‘invadir’ un terreno colindante al rancho ‘El Mostrenco’ de Mario Villanueva.
-Pero, además, persiguió y encarceló a otros empresarios y políticos que no eran de su agrado. El caso más notorio fue el del panista Luis Manuel Romero Rivera, al que sometió al escarnio público al acusarlo de la violación de una menor.
La lista es, por supuesto, mucho más amplia.
Es entendible, que la gente se aferre a ilusiones y le dan a Mario Villanueva un carácter más de víctima que de un político corrupto y represor.
Mario Villanueva insiste en que es preso político.
Hasta ahora no lo ha logrado explicar. Ya sería tiempo que lo explique.
El pecado de Mario Villanueva fue desafiar a un sistema con el que sirvió con la cuchara grande.
Simplemente no resultó aplicable una de sus frases más celebres, aquella de que “en mi estado mando yo”.
No fue así y pagó las consecuencias.