La historia no sirve para nada, pero sin la historia el hombre no sería sino una bestia ramoneante. Si nos quitaran la memoria, si nos impidieran recordar, nosotros no seríamos los mismos. La historia sirve para eso.
Cronistas e historiadores: las diferencias cualitativas
La diferencia entre cronista e historiador es importante y puede anunciarse en forma por demás sencilla: el cronista narra hechos, pero el historiador, además, interpreta hechos. O en otras palabras, el cronista es una especie de albañil, y aunque puede ser bueno, no llegará a ese resabio y prurito científico que podría tener un ingeniero capacitado, o una fineza artística de un arquitecto consumado.
El cronista reduce su trabajo a la pura narración. Verbigracia:
La Revolución Mexicana se inició en 1910 encabezada por Francisco I. Madero, estando en la presidencia la República el general Porfirio Díaz.
El historiador interpreta el hecho histórico narrado por el cronista. Verbigracia:
La Revolución Mexicana, o las múltiples revoluciones mexicanas (no es lo mismo el villismo, zapatismo, constitucionalismo o los “laboratorios de la revolución” en los estados costeros del Golfo como Veracruz, Tabasco o Yucatán) surge como una protesta de tono eminentemente político frente al régimen porfirista, pero quienes van participando en ella, quienes van haciéndola, le imprimen las huellas de sus ideas, de sus intereses, de sus aspiraciones.
Negación de la identidad
Veo que no existe la identidad: Creo que eso que se llama “personalidad” se trata de retazos de otros: Yo tengo más que mi padre y que mi abuelo de lo que me creía. Repaso hasta mis gustos musicales, y ahí se encuentran ellos, orondos y vivos. Repaso mis ideas sobre Dios, y ahí están ellos. Repaso mis costumbres cotidianas, y ahí están ellos. Yo creo que, dicho de algún modo, soy la continuación de ambos.